Capítulo 2 -Camelias rojas.

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Las luces de la ambulancia y de los autos de la policía son los que sobresalen en la escena del crimen, mi vista aún sigue fija en el lugar donde estaba el cuerpo, aún trato de asimilar lo que pasó. Él sabía mi nombre, lo dijo varias veces antes de morir y ese mensaje en su pecho...

—¿Me escucha señorita, Rousselle? —vuelvo a la realidad.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Conocía a la víctima?

—No... no lo conocía.

—No suena muy segura —dice la detective y la miro fijamente.

—Estoy segura que no le conocía —frunzo el ceño —aún estoy nerviosa por lo que pasó, no entiendo nada, no sé porque tiene mi nombre en su pecho, acabo de mudarme hace unos meses y apenas conozco a la gente de este pueblo.

—Está bien, son preguntas de rutina —dice moderando su voz.

—Solo quiero irme a casa —suelto un suspiro —¿Dónde está mi acompañante?

—¿Su acompañante? —pregunta alzando una ceja —¿su amiga?

—Si... mi amiga.

—Loana se fue hace unos minutos —dice aclarando su garganta —me sorprende que sea su amiga.

—¿Por qué?

—Es una mujer muy complicada —dice cruzándose de brazos y me observa con curiosidad —la buscaré en su casa o en el instituto si tengo más preguntas para usted.

—De acuerdo.

—Un oficial la acompañará hasta su casa, puede ser que el asesino aún esté por la zona.

Asesina.

No digo nada más, solo la sigo hasta mi auto y en efecto, una patrulla de policía me escolta hasta mi casa. El oficial entra primero para verificar que todo esté en orden, una vez me deja pasar, voy directo a servirme un trago, necesito relajarme un poco, pero un trago no es suficiente, me sirvo otro y voy a cerrar las cortinas, seguro que puede verme desde afuera, sea quien sea, sabía que saldría en ese momento, estaba esperando entre las sombras, escondida en la oscuridad y el silencio del bosque, asechando como un animal a punto de cazar.

Me voy a la cama aún con los nervios de punta, cualquier sonido me pone alerta, el tic tac del reloj no me deja dormir, estoy muy cansada, pero mi cerebro se mantiene alerta.

Logro dormir un par de horas, pero despierto por el sonido de la puerta de mi habitación al cerrarse.

Alguien estuvo aquí.

Me enciendo las luces de mi habitación y busco en cada rincón de la casa, todo está cerrado. salgo por la puerta principal y veo al oficial en su patrulla, baja el vidrio, me pregunta si todo está bien, asiento y regreso a la casa.

Hace un frío terrible, entro al calor de mi habitación, me dispongo a entrar a la cama cuando noto el ramo de flores que yace sobre mi mesa de noche, no las note al salir. Me acerco un poco temerosa, estiro mi mano con algo de temor, mis manos tiemblan y mi corazón bombea a toda prisa. Tomo las flores en mis manos; camelias, mis favoritas. Pero tienen algo inusual, están pintadas de rojo, una gota de la pintura cae sobre mi brazo, paso mi dedo para limpiarla, pero tiene una consistencia extraña, la acerco a mi nariz y las suelto seguido de una arcada que hace huir de mi habitación.

Corro hacia la salida sin tomar mi abrigo, el oficial se percata de que algo va mal y sale de la patrulla con su arma en mano.

—¡Estuvo aquí!

—Quédese en la patrulla —me ordena y avanza en dirección a la casa mientras se comunica por su radio.

Me quedo apoyada contra la patrulla esperando a que regrese, el viento frío acaricia mi cuerpo que se estremece ante su roce, abrazo mi cuerpo y aparto mis manos de inmediato al sentir la viscosidad del liquido carmesí que adorna mis manos.

Un Matiz De CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora