Cap. 10. En voz alta

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1.

Cuando por fin se decide a marcar, después de dos horas dando vueltas con el móvil en la mano, dejándolo y recogiéndolo de la mesa cada vez, Begoña responde al tercer tono y no se detiene en saludos.

"¿Dónde te metiste ayer, cuñada? Me dijo Jesús que habías vuelto por la mañana. ¿Saliste a cenar o qué?".

"No, no. Volví tarde a casa y me fui directa a la cama. Estaba ko". También más cosas, piensa Marta, pero sobre todo agotada emocionalmente. "Begoña, me dijiste que podíamos hablar, ¿verdad?".

Puede oír como la mujer de su hermano se cambia el teléfono de oreja. "Claro. Sabes que sí. ¿Quieres que vaya a tu despacho?".

"No, mejor no. ¿Qué haces esta tarde, a partir de las seis o así?".

La respuesta llega rápida. "Julia tiene natación hasta las siete. Después la traigo a casa y lo que quieras".

Marta ha empezado a dudar de nuevo de la conveniencia de esa charla. "No, no te preocupes. Lo dejamos para...

"¿Por qué no te acercas al club y tomamos algo durante la clase? ¿Te parece?".

Eso es, ¿por qué no? Tal vez una copa en el country house del club sea una novedad apetecible a sus tardes de despacho, después de todo. "Claro, perfecto. Nos vemos allí".

"Marta, a riesgo de sonar estúpida. ¿Estás bien?".

"Sí, sí".

¿Pero qué sentido tiene intentar hablar con alguien y empezar con mentiras? Ante el silencio al otro lado vuelve a responder. "No lo sé, Bego. Luego te cuento, ¿vale?".

Por supuesto no tiene claro qué será capaz de contarle o no, hasta dónde podrá llevar su relato del precipicio mental ante el que se encuentra. ¿Qué va a decirle? Ah, Begoña, sí. Prácticamente rompí con Jaime hace cinco días y ayer me enrollé con una chica por primera vez en mi vida y desde entonces he pensado en ella todas y cada una de las horas que he permanecido despierta.

Una chica.

Marta baja la tapa de su portátil y se recuesta contra el respaldo de su silla con los ojos cerrados.

No; una chica no. Esta chica que la tiene loca. Fina. Veinte años, una infancia a su lado que casi no recuerda y apenas un mes para volver su vida del revés.

Como había sospechado desde muy al principio, besarla le pareció tan correcto cuando estaba haciéndolo como equivocado un rato después.

Sentada de nuevo en su escritorio durante la hora de la comida seguía sintiendo su sabor en su boca. El calor húmedo entre sus piernas no había desaparecido, y sin embargo su mente estaba a años luz de todo lo que le había hecho sentir bien unos pocos minutos antes. Marta no sabía que fuera posible que su cuerpo deseara tanto a una persona y su cabeza sufriera un bloqueo tan descomunal.

Fina besaba como se comportaba. No te tomaba al asalto, sino que te reducía lentamente a cenizas. Hacía mucho tiempo que Marta no pasaba tanto rato besándose con alguien sin hacer nada más, sin ser capaz de hacer nada más. Solo hizo falta que Fina se dejara caer mínimamente contra ella, los huesos redondeados de sus caderas contra los suyos más afilados, para que aquello le pareciera suficiente.

Pudo morder su labio inferior y notar cómo ella succionaba su lengua varias veces, y devolverle la sonrisa contra su boca abierta. Hubo un intento de chupetón en el centro del cuello de Marta que no llegó a dejar marca y el avance de su muslo contra la entrepierna de Fina se quedó a medias en un instante de lucidez. A fin de cuentas, ¿qué sabía ella de qué hacer con una chica?

El bello veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora