9| Perdón

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El semidiós se puso de pie para ir hasta Annabeth, una inmensa alegría en lo embargaba hasta que vio la expresión de la semidiosa, otro golpe llegó para él en ese instante, el recuerdo de lo vivido con Hedone lo invadió; ahora podía recordarlo, la forma en la que ella lo sedujo, cómo se hizo pasar por su novia. Por más que luchó no pudo evitar la atracción hasta que cedió.

Annabeth al notar la expresión de dolor en el rostro de Percy supo que lo que se veía en ese video era completamente cierto, el amor de su vida la había engañado horriblemente, y no conforme con eso la había seducido. Pronto el dolor se volvió insoportable

- No lo hiciste.
- Annabeth - dijo Percy tratando de llegar a ella, su rostro expresaba la culpabilidad que sentía.
- Lo hiciste- comentó la semidiosa. Ya no soportaba quedarse ahí con ellos, así que decidió que necesitaba un poco de aire, salió corriendo del local hasta encontrarse en el andén, sentía que su respiración no era lo suficientemente profunda porque sentía que se estaba ahogando. Corrió hasta un bote de basura cuando sintió que su estómago no podía quedarse quieto vómito todo lo que encontraba ahí.

Percy corrió detrás de ella no podía permitirse perderla, jamás se había sentido tan mal cómo se estaba sintiendo ahora, Annabeth estaba sufriendo y todo era por su culpa, al llegar junto a ella notó como vomitaba en una cesta, notaba como su cuerpo temblaba no solo por las arcadas, entre el llanto y el vómito casi le era imposible respirar, una parte del semidiós se sentía entumecida, durante su vida se había enfrentado a las cosas más horribles que podrían experimentarse, había sido maldito, su memoria había sido borrada, y se enfrentó a las bestias más temibles y jamás había sentido un miedo tan profundo como el que experimentaba en ese momento.

- Listilla, yo... - Intento decir mientras ponía una mano en su hombro, la cual ella quitó de inmediato.

-No sé por qué lo hiciste, no sé sí Hedoné logró seducirte, no sé si lo disfrutaste, ni siquiera sé la verdadera razón por la cual quisiste estar conmigo, Lo único que puedo saber es lo que está en el video, y por lo que se ve parece que no dudaste de ninguno de tus movimientos, así que lo único que puedo decirte ahora es que espero que haya valido la pena.

- No, no,no, por favor Annabeth déjame explicarte qué fue lo que sucedió realmente- pidió el semidios.

- Está bien, te escucho, dime algo que pueda justificar lo que ambos vimos en esa pantalla, porque no hay nada que puedas decir para excusar lo que hiciste- respondió la rubia de la manera más fría que pudo, aunque por dentro se estaba desmoronando, y estaba plenamente consciente de lo que había visto, una parte de ella simplemente quería correr a los brazos de Percy y dejar que él la consolara hasta que se olvidara de la razón por la cual se sentía mal, pero su orgullo se lo impedía.

Por más que el semidiós intentó buscar en su mente las palabras correctas para decirle a su novia no encontró nada, con cada segundo que pasaba la posibilidad de perder al amor de su vida nublaba su mente.

- Ni siquiera tienes una razón válida para haber hecho lo que hiciste- dijo Annabeth con una sonrisa lastimera después de que su novio se quedó en silencio, Por lo que ella solo dio media vuelta para poder irse, sin embargo fue detenida antes de lograr dar el primer paso, Percy se sujetó fuertemente hacia su mano.

- Te lo suplico - dijo el semidiós poniéndose de rodillas frente a su novia, Las lágrimas empezaban a correr por sus mejillas, perderla sería por mucho la cosa más dolorosa que tuviera que vivir.

-Levántate, debemos ir al campamento- respondió ella mirando hacia otro lado, su corazón estaba roto, y sentía la imperiosa necesidad de llegar al campamento lo más pronto posible para ir a su cama y llorar sin que nadie le dijera algo.

Durante unos minutos Percy se quedó prendido en las piernas de Annabeth, algo en su interior le decía que esta sería la última vez que podría tocarla, conocía demasiado bien a su novia. El azabache se negaba a creer que después de todo lo que había sucedido entre los dos, y todas las pruebas que lograron superar, su relación llegar a este punto.

En el camino de regreso Percy observó el rostro de su novia, parecía implacable, pero algunas lágrimas recorrían sus mejillas, nada podía hacerlo sentir peor que el hecho de que él le había lastimado profundamente, siempre había jurado que jamás la lastimaría pero ahora era él el que le había provocado el dolor más grande de su vida. Al llegar al campamento Annabeth se dirigió inmediatamente a su cabaña, y él la imitó, necesitaba un momento a solas para aclarar su mente y decidir cuál sería su siguiente paso, porque en definitiva no iba a permitir que esto acabará así.

Ninguno de los dos dio señales de vida hasta el día siguiente, en la mañana el azabache salió de su cabaña con toda la intención de suplicarle y rogarle a Annabeth que lo escuchara, haría lo que fuera necesario para poder recuperarla, lo que a ella le pidiera sería suyo con tal de qué regresara a él.

- Hola- dijo el semidios con una sonrisa cuando uno de los hermanos de Annabeth le abrió la puerta- Necesito hablar con Annabeth.

-Annabeth no está-dijo el hijo de Atenea impidiéndole la entrada a Percy.

- Sé que seguramente ella está muy enojada conmigo, pero eso es justamente lo que quiero arreglar, por favor no me lo impidas porque así sea por la fuerza voy a entrar a verla. -Respondió el semidiós sin temer a las posibles repercusiones que esto le trajera, Annabeth era mucho más importante que cualquier castigo que pudiera enfrentar.

-Estoy seguro de que lo harías, pero después de que llegaron de su misión Annabeth se pasó todo el día llorando, en la noche tomó sus cosas y salió de la cabaña, ahora si no me crees puedes entrar y verificar por ti mismo que ella no está aquí- comentó el hijo de Atenea dándole el paso a Percy para que verificará por sí mismo.

La sangre del semidiós se helo al escuchar aquello, Annabeth no había podido irse y abandonarlo así, ellos debían arreglar sus problemas y volver a estar juntos, no existe ninguna forma de vida en la que ellos no estén juntos, por lo que sin creer en las palabras del hermano de su aún novia entró y se dirigió a su habitación, y justo como le habían indicado las cosas de ella no se encontraban ahí, no había ropa, ni libros, ni ella.

La venganza de HédoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora