CAPÍTULO 30

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Noah

Lo había hecho, acababa de dejar el trabajo de mis sueños. Ese trabajo que había luchado tanto por conseguir, ese trabajo el cual soñaba con él día y noche. Pero sabía que había hecho lo correcto.

Lo que más me preocupaba era que ya no podía permitirme vivir en el departamento en el que vivo debido a la cantidad de dinero que tenía que pagar al mes. Pero no era esto lo que más me preocupaba, ¿Que sería ahora de nuestra relación? Nunca había llorado de esa manera, iba conduciendo sin parar de llorar. En un momento tuve que parar el coche ya que la vista se me nubló y un pitido me hizo parar el coche por el accidente que iba a provocar.
¿Señorita Clare está usted bien?

Steve estaba ahí bajo la lluvia ¿Cuando había empezado a llover? Salí del coche y abracé a Steve en medio de la carretera. Para mi sorpresa los brazos de Steve me rodearon y lloré por todo lo que había pasado, lloré por Ethan, lloré por la relación que podría haber sido, lloré por nosotros dos.

Steve no me apartó en ningún momento. Era un hombre que parecía duro, sin sentimientos y en cierto modo intimidaba su presencia pero era un buen hombre y me acarició el pelo ahí en medio de la carretera bajo la lluvia sin importarle nada.

No se cuanto tiempo estuvimos ahí, yo abrazada a Steve y llorando, lo único que sé es que cuando abrí los ojos la tormenta había pasado y ya había salido el sol. Dicen que después de la tormenta sale el sol. Mi vida era una auténtica tormenta en ese momento y solo esperaba que pronto saliera el sol ya que me estaba hundiendo en la oscuridad que con ella conlleva.

-Te llevaré a casa- dijo Steve ayudándome a caminar hasta el coche

El único problema es que ambos teníamos dos conceptos de casa bastante diferentes. Para mi el hogar no es donde vives, hogar en donde te sientes agusto, tranquilo, hogar es aquel sitio en el que te encuentras en calma y no temes a nada. Ethan se había convertido en mi hogar desde hace tiempo. No importaba donde pudiéramos estar, solo lo necesitaba a él para sentirme en casa.

Tras entregarle las llaves a Steve, me monté con él en el coche. Condujo en silencio hasta que llegamos a mi departamento.

-Gracias Steve- dije saliendo del coche

-Noah, no dudes en llamarme siempre que lo necesites. A cualquier hora, estoy a su disposición señorita Clare- dijo Steve tan amable y profesional como siempre

Me acerqué y le di un último abrazo a Steve. Veía en Steve esa figura paterna que tanto extrañaba.
Steve se limitó a sonreír ante mi gesto y me observo en todo momento mientras entraba al edificio. Ya en casa, Cath se encontraba en el sofá viendo un reality que echaban a esa hora. Llevaba unos calcetines gruesos y su pijama de zanahorias. Automaticamente sus ojos se posaron en los mios y no necesité contarle nada ya que Cath y yo nps unia un vinculo tan especial que con tan solo mirarnos ya sabiamos lo que sentia la otra.

Cath me hizo un gesto en el sofa para que me sentara a sau lado. Dejo la tarrina de helado encima de la mesa y me acerque a ella. Me abrazó dándome un beso en la frente mientras que su mano subía y bajaba por mi brazo.

-No puedo más Cath- dije entre lagrimas apoyando mi cabeza en su pecho

-Shhh, tranquila cariño- dijo Cath tapandome con la manta con ella

-He dejado el trabajo- dije casi en un susurro. No sabía si se lo estaba contando a ella o es que necesitaba escucharlo en voz alta para poder asimilarlo por fin. Cath no dijo nada al respecto solo me dio otro beso en la cabeza mientras que su mano acomodaba los mechones que salían de mi coleta.

Cath era una hermana para mi, me sentía muy afortunada de tenerla en mi vida. La conocí el primer día que llegué a Londres. Es como si el destino nos quisiera unir. Literalmente nos conocimos de la manera más graciosa que existe. Ambas nos encontrábamos en el puesto de palomitas. Yo porque acababa de llegar a la ciudad y el olor de las palomitas hizo que mi estómago gruñese. Cath se encontraba también ahí. Yo pedí unas palomitas normales mientras que ella pidió unas palomitas dulces. Lo gracioso fue que un niño pequeño que jugaba ahí en la calle nos dio con la pelota y ambas chocamos cayendo y vertiendo las palomitas. Nos reímos como durante quince minutos por aquella situación embarazosa y después de eso no nos separamos nunca.

DESTINADOS A PERDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora