2. DESTRUCTORA DE VIDAS

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Un par de toques en mi puerta fueron los que, al fin, me espabilaron, era Carol, y hacerme consciente mí misma fue peor, había dormido, sí, pero sentí como si no lo hubiera hecho en toda la noche

—¿Muriel? ¿Estás despierta? —dijo del otro lado de la puerta

—Pasa— me removí en la cama, aun no me sentía lista para levantarme y hacerme responsable de un compromiso. Carajo

—Señorita — dijo mientras recorría las cortinas— el Rey quiere desayunar con usted

—¿Baco quiere desayunar conmigo? —Carol asintió mientras buscaba un bonito vestido verde

¿Cuándo fue la última vez que compartí una comida con mi padre?

—Dijo que quería hablar sobre su boda

Asentí, lo cierto es que era extraño comer con él, por lo general prefería atender sus asuntos o estar solo y yo desayunaba, comía y cenaba con Carol y Ed, al principio fue duro, es decir yo era una niña de diez años que no solo había perdido a mi madre y mi futuro hermano, ese día, también había perdido a mi padre.

Esto no era normal y algo me decía que había más, mucho más que una simple boda por oro

Mire a Carol, quería hacerle miles de preguntas mientras preparaba el atuendo de hoy

—¿Le gusta éste? —me mostro un tarje azul, asentí sin darle importancia y dejé que me ayudara a bañarme, peinarme y maquillarme y una vez que termino de vestirme, caminamos hasta el comedor, los guardias, aquel par que siempre custodiaba cualquier lugar donde estuviera el Rey, me dieron un asentimiento abriendo las puertas

—El Rey la espera, majestad

Un revoltijo se planto en mi estomago, apreté los labios y me obligué a ocultarlo, a enterrarlo y desaparecerlo en mi interior

Entre al enorme salón y aun cuando era mi hogar, cargado en excesivos y ostentosos detalles, se sentía frío, lúgubre, era extraño estar aquí y aún más ver a mi padre, invadiendo el espacio. Baco, estaba frente al ventanal, tenía la mirada perdida en el laberinto del jardín con una copa de vino tinto entre los dedos.

—Majestad —dije llamando su atención y haciendo una pequeña reverencia, en cuanto me miro, una sonrisa fue su respuesta

—Hija mía, por favor siéntate —lo hice con ayuda de Meni, el hombre que siempre se encargaba de abrir la silla para mi, retirar los platos o mantener nuestras copas llenas— me complacerá escuchar ¿cómo estas? —sorbió de la copa

Lo miré ¿En serio me estaba preguntando eso? Abrí la boca, con cientos de insultos en la punta de la lengua ¿Cómo quiere que este?

—Baco...—un caliente y exquisito plato fue puesto frente a mí, lo miré un segundo y sentí la mano de Meni, darme un suave apretón en el hombro., antes de dejarnos solos. Tome aire y mire a mi padre—Bien, bastante curiosa, me intrigan tus razones y estoy ansiosa de escucharte —forcé una sonrisa oxigenando el vino, mire de nuevo mi platillo el aroma a especias del cordero me hizo agua la boca, pero me detuve a esperar que llegara su platillo antes de darle un bocado al mío

Mi padre me observó y cuando nuestros ojos se encontraron, me dedicó otra sonrisa, un gesto... calculado que no me gustó

—Es distinto verte así... hasta hace unos días seguías haciendo rabietas y jugando con Ed como si fueran niños — soltó una pequeña risa como si la situación realmente le divirtiera

Le di un nuevo y suave trago la copa haciendo esperar mi respuesta

—Bueno... ya no somos unos críos, de hecho, pronto voy a casarme al parecer — lo miré y sonreí — ¿Me dirás qué pasa?

KalonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora