Capítulo 4 -Dos en una noche.

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Si mis padres o mi hermana se dieran cuenta de la estupidez que estoy cometiendo en este momento, estoy seguro que buscarían ayuda psiquiátrica o en el caso de mi madre, se refugiaría en su religión para demostrarme que esto está mal.

Con cada bocado que ella me sirve, me cuestiono muchas de mis decisiones en toda mi vida, como él por qué decidí casarme con la primera mujer que me mostró un poco de empatía y cariño. El por qué decidí venir a este pueblo inmundo en primer lugar, si tan solo hubiera seguido mi vida en París, no estaría en esta situación tan extrañamente escalofriante.

—No quiero más —hablo cuando ya mi estómago está realmente satisfecho.

Con una servilleta limpia mis labios y acaricia mis mejillas con sus dedos.

—¿Quieres ir a otro lugar? —me quedo en silencio —no temas, solo quiero darte algo.

—¿Qué es? —pregunto.

—Una pista de quién soy, seguro que lo sabrás si te lo muestro.

—De acuerdo —soy una estúpida, ni siquiera dude al responderle —porque en serio quiero saber que ganas con esto —. Su suave risa me eriza la piel.

—Te voy a desatar, te quitarás la venda cuando ya no sientas mi presencia. Te esperaré en la camioneta negra que está al final del estacionamiento, dejaré las luces encendidas para que lo reconozcas, subirás en la parte trasera y volverás a colocarte la venda.

—¿Por qué vendada?

—Solo sigue mis órdenes, Coralie —. Asiento.

Ella desata mis brazos y espero hasta el aroma de su perfume es apenas perceptible al olfato. Me quito la venda y me sirvo una copa de vino que me tomo como si eso realmente fuera a protegerme. Me pongo de pie, tomo mis cosas y busco la salida.

Me coloco el abrigo una vez que estoy afuera y busco el auto que tal como lo dijo, tiene las luces encendidas. Me dispongo a avanzar hacia el, pero alguien me toma de la cintura y me hace girar para quedar frente a ella.

—Así lo pagarás —dice con esa sonrisa que me ha estado jodiendo la existencia en la última semana.

No me da tiempo a reaccionar, me sostiene con fuerza y estampa sus labios sobre los míos, intento zafarme, pero me pega contra ella. El sonido del acelerador de un auto me pone alerta, logro apartar mis labios para ver cómo el auto al que debía subir viene en nuestra dirección. Beverly se percata del auto lanzándonos del otro lado, término sobre ella y no me suelta hasta auto sale del lugar a toda velocidad.

—¿Qué mierda? —pregunta asustada.

—¿Qué crees que haces idiota? —intento levantarme, pero termino sentada sobre ella, se sienta quedando frente a mí y le suelto un bofetón —. Si me matan será tu maldita culpa.

Logro ponerme de pie y me alejo de ella, mis manos tiemblan, abro mi bolsa y no encuentro las llaves de mi auto.

—¡Maldición!

—¿Qué fue eso? —pregunta Beverly sujetando mi brazo con fuerza —¿Por qué rayos alguien intentaría matarte?

—¡Suéltame, lunática! —ejerzo tanta fuerza al soltarme que casi me voy de espaldas contra el suelo, pero ella me sostiene de la cintura.

—¿Estás bien? —pregunta asustada.

—Solo quiero irme a mi casa, no quiero estar aquí, no sabes en el problema que acabas de meterme —me llevo las manos a la cabeza.

—Sube a mi auto, te llevaré de regreso, mañana puedes pasar por tu auto.

Sujeta mi brazo y me guía hasta su auto, abre la puerta del copiloto haciéndome entrar en el. No hace más preguntas en el camino y tampoco tengo ganas de hablar. Le indico que camino seguir y continúa en silencio hasta que llegamos a mi casa. Me bajo enseguida y ella también lo hace.

Un Matiz De CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora