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LOGANCruzo las grandes puertas de cristal que separan el bullicio del paddock de la calma de las oficinas en el circuito de Países Bajos. Las luces fluorescentes del techo iluminan el suelo pulido, creando un resplandor uniforme que refleja mi figura mientras avanzo con determinación. Cada paso que doy resuena en el pasillo vacío, un eco que amplifica mi creciente frustración. Mi mente, sumida en la estrategia para la clasificación que se viene en un par de horas más, pero una figura familiar se interpone en mi camino.
Lorenzo está allí, con una presencia que impone respeto. Sus ojos, normalmente serenos, arden con una ira palpable. La tensión en sus hombros y la forma en que se cruza de brazos indican claramente su descontento. Su postura rígida y el ceño fruncido me hacen saber que está a punto de desatar una tormenta.
—Logan, necesitamos hablar —ordena Lorenzo, su voz es un filo cortante, desprovista de amabilidad.
Siento cómo una ola de frustración se despliega en mi interior, tensionando mi mandíbula involuntariamente. Intento calmarme, pero las palabras que se me escapan son más tensas de lo que esperaba.
—Tengo que ver a Christian, me llamó urgente. Luego paso por tu oficina —digo, tratando de suavizar la tensión con una voz que traiciona mi nerviosismo.
—Ahora, Logan —exclama Lorenzo, su tono inflexible y cargado de urgencia—. Lo que tengas que hacer no me importa.
El aire entre nosotros se torna denso, como una niebla que envuelve el espacio y refuerza el peso de la conversación inminente. Lorenzo me guía hacia su oficina. Cada paso que damos amplifica el eco en el pasillo, creando una sinfonía de tensión que nos acompaña. Las paredes de la sala están decoradas con fotografías en blanco y negro de carreras antiguas, un recordatorio sombrío de la historia y la tradición que ahora parece estar en juego.
Al llegar, Lorenzo cierra la puerta con un golpe seco que reverbera en mis oídos, sacudiendo el suelo bajo mis pies. La oficina es mediana y austera. Un escritorio rectangular de madera oscura ocupa una esquina del espacio, con dos sillas frente al mueble de manera ordenada. Las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro de carreras antiguas, una irónica representación de la historia del automovilismo que contrasta con la intensidad del momento. Lorenzo cierra la puerta con un golpe seco que reverbera en mis oídos, sacudiendo el suelo bajo mis pies.
Lorenzo se detiene al borde del escritorio, sus brazos cruzados sobre el pecho. La postura rígida y autoritaria subraya la seriedad de la situación. Su mirada es un torrente de furia y desdén.
—¿Qué pasa? —le respondo, tratando de no dejar que mi irritación se manifieste completamente. La formalidad en mi tono contrasta con la creciente inquietud en mi pecho.
Lorenzo avanza un paso, su mirada fija en mí como si intentara perforar mis pensamientos. El silencio se vuelve denso, cargado de una tensión que se siente casi física.
—He oído rumores —dice, su tono lleno de una amenaza apenas velada—. Rumores sobre tu situación personal.
El corazón me da un salto. Mi mente corre a mil por hora, intentando conectar los puntos, buscando alguna explicación que pueda suavizar la tormenta inminente. La preocupación en su mirada, evidente en el fruncimiento de su ceño, se dirige directamente a mi vida privada. Me esfuerzo por mantener la compostura.
—¿A qué rumores te refieres? —pregunto, mi voz forzada a sonar neutral. La preocupación por lo que pueda suceder a continuación es casi abrumadora.
Lorenzo se acerca más, y su presencia cercana intensifica la sensación de confrontación. La textura fría y dura del aire parece aumentar la presión en el ambiente. La luz fluorescente acentúa la dureza de su expresión, creando una atmósfera casi intimidante.
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Curvas Peligrosas [+18] [Finalizada]
RomanceNicki y Logan se consideran mutuamente las personas más insoportables. Sin embargo, su relación da un giro radical cuando comienzan a trabajar juntos en un proyecto que los obliga a pasar una gran cantidad de tiempo en estrecha colaboración. A medid...