Otra noche sin dormir, sin poder descansar, una noche más donde su consciencia la torturaba segundo a segundo.
Cerrar los ojos representaba ver a Calle, verla desnuda, jadeante, entregada, siendo suya... Solamente suya. Aquellas imágenes la torturaban de una forma que jamás creyó posible, incluso más que cuando solo fantaseaba con ello.
De no haber sido por Sebastian y Mario, y su estúpida idea de alterar su bebida para qué, según ellos, esa noche se divirtiera sin ninguna restricción; sus más bajos deseos y sus propios impulsos no hubieran sido más fuertes que ella. No le hubieran nublado el juicio, y ella no habría... Prácticamente abusado de Calle.
—¡Maldita sea! — gritó mientras amortiguaba el volumen de su voz con una almohada en su rostro, mientras sentía las lagrimas acumulándose en sus ojos.
Todos aquellos años desde el día que había aceptado su enferma obsesión por su hermana había desquitado su deseo sexual de diferentes maneras, incluso con otras mujeres desde que se había convertido en activa sexualmente. Toda aquella temple y la careta de buena hermana que había construido para disimular la verdadera naturaleza de sus sentimientos, todo se había ido a la mierda por sus celos.
—¿Qué se supone que haga ahora señor oso? — le preguntó al gran oso de peluche que Calle le había regalado en uno de sus cumpleaños cuando niñas, y al que tanto amaba — fingir amnesia parece que ha estado funcionando, es decir, a veces siento la mirada penetrante de Calle sobre mi, pero ella no me ha hecho ningún reclamo.
Tras su monólogo que sabía que no iba a ser contestado, suspiró con pesadez y cansancio. Intentó de muchas maneras solo quedarse dormida, pero falló en todas ellas, así que sin más solo salió de la cama y bajó a la cocina por un vaso de agua. Al subir, escuchó un quejido salir de la habitación de Calle. Dudó en acercarse, pero como hermana mayor y la única adulta tras la ausencia de sus padres en casa y por todo el fin de semana, tenía la responsabilidad no solo de velar por su hogar, si no también de su hermana menor.
Con las manos temblorosas tomó el pomo de la puerta y con la mayor delicadeza que pudo giró la cerradura la cual cedió sin problema alguno. Cuando se atrevió a empujar suavemente la puerta, aquel quejido se había convertido en un gemido que la hizo detenerse en seco. Luego otro que le aceleró el corazón, y otro más que la llevó a espiar cautelosamente en el interior de la habitación.
En medio de aquella cama se encontraba Calle, tratando de callar inútilmente sus gemidos con una de sus manos, mientras que con la otra sacaba y metía sus dedos en su cavidad. Aquella afrodisiaca visión generó en Poché una corriente eléctrica que golpeó cada punto sensible de su cuerpo, instalándose en su miembro impidiéndole apartar sus ojos de aquel adictivo cuadro.
Sin embargo, el susurro de una simple palabra le fue suficiente para reaccionar y correr de regreso a su habitación. Apoyó todo su peso contra la puerta cerrada atrás de ella y tapó sus oídos con desesperación dejándose caer hasta el suelo, permitiendo que las lagrimas fluyeran libremente mientras la voz de Calle taladraba su mente repitiendo una y otra vez aquella excitante y cruel palabra en medio de su orgasmo...
—Poché...
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¡¡Disfrútenla!!
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𝑨𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝑷𝒆𝒄𝒂𝒅𝒐 (𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́)
Romance-¡Estás enferma María José! - gritó aterrado aquel hombre al ver el arma que tenía la nombrada en las manos- ¡Matarme no va a darte la paz que tanto buscas! -¡Venga! no te creas tan importante. Solo eres una de las tantas basuras que ensucian mi cam...