Parte 7

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—Mamá, ¿cómo estás?
Estaba muy preocupada por ti, no te imaginas cuanto.

—Hija, estoy bien.
Ya me siento mejor, aunque algo adolorida. 

—Dime, ¿Cómo sucedió esto?
Es claro que tiene que ver con la deuda de mi papá.

—Yo salí afuera para hablar un rato con la vecina Sonia.
Iba caminando en dirección a su casa cuando recibí el disparo.

—Madre, esto no puede seguir así.
Ya tengo miedo de venir hasta la secundaria.
Estamos en peligro, y mi padre puede salir muy afectado.

—Lo sé hija.
Yo también tengo miedo, pero no se puede hacer nada.

—Señorita, disculpe.
Lo mejor es que su mamá descanse un rato.

—Tiene razón enfermera.
Pero, antes de irme, ¿Qué haría mi padre?

—Bueno, yo recuerdo que él me dejó en el hospital.
Después de hay no se.

—Qué extraño.
Entonces me voy madre, descansa para que estés bien. —dice Samanta, y se retira.

—Por favor, un doctor.
Mi esposa ya va a tener a nuestro bebé.—grita un hombre.

—Tranquilo señor, atenderemos a su esposa.

—Estar en un hospital es difícil.
Ver cuando llegan personas por accidentes, enfermedades o por otro motivo es algo triste. —expresa Samanta.

Días después.
Ya en casa de Samanta.

—Dios mio, hija.
Tú padre no aparece por ningún lado.
Estoy muy preocupada.

—Yo también estoy preocupada.
Estos días, he ido al colegio sin poder concentrarme en las materias.
 
—La policía lo sigue buscando sin parar.
No sé qué haremos sin tu padre.

  En eso entra un mensaje al celular de Samanta.

—Samanta, tenemos días de no hablar.
Y hasta ahora, no me has respondido nada.
¿Sucede algo?, ¿Puedo ir a tu casa?, y si puede ir me mandas la dirección.

—Madre, mi amigo me ha dicho que si puede venir a la casa.
No se que decirle.

—Dile que está bien, que venga.

—Brandon, está bien.
Ven a la casa, ya te mando la dirección.

—Hija, alistemos algo para tu amigo.
Aquí hay una carne para hacerla con papa.

—Claro, madre.
Aunque en este momento tengo la mente en mi padre.
Solo espero que lo encuentren pronto.

—Sí, hija.
Yo también tengo la mente en tu padre, pero no tenemos de otra que ser fuertes. 

—Eso sí, mamá.

Luego de dos horas llegó Brandon a la casa de Samanta.

—Hola, Brandon.
Bienvenido a nuestra casa. Esta es mi madre.

—Buenas, señora.
Es un gusto conocerla. Ambas se parecen.

—Igualmente, es un gusto conocer al amigo de mi hija.
Gracias por apoyar la con lo de tener una vida más saludable.

—Es un gusto poder ayudar a su hija, señora.
Bueno, ahora si, yo me preguntaba, ¿Por qué no me habías respondido ni llamadas, ni mensajes en estos días, Samanta?

—Yo los dejo para que conversen.

—Brandon, mira estamos pasando una dificultad familiar, mi padre tiene una gran deuda que pagar.
Recuerdas el ultimo dia que habiamos  quedado en vernos para que me dieras el cuaderno de apuntes con las recomendaciones.
Ese día, mi madre estuvo en el hospital, porque recibió un disparo.
 
—No puede ser.
No me imaginaba que estuvieras pasando algo tan difícil.
Lo siento mucho por lo ocurrido, y me alegro que su mamá esté bien.

—Te agradezco mucho Brandon.
Por cierto, desde que llegué ese día al hospital, no se sabe de mi padre.
Ya que él llamó sola para decirme lo que le pasó a mamá, y no lo vi en el hospital.
Desde ese día, hasta hoy no se sabe nada de él.

—Dios mio.
Espero que él esté bien, que difícil lo que están pasando.
Yo les ayudaré con esta situación, no las dejaré solas.

—¿Ayudarnos dices?

—Sí, ayudarles.
¿Cuánto deben?

—Cómo crees que vamos a recibir dinero de ti.
Además, no sabemos cuánto es. Mi padre no nos dijo nada de la cantidad.
  
—No deberías sentir pena, yo con gusto les ayudaría, pero si no saben ni cuanto es ni modo.

—Sí, no se sabe.
Y no han vuelto a llamar para decir sobre el dinero.

—Qué complicado por Dios.
Bueno, aquí tengo el cuaderno donde te escribí las recomendaciones.
Espero pronto se resuelva esta situación, y puedas mejorar tu calidad de vida.

—Te agradezco.

En eso entró una llamada a la madre de Samanta.

El diario de una fea. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora