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--Buuuufff, menudo rollo!-- pensó Rebeca mirando hacia la ventana otra vez, faltaba 17 minutos para acabar la clase, una eternidad.

La voz de la Hermana Dulce seguía hablando y hablando sin parar de las cualidades del cloruro sódico.

Si seguía sus labios mientras hablaba podía desconectar de lo que estaba diciendo, se dejaba llevar por un millón de ideas de lo mas perversas, y bueno... , no había que ser un lince para ver hacia donde llevaban sus pensamientos.

Estaban en el laboratorio de química del colegio, con una decena de chicas que seguían las explicaciones de la hermana como borregos.

Sabia que distraerse en la química mientras manipulaba compuestos podía llegar a ser peligroso, pero a ella le daba igual.

Era como si desde un tiempo el cuerpo también se le hubiese revolucionado, como si la química al notar el roce de una mano sobre la piel,el sillín de su bici..... mmmmmm! , la cosas idiotas que antes se la traían al fresco la ponían a cien.

No sabían muy bien que, pero le gustaba acariciar y jugar en el silencio de su habitación a las cosquillas con su melliza Aura.

Una vez que comenzaba el jueguecito de las cosquillas , no dejaban de abrazarse y besarse hasta que el calor les subía como un fuego abrasador , entonces empezaban a las leves caricias a sus coñitos, arrancando unas risillas que debían silenciar.

Aura fue la primera que se lanzaba a jugar a “enterrar el dedo”, como lo llamaban ellas a escondidas.

Rebeca se había convertido en todo una experta y no dejaba de darle gustillo hasta que se sentía a punto de desmayarse, momento en que podía hacer con ella lo que quisiera. Terminaba mojando las sabanas , hasta que Aura decidió que para no dejar rastro de las fechorías chupar hasta dejar bien limpio su coñito.

Allí agachada, lamiendo le el coñito terminaba en la boca de su melliza, y luego cambiaban los puestos.

Así , durante casi 6 meses, hasta tal punto de no poder conciliar el sueño hasta no ser chupada por su hermana y no chuparle a esta.

Su cuerpo experimento un despertar, pues todo la excitaba, desde la esponja de la ducha, el cepillo del pelo..., ufff , las dos iban como motos dispuestas a “enterrar el dedo” a cualquier hora del día.

Se obsesionaron con los chicos, y encerradas como estaban en aquel colegio de monjas, sentían que se volverían locas si al menos no veían un pene aunque fuese dibujado.

Consiguieron convencer a su hermana mayor que las dejase quedarse a estudiar en la biblioteca después de clase, fue como una bendición. Dejaron de preocuparse del control que Violeta las sometía como una tirana.

Allí en la biblioteca estudiaban en silencio, pero también podían espiar los gruesos tomos de anatomía. – Y vaya si lo hicieron--

La primera vez que vieron un hombre desnudo y su aparato reproductor se ahogaron de risa, era imposible no hacerlo-- casi las tuvieron que sacar por el escándalo montado.

Pero que otra cosa podían hacer en una biblioteca llevada por monjas. Buscaron y buscaron pero solo el tomo de anatomía les esclareció algo.

Aura se reía diciendo que parecía un churrito flacucho que daba risa, pero ambas sentían esa curiosidad.

Era tan penosa como la enseñaba el libro?-- no paraban de darle vueltas a ello, en casa, en el colegio, en la cama.

Las monjas decían que la procreación era la única manera de concebir a un hijo-- pero tanto Aura como Rebeca sabían del pequeño resbalón sufrido por Susi , una chica un curso mayor a ellas que desapareció por una misteriosa bronquitis durante 3 semanas, y que reapareció algo mas delgada y sin el paquete que llevaba dentro.

Hijas rogando, Padre castigandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora