𝑅𝑦𝑜𝑚𝑒𝑛 𝑆𝑢𝑘𝑢𝑛𝑎
𝔼stá historia comienza en un callejón como cualquier otro, un mugrero en pocas palabras. Y en aquel lugar, entre toda la basura, un niño se encontraba desamparado...
Como refugio, el chico se encontraba entre los votes de basura. Desconsolado y sin saber que hacer con su vida, no podía y quería hacer otra cosa que no fuese llorar.
El llanto de Yuji se mezclaba con el olor a basura y desechos, creando una atmósfera desoladora en el callejón.
Su pequeño cuerpo temblaba con cada sollozo, mientras abrazaba sus piernas como si fuera lo único que le quedara en el mundo.
Aquel niño de tan solo siete años sufría la pérdida de su abuelo, quien había sido su único apoyo después de la desaparición de su madre, era demasiado para él. Se sentía abandonado, solo y sin rumbo.
De repente, un ruido en la esquina del callejón llamó su atención. Yuji levantó la vista, secándose las lágrimas con la manga de su camisa. ¿Sería alguien que podría ayudarlo? ¿O solo sería otro peligro en su ya precaria vida?
—¿Qué te sucede? —preguntó un niño peliceleste, acercándose con cautela— ¡Tranquilo! —dijo alzando las manos en un gesto pacífico, deteniendo su caminata— No quiero hacerte daño —sonrió, pero Yuji seguía desconfiando.
—¿Quién eres? —preguntó Yuji, retrocediendo hasta chocar contra la pared, con una mezcla de miedo y curiosidad en su voz— No pareces normal —agregó, mirándolo con una ceja levantada.
—Puedes llamarme Mahito —dice poniendo su mano en el pecho— ¿Y tú? Dime tu nombre o al menos dime por qué lloras.
Yuji miró a Mahito con desconfianza, pero algo en su sonrisa amable y su mirada genuina lo hizo sentir un poco más tranquilo. Respiró profundamente y se limpió las lágrimas con la manga de su camisa.
—Me llamo Yuji —dijo finalmente, con su voz un poco más firme— Y... —pauso, mirando a Mahito con una mezcla de curiosidad y miedo— Estoy llorando porque mi abuelo murió. Era la única persona que me quedaba.
Mahito asintió lentamente, su expresión era compasiva. Se sentó en el suelo, a un lado de Yuji, y puso una mano en su hombro.
—Lo siento, Yuji —dijo suavemente— Perder a alguien que amas es muy difícil. Pero estoy aquí contigo. Puedes confiar en mí.
Mahito comenzó a acariciar suavemente el hombro de Yuji, transmitiendo una sensación de calma y tranquilidad. Itadori, sorprendido por el gesto, se sintió un poco más relajado, como si una parte de su dolor se hubiera disipado.
Yuji suspiró y limpió las últimas lágrimas de su rostro.
—Unos hombres trajeados vinieron a buscarme —dijo con un tono apenado, desviando la mirada— Aseguraban ser de recursos infantiles y que me llevarían a un orfanato, pero yo no quería ir. Así que huí —agregó, con su voz llena de tristeza.Itadori no se sentía completamente bien, pero por alguna razón extraña, se sentía un poco mejor. Tal vez desahogarse con tantas lágrimas le había ayudado a liberar parte de su dolor.
Mahito sonrió con una malicia que hizo que Itadori se estremeciera.
—Y dime, Yuji —dijo con una voz suave y peligrosa— ¿No quisieras reencontrarte con tu abuelito? —Sus ojos brillaban con una intensidad que hizo que Yuji sintiera un escalofrío.Itadori se sintió desconcertado por el cambio repentino en la actitud de Mahito. Un momento antes, parecía amable y comprensivo, pero ahora... ahora parecía ocultar algo siniestro.
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Sukuna... ¿es bueno?
FanfictionUn humano puede convertirse en maldición, ¿pero una maldición puede convertirse en humano? Ese tipo de preguntas no le dejan dormir a Kenjaku. Y si es necesario, moldearía el destino para conseguir su respuesta.