Parte 10

0 0 0
                                    

—Papá, él es mi padre, déjeme entrar—grita con angustia, y lágrimas en sus ojos Samanta.

—Señorita, tranquila.
Su padre será llevado al hospital de inmediato.

—Mi mamá, señor.
Ella es mi madre.

—Él hombre se ve más mal, la señora está menos afectada, ambos deben ser llevados al hospital.

—Quiero ir con mis padres al hospital.—dice Samanta.

—Claro, señorita.
Solo esperé que suban a sus padres a la ambulancia.

—No puede ser, ¿cómo sucedió esto en la casa de la vecina? —expresó un vecino.

—Esto es terrible, no lo puedo creer Dios mío. —dijo una vecina.

Después de un rato, la ambulancia llegó al hospital, y de inmediato fueron trasladados a emergencias.

—¿Qué haré si mis padres mueren, "Dios mío", ¿qué haré? —expresa Samanta, en llanto.

—Samanta, ¿ya los llevaron a emergencia?

—Sí, Brandon, ya están siendo atendidos.

—Sé que esto es difícil, pero yo estaré aquí para apoyarte.

—Prima, vine de sorpresa a visitarlos, pero la sorprendida fui yo.
¿Qué pasó? —dijo Mariana, preocupada.

—Prima, que bueno que estás aquí. —dice Samanta, y la abraza. —Yo estaba en el parque con mi amigo Brandon, y una vecina me llamó con el celular de mi madre, diciendo que mi mamá había dejado el celular en su casa, y que entonces se lo iba a devolver, y se dio cuenta qué nuestra casa estaba en llamas. —le dice a su prima, y la deja de abrazar.

—No puedo creerlo, prima.
Mis tíos, ¿cómo están?

—Mi padre estaba más grave que mi madre.
Tengo miedo de perder a mis padres.

—No pienses eso.
Mis tíos son fuertes, verás que saldrán de esto.

—Esto es muy angustioso.
Una de las situaciones más difíciles para uno como hijo es perder a sus padres, o a uno de ellos.

—Eso es muy cierto.
Quién más que yo para saber lo duro qué fue perder a mi mamá, hace ya cuatro años.

—Mi tía Laura, fue una gran mujer.
Todavía me duele su pérdida.

—Samanta, hay que tener fé de que tus padres saldrán de esto.

—Gracias amigo.
Prima, él es mi amigo Brandon.

—Un gusto Brandon, yo soy Mariana, la prima de Samanta, por parte de su padre.

—Igualmente, gusto en conocerla.

Luego de unas horas de conversación, y angustia al fin salió el doctor que atendió a su padre, y también él qué atendió a su madre.

—Doctores, necesito saber de mis padres.

—Señorita, su madre está estable y fuera de peligro.
Las quemaduras no fueron graves.

—Y su padre, estaba muy mal.
Lo siento, él falleció.

—¿Qué?, no mi Dios. —expresa Samanta, y cae inconsciente al suelo.

—Prima, despierta.

—Amiga, por favor, despierta.

—Se desmayó de la impresión, tranquilos la ayudaremos.

—No puede ser, mi tío murió. —dijo Mariana con lágrimas en los ojos.

—No puede ser que allá haya muerto.
Lo siento tanto por mi amiga, y lo peor es que no pudo saber que... —Brandon, no terminó lo que iba a decir.

—¿Qué no pudo saber? —preguntó Mariana.

—No, nada.
No era nada. —miente, y oculta lo que quería decir.

—Está bien.
Jamás pensé que ahora cuando justamente logré venir, iba a toparme con algo tan horrible y duro, como lo qué está sucediendo.

—No puedo imaginar el dolor que siente Samanta en estos momentos.
No es para menos, esta situación es demasiado dura.

—Así es.
Gracias por ser amigo de mi prima.
Sabés, eres su único amigo.
Y estas con ella en estos momentos tan difíciles.

—Es un placer poder apoyar a Samanta.
Me alegro de ser esa persona que ella necesita en la vida, para sentirse apoyada y querida.

Dos días después.
Samanta, venía derrumbada, sin ganas de nada, después de enterrar a su padre. Su madre estaba destruida por dentro, el dolor de ambas se notaba incluso a kilómetros de donde estaban.

—Aun no puedo creer lo sucedido. —dice Sandra, una vecina.

—Menos nosotras. —expresó la madre de Samanta. —Gracias por ofrecer tu casa, para poder vivir aquí un tiempo.

—Es un gusto poder ser de apoyo.
Los vecinos deberían apoyarse unos a otros.

—Señora, de casualidad no tienes un libró viejo o algo.
Es qué yo solía escribir en una libreta todo lo malo, y lo bueno qué me sucedía.

—Claro Samanta, tengo muchos libros viejos, te regalaré uno.

—Muchas gracias, señora.

—Pero no me diga señora, dime Sandra.

—Está bien, Sandra.

—Vamos adentro de la casa, para qué se sienten un momento, y así busco el libro para que lo uses Samanta. —dijo, y se retiró a buscar el cuaderno.

—Gracias a todos por su ayuda.
Tocaré la puerta, para darles la sorpresa a Samanta, y a su madre. —dice Brandon, y toca la puerta.

El diario de una fea. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora