CAPÍTULO VII: ¿TODOS LOS LUTHOR SON PSICÓPATAS?

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   Decir que no se sentía nerviosa, era una total mentira para Kara. Parecía que si fuese su primer día en la secundaria, cuando le tocó ir a la de Midvale como la hermana adoptada de Alex y que nadie en ese pequeño pueblo, se creía que existieran personas de buen corazón que hicieran ese apto de buena fe; conllevó ser el centro de las miradas, de los cuchicheos en los pasillos y el querer saber sobre ella. A Kara nunca le había gustado llamar la atención, y eso no era una excepción en el asunto ahora mismo, por ser la nueva teniente en esta estación, podría asegurar que sus compañeros querrían saber más sobre ella.

   En la entrada principal estaba Samantha Arias, sonriéndole con una gran sonrisa, como si en el fondo hubiese esperado que ella nunca llegara. Kara aceleró sus pasos, sorprendiéndose del abrazo familiar que le brindaba la castaña, haciéndola reírse por el gesto tan inesperado pero no incómodo. Al separarse, la rubia no pudo evitar decirle:

   —¿Esperaba que declinara la oferta a última hora?

   Sam le rodó los ojos, tomando una gran bocanada de aire en este instante, como si lo necesitara más que nada.

   —¿Podrías culparme? —se quejó. Kara palmeó su hombro, comprendiéndola—. Además, debo decirte que Maxwell Lord, nuestro jefe de bomberos llegó hace 10 minutos. Por lo que, las cosas no creo que sean tranquilas por ahora.

   Kara asintió, viendo la frustración y la tensión en el cuerpo de la castaña.

    —Sé que podrás con esto, Sam.

    —Eso espero, ven para mostrarte tu casillero y donde te podrás cambiar, aún nadie ha llegado.

    Visualizó cada parte del lugar a medida que se trasladaban por un pasillo, de reojo vio otro a la par de este, que su capitana le explicó que dirigía al ala médica de su labor social, del proyecto que ha peleado y que luchará con más fuerza contra quienes no lo aprueben; así como hacia la sala de descanso y un pequeño gimnasio para descargar energía. La sala donde se encontraban los casilleros, no era tan grande, pero las duchas y el mismo baño si lo era, por lo que lo compensaba bastante; Kara no podría quejarse, porque todo parecía mucho más que grande que la estación en Midvale. Su sonrisa se dibujó enseguida que pudo apreciar su apellido en el casillero, a su lado derecho tenía el de Nal y en el izquierdo el de Matthews.

   »—Dado que no puedo dejar mi oficina sola con ese imbécil —susurró lo último Sam—, te espero en la sala de recepción. La habitación al frente es mi oficina, ahí me encontrarás.

    Samantha se fue rápidamente, dejando a Kara sonriendo y pasando sus dedos por la etiqueta de su apellido. No había traído muchas cosas, solo un cambio para tener de emergencias, sus cosas de aseo personal y como siempre, una foto de sus princesas, el motor de su vida. Oyó risas acercarse, metió el bolso que trajo en el casillero mientras sostenía su nuevo uniforme.

    —Vaya, tenemos carne fresca.

   Kara se giró al oír el comentario, más porque escuchó la voz de un hombre y efectivamente, no se equivocó. El castaño le sonrió mostrando todos sus dientes y con una sonrisa seductora, cruzándose de brazos con una pose egocéntrica. No podían culparla por no sentir absolutamente nada por el chico, aunque reconocía que era atractivo, pero en esta vida, ella no le llamaba la atención los hombres sino las mujeres.

   —Así es, soy la teniente Kara Danvers —expresó, recalcando el hecho de ser su superior y no una novata.

   El silencio fue súper incómodo para todos, y era notorio. Kara barrió la mirada por todos ellos, desde el hombre hasta una chica morena de ojos verdes, que al parecer parecía estar peleándose entre quedarse seria o reírse de lo sucedido.

   —Hola, teniente. Soy Nia Nal —dijo una joven pelinegra, de su misma estatura y ojos cafés, atreviéndose a acercarse y romper el silencio. Kara aceptó su apretón de manos, regalándole una sonrisa de cordialidad—. El imbécil que habló es Mike, ella es Imra, Oliver y Winn, falta Sara pero está aún de licencia por maternidad.

—Muchas gracias, Nal. Un gusto a todos.

   —Afuera, 10 —ordenó Sam, emergiendo y sobresaltando a todos por su orden.

   Siguiendo a sus compañeros, la rubia caminó hasta llegar al estacionamiento, donde un camión y una ambulancia los esperaba, así como un hombre alto, castaño, con el uniforme puesto. Cruzó miradas con Sam, quien con solo un simple gesto, le contestó la pregunta no hecha por ella. Vio los gestos de cada uno de su nuevo equipo, no agradándoles la visita de su jefe de bomberos.

   —Buenos días, chicos. Estoy aquí para aclarar algunas cosas —inició el hombre, mirándolos a cada uno y deteniéndose hasta reconocerla—. Primero, un gusto teniente Danvers, me alegra que se haya incorporado.

   —El gusto es mío, jefe Lord.

   —Muy bien, como les decía —continuó, vagando por los rostros de cada uno—; por cuestiones del estado, nos han reducido nuestros presupuestos, así que será complicado conseguir más insumos y equipos, por lo que les recomiendo, cuidar lo que tienen.

   Los murmullos y las quejas iniciaron, todos empezaron a decirlas en voz altas, no lográndose entender lo que necesitaban decir. Sam, con un solo silbido los hizo callar, apretando los labios ante el cinismo en el que su jefe expresaba sus mentiras.

   —Mi equipo no merece oír mentiras, jefe Lord —siseó Sam, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no le decimos que todo eso es un castigo?

   —¿Castigo de qué, capitana? —requirió el rubio, que Kara recordaba llamarse Oliver.

   —Como escuchaste, Queens. Nos quieren castigar porque como no aceptaron mi proyecto y busqué patrocinadores —contó Sam, con una sonrisa amarga en su rostro sin apartar la vista del jefe—, los dejé mal parados y esto, solo es el comienzo de su castigo, ¿supongo, no?

   Kara reconoció la furia en los ojos del jefe Lord, y como apuñaba sus manos, para controlarse y no lanzarse hacia Samantha Arias.

   »—Y para completar, nos prohíben atender a la comunidad con el proyecto en nuestros días laborables.

   Los jadeos incrédulos del equipo de bomberos llenó el silencio ante la expectativa de lo que la capitana diría. La rabia en la cara de todos era palpable, pero no más que en la del jefe, estaba rojo de la ira, de la humillación de Sam.

   —¿Y ya les dijiste la otra razón? —Se refirió Maxwell Lord con sorda, notando el desconcierto en los rostros de los demás—. Bueno, quiero que sepan que quizás otra razón para esto sea que, su capitana, la señorita Arias presente, pidió como patrocinador para su proyecto, ayuda de un Luthor.

   La mente de Kara dio vueltas ante el apellido, ante el rostro culpable de Sam, por la bomba que el jefe había lanzado, hubiera querido que fuese mentira lo que oía, pero el silencio de su capitana, era la única verdad.

   »—Sé que se preguntarán que Lillian Luthor nunca accedería a esto y el psicópata de Lex menos... pero, ¿qué pasa si no son los únicos Luthor que existen?

   —No, no puede haber más Luthor —gruñó Mike.

   —Cálmate, Mike. Solo déjalo hablar... —pidió Nia Nal.

    —Como oyen, hace días llegó un Luthor a la ciudad y lo primero que hizo su capitana —señaló a Sam—, fue pedir su ayuda. Y entenderán, que nuestro departamento es honorable, y no podemos permitirnos que un Luthor camine entre nosotros.

    —No es justo que porque Lex Luthor haya hecho todo aquello, este sea igual —defendió Imra—. No podemos juzgar solo por un apellido.

    —¿Crees que no todos los Luthor son psicópatas? —farfulló Lord, rodando los ojos y examinando sus facciones, hasta mirarla—-. Teniente Danvers, ¿qué opina usted?

    Kara no tuvo tiempo de responder, porque de la nada, su estómago hizo acto de presencia y expulsó su desayuno delante de todos. 

Secretos Oscuros Del Corazón (Supercorp) AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora