𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 8

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𝑇𝑒𝑟𝑐𝑒𝑟𝑎 𝑟𝑢𝑒𝑑𝑎

Desde que el grupo de Itadori se formó, había pasado una semana completa. Actualmente era mediodía y el sol brillaba intensamente sobre el prado, iluminando la zona de entrenamiento que Yuji solía utilizar. Aunque, ahora, compartía ese espacio con su grupo, y el ambiente estaba cargado de energía y determinación.

Mai y Miwa se encontraban apartadas, bajo la sombra de un árbol, observando con atención y admiración el despliegue de habilidades de Sukuna y Hakari.

Pero simplemente uno era superior al otro.

Actualmente Hakari yacía en el suelo, exhausto, con su pecho subiendo y bajando agitadamente. Su rostro estaba cubierto de sudor y su cabello despeinado. Su mirada se perdía en el suelo, como si estuviera absorto en sus propios pensamientos. Tenía rasguños en sus brazos y piernas, y su ropa estaba desgarrada en varios lugares. Su respiración era pesada y entrecortada.

—Eso es todo por hoy —dijo Sukuna, su voz era firme y autoritaria.

Al escucharlo, Hakari levantó la mirada hacia Sukuna, y su rostro se tensó. La mirada del Rey era severa, con su expresión estoica y desafiante. Hakari apretó los dientes, y su mandíbula se tensó.

—¿Ya terminamos? —preguntó Hakari, con su voz ligeramente entrecortada.

Sukuna asintió con la cabeza, con su mirada aún fija en Hakari.
—Sí, ya es suficiente —respondió, con su voz sin emoción.

El silencio se hizo después de sus palabras, y el único sonido que se escuchaba era la respiración agitada de Hakari y el canto de los pájaros en la distancia. Mai y Miwa intercambiaron una mirada, impresionadas por la intensidad del entrenamiento.

Pero al volver con su mirada al frente, las chicas notaron que Sukuna las veía ahora a ellas, con su mirada intensa y penetrante como un rayo de luz que iluminaba la sombra. Su atención era como una fuerza física que las hacía sentirse observadas, estudiadas.

Miwa se inclinó hacia Mai, su voz era baja y llena de nerviosismo.
—¿Ya es nuestro turno? —preguntó, con su mirada furtiva hacia Sukuna.

Mai asintió con la cabeza, su expresión era seria y concentrada.
—Sí, es nuestro turno —confirmó, con su voz firme.

Ambas se levantaron del suelo y se acercaron a Hakari, quien aún estaba recuperándose de su entrenamiento con Sukuna. El aire estaba cargado de tensión, como si la electricidad estuviera a punto de descargarse.

Mientras tanto, Hakari se puso de pie y se dirigió hacia el árbol donde Mai y Miwa habían estado sentadas momentos antes, con su respiración aún agitada. Sukuna observaba la escena, su mirada era atenta y expectante…

Miwa se colocó delante de Mai, su movimiento era fluido y decidido. Con un gesto preciso, sacó su katana de la funda, con la luz del sol reflejándose en la hoja afilada. El regalo de Kusakabe parecía vibrar en su mano, como si estuviera listo para liberar su furia.

Mai, por su parte, se preparó con un movimiento tranquilo y seguro. Su mano se cerró alrededor del mango de su revolver, el regalo de Naobito se había convertido en una extensión de sí misma. El metal brillaba con un destello mate, y el peso del arma era reconfortante en su mano.

Ambas chicas se colocaron frente a Sukuna, listas para comenzar su entrenamiento.

El sol brillaba sobre ellos, iluminando la escena con una luz cálida e intensa que hacía resaltar los contornos de sus figuras. La hierba bajo sus pies crujía suavemente, como si estuviera vibrando con la energía que se avecinaba. El aire estaba cargado de tensión, y el silencio era como una cuerda tensa a punto de romperse.

Sukuna... ¿es bueno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora