XII.

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"... Eres eso que no es mío, pero que no quiero que sea de nadie más ..."

De Caleto.


XII. Oculto

Llegamos al salón. Alan y yo elegimos nuestro puesto de siempre y tomamos asiento.

— ¿Sabes que estoy pensando? —dijo Alan con los hoyuelos sobresaliendo por la sonrisa formada en su rostro.

Negué ante su pregunta.

—Estoy pensando en si sería bueno gritar a viva voz, en el salón, que eres mi novia.

Mis mejillas tomaron un color rojizo y en mi estómago no paraba la mariposas imaginarias de dar brincos y revolotear felices. Él solo me miraba, con su dulce sonrisa y ojos de viva belleza. Él me cautivaba por completo bajo la luz de su esplendor atractivo. Un chico casi perfecto y ahora mi novio ¿es esto lo que las personas llaman suerte?

—Ni se te ocurra.—sonreí.— Prefiero que ellos se den cuenta por sí solos.

Se acercó a mí con sus rizos color atardecer rozando mi frente, narices con las puntas pegadas y labios en busca de la fricción de ser juntados con los míos.

—Me parece... perfecto.—  susurró de manera procativa y deseada.

Estaba a milésimas de robarle el deseado beso hasta que interfirió él. Cabello negro cayéndole desordenado en la frente, ojos del mismo color insitando a todo lo malo, sonrisa felina de muerte, vestimenta como de funeral por el color y un pequeño crucifijo de plata colgado de la cadena que decoraba su cuello. Esa cadena, me era familiar, muy familiar. Me alejé un poco de Alan frustrada por la interrupción de Matthías en nuestro momento.

—¿Puedo sentarme aquí? - pregunto él con voz lenta pero áspera, fría, sin importancia; señalando a su vez la silla que se encontraba a mi lado, a la izquierda.

—A mí no me importa.— dijo Alan —¿y a tí amor? ¿Te importa?

Habló dulcemente el pelirrojo haciendo un énfasis en la forma en que me nombró: "amor". Viéndole el rostro fruncido de Matthías, eso no le agradó ni un pelo pero, al decir verdad, disfrutaba como le molestaba al verme ahora,  en manos de la persona que más aborrece. Me gusta, por eso seguir el jueguito no sería mala idea. Se muy bien mover mis piezas y derrotar al enemigo, así que observándolo desde otra perspectiva, lo tengo en jaque.

—No, mi Robin Hood.— me acerqué y le robé un simple beso a Alan, de manera consciente. Ya que sabía que eso, al señorito Matthías Cole, no le hiba a gustar.

Y efectivamente se enojó como quería. Reviró la vista con un ademán de odio y suspiró pesadamente, rascando la parte superior de la cabeza con toda la paciencia perdida. Sonreí de gustar presenciarlo así. Con la ira acumulada, sin poder explotar ya que no le vendría bien en estos momentos matar o torturar a alguien. Lo digo porque se lo que es capaz de hacer si dejar escapar la molestia y el enfado por montón. Echó la silla bruscamente hacia atrás y se sentó de manera, que me pareció agresiva. Dios, creo que lo provoque bastante pero bien merecido que lo tiene.

Llegó el profesor y todos quedamos en silencio. La clase estaba dando comienzo. Alan me dio un beso en la  mejilla que tenía cercana a él antes de ponerse a hacer sus anotaciones. Todo era muy tierno pero algo molestaba.

Mil Rosas Para Un Demonio ⚔  1~ Bilogía InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora