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Minho maldijo en voz baja y le dirigió a Bang una mirada malhumorada. Christopher respondió arqueando con ironía una de sus cejas. A pesar de que llevaba una chaqueta de montar de tweed, tenía el cuello de la camisa abierto, lo que dejaba al descubierto la fuerte línea de su garganta.

Durante sus encuentros anteriores, Bang siempre había estado vestido de forma impecable y acicalado a la perfección. En ese momento, sin embargo, sus rizos negros estaban alborotados y, a decir verdad, le hacía falta un afeitado. Cosa extraña, verlo así le provocó un agradable estremecimiento en las entrañas y una curiosa debilidad en las rodillas.

Pese a lo desagradable que le resultaba el conde, el joven tenía que reconocer que
Bang era un alfa extremadamente atractivo. Sus facciones eran demasiado grandes en algunos lugares y demasiado severas en otros, pero había cierta armonía ruda en la estructura de su rostro que hacía que la belleza clásica resultara del todo irrelevante. Había pocos alfas que poseyeran una virilidad tan arraigada esa fuerza de carácter que resultaba demasiado poderosa como para pasarla por alto. No sólo se sentía cómodo con su posición de autoridad, sino que era evidente que le resultaba imposible aceptar otro papel que no fuese el de líder.

Puesto que Minho era un joven que siempre se había sentido inclinado a lanzarle huevos
a la cara a la autoridad, encontraba en Bang una tentación irresistible. Pocos instantes le habían resultado tan satisfactorios como aquellos en los que había conseguido sacarlo de sus casillas.

La mirada especulativa de Bang se deslizó desde su cabello enredado hasta las líneas no encorsetadas de su figura. Minho se preguntó si iba a echarle un sermón en público por atreverse a jugar al rounders con un grupo de mozos de cuadra y le devolvió la mirada con una de su propia cosecha. Trató de parecer desdeñoso, pero no le resultó fácil, ya que un simple vistazo al cuerpo fuerte y atlético de Bang le produjo otro enervante estremecimiento en la boca del estómago.

Yongbok tenía razón: sería difícil, por no decir imposible, encontrar a un alfa más joven que pudiera rivalizar con la fuerza viril de Bang.

Sin apartar los ojos del mayor de los Lee, el conde se separó muy despacio de la cerca del corral y se acercó. Con el cuerpo rígido, Minho se mantuvo en su lugar. Era alto para ser un omega, hecho que los colocaba prácticamente a la misma altura; sin embargo, aun así, Bang le sobrepasaba al menos en fuerza.  Mientras lo miraba a los ojos, que eran de un tono castaño tan intenso que parecían negros, la inquietud hizo que se le pusieran los nervios de punta.

La voz de Bang era profunda, de una textura parecida a la grava envuelta en terciopelo.

—Debería acercar más los codos al cuerpo.

Puesto que esperaba una crítica, semejante comentario pilló a Minho desprevenido.

— ¿Cómo?

La mirada aguda del conde descendió ligeramente cuando contempló el bate que Minho aún sostenía en la mano derecha.

—Que debería acercar más los codos al cuerpo. Tendrá más control sobre el bate si reduce el arco del movimiento.

Minho frunció el ceño.

— ¿Hay algún tema en el que no sea un experto?

Un destello de diversión se reflejó en los oscuros ojos del conde mientras parecía
considerar la cuestión con detenimiento.

—No sé silbar —dijo al final—. Y mi puntería con la balista es bastante deficiente. Aparte de eso... —Levantó las manos en un gesto de indefensión, como si fuera incapaz de recordar alguna otra actividad en la que no fuera más que diestro.

— ¿Qué es una balista? —preguntó Minho— ¿ Y qué quiere decir con eso de que no sabe silbar? Todo el mundo sabe silbar.

Bang frunció los labios para formar un círculo y soltó un inaudible soplido de aire. No era consiente de lo cerca que estaban hasta que Minho percibió su aroma alfa a licor. Parpadeó por la sorpresa y al instante, su mirada descendió hasta la boca del hombre y después, hasta el cuello abierto de su camisa de donde emanaba su aroma, su piel tenía un aspecto suave y cálido.

Blossom in Autumn ⏐ChanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora