¿𝑽𝒂𝒔 𝒂 𝒅𝒆𝒏𝒖𝒏𝒄𝒊𝒂𝒓𝒎𝒆?

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Había pasado una semana. Una maldita semana donde aun no lograba descubrir el patrón que Poché utilizaba para poder evadirla; así que si quería respuestas, ella utilizaría medidas drásticas para conseguirlas. Ella no podía huir de su conversación pendiente por más tiempo.

Debían enfrentarlo.

Ambas.

Las dos.

Juntas.

El reloj de su habitación marcaba las 11:50 cuando decidió que era momento de poner en marcha su plan. Salió de su habitación y descalza para no hacer ningún ruido y así poder colarse en la habitación de su hermana. Había tenido que robarle a su madre el manojo de las llaves de repuesto de cada una de las puertas de su casa ya que Poché siempre colocaba el seguro en su puerta.

Al entrar encontró a su hermana plácidamente durmiendo, tenía algunas manchas oscuras debajo de sus ojos que habían permanecido en su lugar durante algunos días, como si no lograra conciliar el sueño, como si algo se lo impidiera; aun así su belleza resaltaba con el reflejo de la luna colándose por la ventana. Su largo y sedoso cabello oscuro parecía casi brillar. 

Poché dormía apoyada sobre su estómago, no tenía camisa y su espalda bien definida parecía protagonizar el momento, así como los músculos de sus brazos que se contraían al estar flexionados. Una fina sabana cubría de sus caderas para abajo. Le encantaba aquella imagen. Deseaba con todas sus fuerzas recorrer cada parte del cuerpo de su hermana con sus besos y manos. 

¡Dios! La deseaba tanto.

Se sentó en la cama y con la yema de sus dedos recorrió las finas hebras de su cabello —Poché... — susurró completamente hipnotizada por la belleza de la mujer que dormía. Por aquellos rosados y apetecibles labios que no pudo evitar besas.

Pero para su desdicha y molestia, aquel beso no duró más de algunos segundos, los mismos que le tomó a Poché despertar, comprender lo que estaba sucediendo y actuar al respecto.

—Calle, ¿Qué estás haciendo?— preguntó Poché seria a su hermana menor y sentarse aun un poco aturdida en la cama.

—¿Qué no es más que obvio? — preguntó Calle molesta mientras se levantaba del suelo a donde Poché la había mandado a parar.

—¿Es que acaso te haz vuelto loca? ¡Santo Dios! ¡No vuelvas hacer aquello! —dijo la mayor respirando con algo de dificultad. Le gustaba su hermana, quería que fuera suya y aquello no estaba bien, Calle no debería de estar en su habitación, debería estarla odiando por lo que le había hecho y debía alejarse lo más que podía de ella.

—¿Es en serio? ¿En serio te estás escandalizando por un simple beso cuando tu me haz hecho el amor en las escaleras, en mi habitación y lo haz intentando hace poco en la cocina? — se atrevió a preguntar la castaña algo incrédula por la actitud de su hermana mayor.

—Yo no... — intentó excusarse.

—¡No! ¡No te atrevas a negarlo! —dijo Calle furiosa — Los chupetones que me haz dejado apenas y se han desvanecido... — dijo segura — se que no estoy loca, se que no lo soñé.

—¿A eso haz venido? ¿A buscar mi confesión? — indagó Poché asustada saliendo de su cama y poniéndose de pie. Aquello le daba la vista perfecta a la menor de poder apreciar el espectacular y formado cuerpo de Poché quien paseaba nerviosa por todo el lugar — ¿Vas a denunciarme? ¿Por eso me haz besado, para obtener pruebas?

—Primero, si te he besado es porque así yo lo he querido — aclaró la castaña — segundo, ¿De verdad me crees capaz de denunciarte? — preguntó algo incrédula.

𝑨𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝑷𝒆𝒄𝒂𝒅𝒐 (𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora