★彡[ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏɴ]彡★
En un mundo donde las tradiciones y roles de género son estrictamente definidos, Jungkook, un tierno omega de 19 años, ha crecido en un entorno opresivo. Desde su infancia, ha sido educado en casa por su madre, quien le ha enseñad...
Jungkook, un lindo omega, vivía en casa de sus padres, donde desde muy pequeño fue educado de la manera más estricta y exigente. La presión que sentía en su hogar era palpable; cada día parecía una batalla constante entre cumplir con las expectativas de su familia y descubrir quién era realmente.
Su madre, también omega, le había enseñado todo lo que un buen omega debía ser y hacer. Desde temprana edad, Jungkook aprendió a cuidar su cuerpo, mantenerlo sano y en forma. Su madre insistía en que debía tener la piel blanca y exfoliada, siempre perfecta para su futuro alfa. La cocina era otro de los campos de entrenamiento: Jungkook se convirtió en un experto en preparar platos elaborados que deleitaran el paladar de su familia. Limpiar toda la casa, lavar los trastes y barrer eran tareas que se habían convertido en rutina diaria para él.
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La voz de su madre resonaba en su mente como un eco constante: "Debes ser callado y respetar las órdenes que te dé tu alfa". Con cada palabra, le enseñaba a acatar sin cuestionar, a someterse a la autoridad masculina que dominaba su hogar. A menudo le recordaba cómo debía planchar bien la ropa y bolear los zapatos para tener todo listo para su alfa. Y si alguna vez fallaba en sus tareas, sabía que las consecuencias podían ser severas.
—¿Dónde está el pan? —preguntó molesto Doyun, el padre de Jungkook.
—Cariño, a Jungkook se le rompió la bolsa cuando venía de regreso —respondió su madre con la cabeza agachada.
—¿Por qué no compraron más? —volvió a preguntar Doyun, pero esta vez con aún más molestia.
—Ya habían cerrado cuando volví —contestó Jungkook, manteniendo la mirada baja, sintiendo cómo el peso de la decepción lo aplastaba.
—¡Estúpidos omegas! —bufó molesto Doyun.
—Sírveme más arroz —pidió Luhan, el hijo mayor y alfa de la familia.
Jungkook continuó comiendo en silencio, cansado de que siempre lo interrumpieran durante las comidas. Cada bocado se sentía como un desafío a su paciencia; deseaba tener un momento de paz. Sin embargo, antes de que pudiera buscar la mirada comprensiva de su madre, ella le dio un codazo sutil que lo hizo temeroso ante lo que podía venir. Su padre le quitó el tazón de arroz con brusquedad y lo lanzó al suelo, haciendo que el sonido del impacto resonara por toda la cocina y asustara al menor de la familia.
