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Los tres salimos del restaurante, y nos quedamos afuera de este, mientras Rindou y Ran se despedían.

—Despídete bien—Escuché que dijo Ran a la lejanía

Volteé la mirada sutilmente, para darme cuenta que de nuevo se iban a besar. Me había quedado sin excusas, ¿ahora qué me inventaba? Afortunadamente, la suerte estuvo de mi lado ese día. Primeramente, para que ellos dos se besaran, primero tenían que pasar como cinco minutos de sus discusiones raras. Así que, tenía un tiempo para hacer algo. Y, oportunamente, había una niña pequeña caminando cerca de nosotros, la cual se quedó mirando a los dos chicos.

—Oigan ya, ¿no ven que hay menores?—Los interrumpí, aunque esa excusa no funcionó

—Cállate, enana, no nos importa—Me respondió Ran, para seguir ligando con Rindou

La niña todavía estaba mirándolos, estaba ahí quieta. Así que, me acerqué a ella, y le pedí algo, pues era mi última opción.

—Oye, pequeña, si dices que lo que están haciendo esos dos es inapropiado, te regalo un dulce, ¿si?—

La niña aceptó, así que saqué una paleta de mi bolsillo y se la entregué. Y justo en el momento en que estaban por besarse, hubo una interrupción más.

—Mi mami dice que eso que están haciendo es inapropiado—Les dijo la niña

—¿Y qué vas a hacer? ¿Decirle a tu?—Ran fue interrumpido por Rindou

—Cállate, Ran, estás asustando a una pobre niña, déjala en paz—

Le agradecí de nuevo a la niña, y se fue. Me preocupó que esos dos volviesen intentar besarse después de eso, pero, por suerte, les arruiné el ambiente lo suficiente como para que no quisieran ni intentar. Los dos me miraron, como en un trance de algo que no les salió bien.

—¿Ven? Yo se los dije—Me enorgullecí de los sucesos—Y tú, deja de tratar mal a los niños, te van a tener miedo—Me dirigí a Ran

—En eso estoy de acuerdo—Dijo Rindou apoyándome

Finalmente, terminaron por despedirse de un modo escueto e irrelevante, pues definitivamente se les arruinó todo el ambiente.

—Nos vemos, Merlina—Le dije a Ran, ya no por molestar, sino por una clase de costumbre

—Adiós, enana—Me dijo, el mismo modo que yo

Rindou y yo caminábamos juntos, pues no importaba qué, íbamos al mismo rumbo. En algún momento, me perdí en mis pensamientos, pues ambos estábamos en silencio. Y, cuando volví a mi realidad, me di cuenta que estábamos en el edificio en donde yo vivía.

—No tenías que acompañarme, Rinrin—Le dije con una pequeña sonrisa

—Si crees que te dejaré sola con la posibilidad de que ese inútil vuelva a aparecerse en tu casa, estás loca—Respondió, a lo que yo me reí—Me quedaré en tu casa—Declaró finalmente

No dije nada, simplemente fuimos a mi casa y ya. Muchas veces ya nos habíamos quedado a dormir juntos en diferentes ocasiones, así que aquella no iba a ser la primera vez. Nuestro grado de confianza, llegaba al punto de que dormíamos en la misma cama, y nunca tuvimos ninguna incomodidad por ello.

—¿Qué querías decirme, Kira?—Me preguntó, estando acostado a mi lado, con las luces de mi habitación apagadas

Era mi momento para revelarle la verdad, y aún así decidí no hacerlo.

—Nada, luego te digo—Respondí simplemente

—Buenas noches, Kira—Me dijo, acercándose a mí para darme unas suaves palmadas en mi espalda

—Descansa, Rinrin—

Desde los siete años, Rindou y yo nos hicimos amigos. Nuestras madres se llevaban bien, así que éramos muy cercanos desde pequeños. Luego, comenzamos a ir a las mismas escuelas, y siempre estábamos juntos. Puedo decir que desde entonces me enamoré de él. Pero nuestra amistad era tan única, que nunca me he atrevido a decírselo. Llegué a la conclusión de que yo lo amaría, sin importar si yo conocía a alguien más, o si el no me amaba a mí. Pero, simplemente decidí no decirle la verdad, porque no quería arruinar nuestros momentos lindos. No quería que la verdad tuviera el suficiente peso como para romper nuestra confianza, y por eso, decidí sólo disfrutar estar a su lado. 

El secreto de los hermanos HaitaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora