𝐄𝐋 𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐒 𝐏𝐎𝐄𝐌𝐀𝐒 • Ona Batlle

𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟔

𝐄𝐋 𝐃𝐄𝐒𝐂𝐔𝐁𝐑𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎

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Ona

Esa tarde en casa de Valeria había sido tranquila, como muchas otras. Habíamos decidido quedarnos en casa en lugar de salir, optando por ver una película que me hacía reír, mientras nos preparábamos para una tarde de relax. Valeria había estado ocupada en la cocina, preparando algunos bocadillos, mientras yo me acomodaba en el sofá. No tenía nada más en mente más allá de disfrutar del tiempo juntas.

Durante la espera, me levanté y empecé a curiosear por la habitación, mi mirada cruzando los objetos familiares que decoraban su espacio. En una esquina del escritorio, noté una libreta medio oculta bajo unos papeles y libros. La curiosidad pudo más que yo, y me dirigí hacia ella, abriéndola suavemente.

Al principio, pensé que era simplemente un cuaderno para tomar notas, pero cuando vi las páginas, me di cuenta de que estaban llenas de versos. El estilo era muy diferente al de un simple diario; eran poemas, y estaban escritos con una caligrafía delicada que hablaba de una profunda sensibilidad. Me adentré en la lectura, intentando entender el contexto de esos versos.

Las estrellas en el cielo.
Son como tus ojos brillando en la noche.
Cada destello, una promesa.
De sueños y esperanzas infinitas.

El poema hablaba de estrellas y sueños, algo que me parecía familiar. Mientras pasaba las páginas, los versos comenzaban a parecerme más personales. Había menciones de risas compartidas, de momentos bajo el cielo estrellado, de sentimientos que resonaban con lo que yo había experimentado con Valeria. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, un nudo de confusión formándose en mi estómago.

Tu risa es un faro en la tormenta.
Una melodía que llena el vacío.
Y cada instante contigo.
Es un tesoro guardado en mi corazón.

Las palabras empezaron a tener un eco más profundo a medida que leía. Las referencias a nuestras experiencias juntas, a las tardes en la playa, a los momentos de conversaciones bajo las estrellas; todo parecía encajar de una manera que no podía ignorar. La forma en que el poema hablaba de mí y de nuestros momentos juntas se sentía personal, íntima.

Mi respiración se volvió más rápida mientras pasaba las páginas. Cada poema parecía capturar un pedazo de lo que había sido nuestra amistad, pero también algo más, algo que no podía descifrar completamente. La sensación de desasosiego creció cuando me encontré con un poema titulado Confesión.

En cada duda que expresas.
Encuentro el reflejo de mis propios deseos.
Y aunque te animo a buscar tu verdad.
Mi corazón anhela ser parte de esa búsqueda.

Ese poema fue un golpe directo. La realidad de las palabras me impactó. Mis sentimientos y las dudas que había compartido con Valeria en la última conversación se reflejaban allí, pero con un matiz que nunca había imaginado. Las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos, y un sentimiento de culpa y sorpresa me invadió.

No podía quedarme allí sentada. Tenía que enfrentar a Valeria. Devolví el cuaderno a su lugar y traté de calmarme antes de salir del cuarto. La voz de Valeria, que provenía de la cocina, me llamaba, y la vi entrar con una bandeja de bocadillos.

-¿Todo bien? -preguntó con una sonrisa, pero al ver mi expresión, su sonrisa se desvaneció. -¿Qué sucede, Ona?

La miré, mi corazón palpitando con fuerza.

-Necesito hablar contigo, Valeria. Es sobre los poemas que encontré.

Su rostro se puso pálido y se quedó en silencio. Entendí entonces que no había necesidad de más palabras para aclarar la situación. Me tomó unos momentos reunir la valentía para seguir.