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El tiempo pasó, y las dos semanas se terminaron. En compañía de Ran, llevamos a Rindou al médico, quien, oficialmente, le dio el alta de su pie. Mi relación con Rindou realmente no parecía haber cambiado mucho, simplemente nos expresábamos abiertamente el amos que nos teníamos, además de los besos y caricias.

—Ya va siendo hora de que conozcas a nuestro padre—Dijo Ran—Dijiste que irías cuando te curaras el pie—

—Sí, está bien. Tú dime cuándo—

—Podríamos ir mañana. Mi padre nunca tiene nada qué hacer—Sugirió

—¿Podrías acompañarme a conocer a mi padre?—Me pidió Rindou

—¿Yo por qué me voy a meter en ese asunto?—

—Qué mala eres, Kira—

—Es que, ¿para qué me involucro en eso? Ya va a ser suficiente para mi suegro conocer a su hijo perdido, como para que conozca a la novia de su hijo perdido—

—Es cierto. Pero, por favor, Kira. No sé qué hacer sin ti—

—Bueno, si insistes tanto—

—No te preocupes, enana. Yo me quedo contigo mientras mi hermanito se reúne con nuestro padre. Te puedo enseñar su casa, y así te distraes un rato—Ofreció Ran

—Bueno, está bien. Iré—

—¡Gracias, Kira! Te amo mucho—Me dijo Rindou alegremente

Luego de aquello, nos despedimos de Ran, pues iba a tener una cita con Nahoya. Rindou y yo caminamos de regreso a nuestra casa, tomándonos de la mano.

Al día siguiente fuimos con el padre de los Haitani.


Nota de la autora: Literalmente el capítulo más corto de esta historia. Pero, la vdd he querido marcar muy bien la separación entre sucesos con cada capítulo, así que no había más que extenderle a este.  

El secreto de los hermanos HaitaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora