Finales Alternativos (EvilCharming)

Capítulo 30

Las luces brillantes de la sala de emergencias se reflejaban en el equipo de médicos con batas blancas mientras el corazón de David latía con fuerza en sus oídos, lo que lo hacía sentir mareado. Se quedó de pie, impotente, mientras los observaba apresurarse a darle sangre a Regina después de la cantidad que había perdido. Trató de concentrarse en lo que decían, pero las voces parecían pulular entre las miradas al cuerpo sin vida de ella en la mesa frente a ellos.

Se sentía enfermo. Se sentía enojado. Se sentía asustado. Incluso con el corazón roto. Estaba dividido en todas direcciones, queriendo estar con Regina pero sintiendo que estaba perdiendo el tiempo para encontrar a su bebé. O por dónde empezar. Le dolía la cabeza, el pecho y el estómago se le revolvía. Apenas le habían permitido entrar en la habitación con ella, uno de los enfermeros incluso había comenzado a negarle la entrada cuando corrió tras su carrito de emergencia. Sin embargo, David lo había empujado y rápidamente lo olvidaron mientras todos trabajaban para salvarla.

—¿Lo logrará? —preguntó, aparentemente ignorado mientras los miraba—. ¿Lo logrará? —gritó más fuerte, pasándose las manos por el cabello con frustración, sintiendo que estaba a punto de perderlo.

—Estamos haciendo todo lo que podemos —dijo Whale por encima del hombro a David con una expresión sombría antes de darse vuelta—. Ha perdido mucha sangre, parece que tuvo una hemorragia cuando dio a luz. —Luego murmuró órdenes a sus enfermeras que respondieron de inmediato para preparar a Regina para ser examinada.

—Señor, tendrá que salir ahora —le dijo una enfermera de mala gana, tomando suavemente el brazo de David cuando se dio cuenta de que ni siquiera podía responder. Sus ojos no se apartaron de Regina mientras la enfermera lo acompañaba fuera de la habitación hasta que se cerró la puerta. Intentó recuperar el aliento a pesar de la ansiedad mientras se apoyaba contra la pared junto a la puerta, hundiéndose en ella para sentarse y esperar.

—David —Henry corrió por el pasillo sin aliento y se detuvo de golpe cerca de él—. ¿Mi mamá? ¿Está bien? —Cayó de rodillas frente a él, con lágrimas en los ojos. La abuela lo había llevado al hospital cuando Killian llamó para avisarles que habían encontrado a Regina. Emma se lo explicó en la sala de espera antes de que él saliera corriendo por el pasillo.

David levantó la cabeza, con los brazos apoyados en las rodillas y las manos en el pelo. Miró a Henry y vio su propia desesperación reflejada en los ojos del hijo de Regina. Las palabras se le atascaron en la garganta cuando intentó responder, sin saber qué decir.

—¿Abuelo? —Henry tragó saliva con fuerza mientras las lágrimas empezaban a rodar por su rostro.

—No lo sé, Henry —dijo David con voz entrecortada, atrayendo a su nieto hacia él en un fuerte abrazo mientras ambos se derrumbaban sobre la mujer del otro lado de la pared.

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Pasaron las horas y el día se convirtió en noche, aunque Emma no había parado desde que llevaron a Regina al hospital. Después de haber asegurado a David y Henry allí para vigilar a la alcaldesa, había vuelto a la búsqueda de su bebé. Recorrió la casa de Zelena sin piedad, vaciando todos los armarios y cajones que pudo encontrar, derribando todas las puertas. Algo tenía que estar allí, alguna pista de lo que Zelena había hecho con el niño.

Emma controló sus emociones y las reprimía con cada patada a cada puerta de armario y cada golpe a cada encimera. ¿Quién sabía adónde había ido Zelena? ¿Acaso tenía la última semilla mágica que le permitía escapar de regreso a Oz? ¿Estaba escondida en algún lugar de su reino?

La sheriff se mordió el labio brutalmente fuerte mientras golpeaba la pared a su lado con el costado del puño, tratando de contener las lágrimas. La imagen del cuerpo inerte de Regina en los brazos de su padre camino del hospital ardía en su mente. Algo en ver a su amiga, la mujer más fuerte que conocía, tan débil y agotada, la sacudió hasta lo más profundo.