Parte 5

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—Joven Brandon, ¿Estás bien?

—Mantente alejada de él.
Guapo, perdoname. Tu te metiste y yo se lo iba a tirar a la obesa.

—Estoy bien.
Y no le digas así a la chica, respetará.
No tenias porque querer golpearla.

—¿Pero acaso no ves que esta chica es gorda, y fea?

—No, yo no veo eso.
Más bien, lo que sí veo es que ahí hay una chica que se cree mucho, y le gusta humillar a otras personas, y que por dentro su corazón es horrible.   

—Tan guapo y le importa una fea.
Mejor me voy. —expresó la chica y se fue.

—Que bueno que se fue.
Esa chica cree que todos la persiguen.
Y también piensa que puede tratar mal a quien quiera.

—Sí, eso se ve.
Pero tu, ¿Si estas bien?

—Sí, no te preocupes.
Mira te contaré algo sobre mi.
Yo también tuve sobrepeso. Supe que era que me trataban mal.
Pero yo decidí que debía estar físicamente bien, para trabajar de abogado, y evitar una enfermedad por el sobrepeso.
Yo quisiera ayudarte, si me dejas.
Así estarás mejor, físicamente y mentalmente.  

—Entiendo, y gracias. 
Pero, ¿Cómo me ayudarás?
Yo no tengo dinero para pagar a ningún nutricionista.

—No te preocupes.
Yo anoté todos los consejos nutricionales.
Yo te los daré para que lo pongas en práctica.
 
—Enserio.
Muchas gracias.

—Es un gusto poder ayudarte.
¿Te parece sí me das tú número?
Así te mando todos los consejos que debes tomar en cuenta. 

—Claro, te lo daré.

Dos horas después.
Samanta llegó a casa, y escribió en su diario lo que le había sucedido.

Hoy tuve un día no muy bueno con lo que mi padre me había contado de la deuda.
También porque cuando estuve en el parque tuve mala suerte al tener que lidiar con dos chicas que se creían demasiado.
Por otro lado, me anime un poco al conocer a Brandon, un joven estudiante que estudia derecho. Ya que mostró ser una buena persona.
Y quiere ayudarme con mi problema de sobrepeso.
Sin duda todavía hay buenas personas en este mundo.
Espero que todo salga bien, y pueda salir de la alimentación excesiva que me hace subir de peso.

—Buenas, ¿Con quien habló?

Samanta escuchó la voz de su mamá, que había recibido una llamada.

—Bueno, ya termine con lo que tenía que escribir en mi diario. —expresó Samanta. —¿Con quien hablara mi madre? —se preguntaba.

—Por favor señor.
Denle chance a mi esposo, para que le paguen la deuda que tienen con ustedes.

—Se está acabando el tiempo.
Si no paga, se atendrá a las consecuencias.

—Tengan piedad, por favor. —decía la mamá de Samanta, con lágrimas en sus ojos.

—¿Cual piedad?, Aquí no hay piedad.
O pagan, o si no, verán las consecuencias. —expresó un hombre, y corto.

—Dios mío, ¿Qué haremos ahora?
Estoy segura que nos mataran. —dijo la mamá de Samanta, y luego cayó al suelo inconsciente.

—Mamá.
¿Qué pasa?, ¿Qué tienes?
Madre, reacciona.
Debe haber alcohol por aquí. —dice Samanta, buscando el alcohol. —Vamos, mamá despierta. No me preocupes.

—Hija.
¿Que paso?

—Madre, yo te escuche llorando.
Vine, pero estabas en el piso.

—Mi niña.
Me llamó un hombre. Me amenazó diciendo que tenemos que pagarle.
Si no tendremos que atenernos a las consecuencias.
Hija, no sé qué haremos. Creo que nos mataran. —le dijo a su hija, y se levantó con la ayuda de Samanta.

—Mamita.
Tranquila. —dice Samanta, quien estaba muy preocupada por la situación.

—Hija.
Tú padre nos puso en peligro.
No puedo dejar que te hagan daño.

—Mamá.
Papá, no dijo de cuánto era su deuda.
Me imagino que es mucho dinero.
No se me ocurre que podríamos hacer.

—Tu padre debe resolver esto ahora.
Lo llamaré. Él nos metió en esto, y ahora nos sacará de este peligro.

—Sí, dile que nos pueden matar si no paga ese dinero.
Que él no puede permitir que nos hagan daño. Es el hombre de la familia, y debe velar por nosotras.

—Eso mismo le diré hija. —respondió la mamá, y en eso le entra una llamada a Samanta.

El diario de una fea. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora