Capítulo 3 -Primer beso.

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Toda mi vida ha sido aburrida, sin nada de emociones más que haber trabajado en una prisión, analizando el tiempo atrás, esa fue la época en que más emociones fuertes viví. Recuerdo el pánico que sentí la primera vez que alguien me atacó durante una consulta, recuerdo las noches posteriores al altercado, no dormía, me despertaba a mitad de la noche con pesadillas y mi esposa no se enteraba de nada.

Desde que decidí tomar ese trabajo en prisión, tanto mi familia como mi entonces esposa, nunca estuvieron de acuerdo, para ese entonces ella dormía en otra habitación, así que nunca se dio cuenta de mis terrores nocturnos.

Poco a poco dejé de temer y volví a enfrentarme al agresor, seguí tratándolo, seguía hablando con él hasta que se ganó mi confianza y me hablaba de su familia, de todo lo que pasó cuando era un adolescente y como llegó a convertirse en un asesino de esa índole.

Solo a él le temía, solo él me hizo perder el sueño, hasta hora. Llevo un par de minutos en la puerta de mi casa, pensando en si esperar a la detective o entrar a casa.

La detective me llamó para decirme que habían encontrado otro cadáver del otro lado de la ciudad y parece estar ligado a mi acosadora.

Abro la puerta después de pensarlo bien, si no entro me voy a congelar y pronto comenzará a llover. Al entrar en casa las luces están apagadas, no hay nada que alumbre la estancia más que la vela que yace encendida sobre la mesa.

Mi respiración se vuelve más pesada a medida que avanzo a la mesa donde la cena está servida, se ve muy apetecible, busco a mi alrededor y al ver a través de la ventana hacia el bosque, ahí está ella, con la misma gabardina negra, ocultando su rostro entre las sombras y su cabello rojo que resalta ante la luz de la luna.

Bajo mi vista a la mesa y tomo la nota que está junto al plato.

"No me iré hasta que no te vea comer lo que preparé, Coralie. Entraré si no lo haces y apuesto a que no quieres eso".

Volteo nuevamente hacia la ventana y ahí sigue de pie, las primeras gotas de lluvia comienzan a caer, tomo asiento y olfateo la comida para ver si no resalta algún olor extraño, pero todo parece en orden. Hago lo mismo con la copa y le doy un pequeño sorbo esperando a notar alguna reacción extraña de mi cuerpo, pero todo está bien.

Tomo los cubiertos y cortó un trozo de carne con el cuchillo de mesa, le doy el primer bocado y cierro los ojos al sentir la delicia que se deshace en mi boca, tomo un poco de puré de papas untándolo con el jugo de la carne y no puedo evitar gemir de placer ante tan delicioso manjar.

Termino mi cena olvidando por completo quien la preparó hasta que los golpes en la puerta me hacen entrar en razón. Me levanto de golpe y busco a la mujer entre las sombras, pero ya no está ahí, me acerco a la puerta con cautela; puede ser ella.

—¿Quién es? —pregunto.

—Abre la puerta Rousselle —la voz de la detective me hace soltar todo el aire contenido.

Enciendo las luces y abro la puerta. Ella comienza a quejarse por el frío que hace y se acerca a la chimenea que ya estaba encendida cuando entré.

—Vaya, eres de las que se toma muy personal eso de las cenas —dice alzando una ceja.

—¿Encontraron alguna pista? —digo desviando el tema.

—La sangre de las flores es la misma del cuerpo que encontramos hoy —dice sacándose el abrigo —esto se pondrá más complicado, Rousselle.

—¿Qué tan peligroso puede ser para mí? —pregunto tomando sentándome en el sofá.

—Mucho, seguramente tratará de acercarse a ti lo antes posible, ¿has notado algo extraño? —me pregunta y como si pudiera escuchar un susurro de advertencia, niego ante su pregunta.

Un Matiz De CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora