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Antes de que sucumbiéramos al sueño, aún con algo de consciencia, estábamos compartiendo algunas últimas palabras antes de dormir. Esa noche fue especial. Yo le estaba acariciando el cabello a Rindou, mientras lo miraba de un modo cálido y dulce.

—Tu madre me encargó que te cuidara, y te lastimas por enterarte que tienes un hermano—Le quité los cabellos que tenía en la frente—Perdóname por haber sido la que haya tenido que decírtelo—Le dije con dulzura

—No tienes porqué disculparte—Se acercó hasta abrazarme, acunándome en sus brazos—Yo soy quien debería disculparse—

—¿Qué? ¿Por qué?—Cuestioné

—Porque he sido un tonto. Todo este tiempo, durante años, nueve años, no me pude dar cuenta antes. Siempre me lo demostraste y aún así me convencí de que no sentías lo mismo que yo. Me convencí y me conformé con ser solamente tu mejor amigo. Nunca imaginé que sintieras lo mismo, y fui un idiota al no darme cuenta de que también me ves de esa forma. Perdóname por haber dejado que pasara el tiempo—En algún momento me perdí de sus disculpas y su voz se volvió un murmullo lejano—Me gustas, me gustas muchísimo—Salí de mi trance al escuchar esas palabras

Sonreí internamente. Lo que sea que Ran hubiese dicho, había funcionado. Después de tantos años, Rindou me lo dijo todo con demasiada facilidad. No pude haber estado más feliz por sus palabras.

Lo miré, sin decirle nada, y acaricié sus labios con una de mis manos. Él tampoco dijo nada, ni hizo nada. Dejó que yo hiciera lo que quisiera. Separé sus labios con mi pulgar, y entonces me acerqué para besarlo. Nuestra unión comenzó a ser algo desesperada, y nunca imaginé lo bien que aquello se sentiría. Tal vez fue el modo en que nuestros labios encajaban; o la calidez de su boca y la frialdad de la mía. O tal vez simplemente fue el amor mutuo que nos teníamos, y que por fin pudimos compartir. Nuestro beso se mantuvo un buen tiempo, hasta que me separé delicadamente de él.

—Eres un tonto—Me miró feo—Mi tonto—Corregí—Yo tampoco hice nada durante todos estos años. Me resigné a buscar a alguien más porque también creí que no te interesaba. Me resigné a amarte, aunque no estuviéramos juntos. Pero siempre has sido tú. No importa con quién haya estado o no, siempre fuiste tú. Y también me gustas, me gustas muchísimo—

Esta vez él tomó la iniciativa y se unió conmigo en un beso por segunda vez. Este fue más corto y suave.

—¿Quieres ser mi novia?—Susurró, al separarse del beso

—Claro que sí, Rinrin—Respondí

Ambos sonreímos, y por algún motivo nos reímos. Nos abrazamos más de lo que ya estábamos, y nos juntamos en un último beso, uno de buenas noches. Finalmente, nos dormimos abrazados, con una increíble paz a nuestro alrededor.


Nota de la autora: Ahora sí me puse romántica SJKAJSKA. Ya nos acercamos al final de esta historia.  

El secreto de los hermanos HaitaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora