𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 3

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𝐷𝑜𝑠 𝑡𝑟𝑎𝑖𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠

El cielo oscuro de la noche comenzaba a iluminarse, un tenue resplandor en el horizonte anunciaba el amanecer. Uraume yacía en el césped, con su mirada fija en el cielo cambiante.

El frío del césped penetraba en su piel, haciéndola sentir un escalofrío. La hierba fresca y húmeda le picaba contra la cara y el cuello, pero Uraume no se movía. Su respiración era agitada, entrecortada, como si hubiera estado corriendo.

Su cuerpo estaba cubierto de raspones y quemaduras, testimonio de una lucha reciente. La piel enrojecida y dolorida parecía palpitar con cada latido de su corazón.

Pero en ese momento, Uraume no sentía dolor. Solo sentía la paz del amanecer, el silencio antes del despertar del mundo. El aire estaba lleno de olores frescos: la hierba mojada, las flores que comenzaban a abrirse, el aroma a tierra húmeda.

Uraume cerró los ojos, dejando que los olores y sonidos la envolvieran. El canto de los pájaros se acercaba, un coro suave y melodioso que anunciaba el nuevo día.

Su respiración se ralentizó, su cuerpo se relajó. Por un momento, olvidó todo lo que la había llevado a ese lugar. Solo existía el presente, el amanecer, la paz.

Pero la tranquilidad era efímera. Uraume sabía que no podía durar. La realidad la esperaba, y pronto...

—Morirás —fue lo que escuchó la mujer.

Uraume se sentó sobre el suelo con esfuerzo, con su respiración entrecortada y dolorida.

Su mirada se endureció al cruzar miradas con la maldición de los volcanes, Jogo. El espectro estaba a una distancia razonable de la chica, pero su presencia parecía llenar el espacio.

Ambos se miraban retadoramente, como si el destino mismo estuviera en juego. Uraume flaqueaba más que Jogo, quien se mantenía estoico, su rostro era una máscara de piedra. Sin embargo, su mirada revelaba una chispa de desafío, como si se negara a perder en ese juego de miradas.

La tensión entre ellos era palpable. El aire parecía vibrar con la energía contenida de ambos. Uraume, con un esfuerzo invisible, comenzó a congelar el suelo en donde estaba sentada. La hierba se rizó y se volvió blanca, como si el invierno mismo hubiera descendido sobre ella.

Jogo, sin inmutarse, respondió con su propio poder. La hierba en donde estaba parado comenzó a arder, las llamas eran pequeñas pero intensas, como si la propia tierra estuviera siendo consumida por el fuego.

La altura parecía jugar en contra de Uraume. Sentada en el suelo, debía mirar hacia arriba para enfrentar a Jogo, quien la veía desde su posición superior con una mezcla de desdén y curiosidad. Su mirada parecía decir: "¿Cómo te atreves a desafiarme?"

Pero Uraume no se intimidaba. Su mirada ardía con odio y determinación, como si estuviera dispuesta a luchar hasta el último aliento. Su cuerpo debilitado parecía olvidar su dolor, su mente estaba enfocada en el desafío que tenía ante sí.

El silencio entre ellos era pesado, como si el destino estuviera pendiente de la balanza.

Pero el destino era injusto, y en ese momento, parecía estar sonriendo con ironía.

La competencia de miradas entre Uraume y Jogo continuaba, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Pero entonces, dos estruendos se oyeron, uno detrás del otro, sacudiendo el suelo y levantando dos nubes de tierra a los lados de Jogo.

Uraume arqueó el entrecejo, con su mirada aún fija en Jogo, quien respondió con una pequeña sonrisita de burla. Era como si supiera que la suerte estaba echada.

Sukuna... ¿es bueno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora