Capítulo Uno

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Fluke se quedó más quieto que una estatua delante del ventanal.

Sus grandes ojos color esmeralda le quemaban. Cada músculo de su cuerpo estaba rígido por la tensión. Sólo la más feroz autodisciplina contenía su agotamiento. Había sido una larga noche y un amanecer devastador. Y, cada minuto de la misma, cada una de esas horas, estaba fija en su alma. La enfermera le mostró entonces a su sobrino con una amplia sonrisa.

Probablemente esa mujer no supiera nada, pensó Fluke. La miró con sus finos rasgos transformados en una máscara. La enfermera dejó de sonreír, pero él no se dio cuenta. Su atención estaba centrada en su sobrino. Tenía el cabello negro y unos furiosos ojos también negros.

No había nada de Ollie en él. Era completamente moreno mediterráneo y sus antecedentes extranjeros aparecían claramente. Estaba llorando: parecía tan infeliz. Se preguntó si, por algún sentido desconocido, no sabría que su padre estaba muerto. Muerto.

No quiso saber nada de esa palabra y empezó a andar por el corredor con unas piernas que apenas lo sujetaban.

Los embarazados no mueren de parto en estos días. O, por lo menos, eso había creído. Y Ollie nunca había sido un hombre en opinión de su hermano. Con dieciocho años, Ollie estaba en la frontera que separaba a los niños de los adultos. Un chico rubio con belleza, inteligencia y todo lo necesario para la vida... hasta que apareció en ella Damon Thitiwat y lo hizo desperdiciarla. Una inmensa amargura se apoderó de Fluke. La emoción fue tan intensa que lo dejó literalmente helado.

-Señor Natouch...

El sonido de esa voz lo hizo pararse en seco. Esa voz oscura y con acento lo cortó como si fuera una navaja. Se estremeció y levantó la cabeza lentamente. Él estaba a algunos pasos de distancia. Era un hombre que difícilmente podía pasar inadvertido. Debía medir por lo menos un metro noventa. Su magníficamente caro traje gris oscuro destacaba sus anchos y musculosos hombros y largas y esbeltas piernas. Tenía la gracia letal de un animal salvaje y la autoridad intimidante de un hombre acostumbrado a mandar.

Fluke lo miró incrédulo cuando él extendió su morena mano. Los largos dedos eran hermosos.

-Por favor, permítame que le ofrezca mis más sinceras condolencias por la trágica muerte de su hermano- murmuró él.

Fluke retrocedió un paso rápidamente ante esa amenaza de entrar en contacto con él.

-¿Qué está haciendo usted aquí?

-Usted me dejó un mensaje urgente con mi secretaria- le recordó ese hombre.

-Ollie me hizo llamarlo, pero yo no le pedí que viniera, señor Thitiwat.
Pregunté por su hermano.

-Damon está en Grecia.

Ohm Thitiwat lo miró con unos ojos tan negros como una noche oscura.

-Ya le he informado de la muerte de su hermano. Estaba profundamente afectado.

Una risa histérica se le escapó a Fluke.

-¿De verdad?

-Me gustaría ver a mi sobrino- dijo Ohm ignorando su respuesta con toda frialdad.

-¡No!

Fluke se tensó como si fuera a sufrir una agresión. Odiaba a Ohm Thitiwat más que a cualquier otro hombre vivo.

-Su derecho no es mayor que el mío...

-¿Derecho?- gritó Fluke-. ¿Se atreve a hablar de derechos después de lo que le hizo a Ollie? ¡Usted no tiene ningún derecho sobre el hijo de mi hermano! ¡Me pone enfermo!

Unidos por el rencor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora