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Minho pasó casi toda la noche en la cama de Christopher. Se despertó de vez en cuando para encontrarse envuelto por el calor de su cuerpo y el de las suaves capas de lino, seda y lana. Christopher debía de estar exhausto después de haber hecho el amor, porque apenas emitía ruido alguno y casi no se movía. No obstante, cuando se fue acercando la mañana, fue el primero en levantarse. Perdido en un agradable sopor, Minho protestó cuando él lo despertó.

—Casi ha amanecido —le susurró Christopher al oído—. Abre los ojos. Tengo que llevarte a tu habitación.

—No —protestó Minho, adormilado—. Dentro de unos minutos. Más tarde. —Trató de acurrucarse de nuevo entre sus brazos. La cama estaba tan cálida y el aire era tan frío... Además, sabía que el suelo estaría helado bajo los pies.

Christopher lo besó en la coronilla y lo incorporó hasta dejarlo sentado.

—Ahora —insistió con gentileza al tiempo que le acariciaba la espalda—. La doncella aparecerá para preparar la chimenea y muchos invitados saldrán a cazar esta mañana, lo que significa que se levantarán pronto.

—Algún día tendrás que explicarme por qué los alfas sienten esa insana alegría al salir antes del amanecer para deambular por campos fangosos y matar animalitos — gruño Minho a la par que se arrebujaba contra su poderoso pecho.

—Porque nos gusta medirnos contra la naturaleza. Y, lo que es más importante, nos proporciona una excusa para beber antes del mediodía.

El joven sonrió y le acarició el hombro con la nariz al tiempo que deslizaba los labios sobre la tersa piel masculina.

—Tengo frío —susurró—. Métete conmigo bajo las mantas.

Christopher gruñó por la tentación que él representaba y se obligó a abandonar la cama. De inmediato, Minho se acurrucó bajo las sábanas, apretando los suaves pliegues de la camisa de Chris contra su cuerpo. Pese a todo, él no tardó en regresar totalmente vestido y en sacarlo de debajo de las mantas.

—Quejarte no te servirá de nada —le dijo mientras lo envolvía en una de sus batas—. Vas a volver a tu habitación. No pueden verte conmigo a estas horas.

— ¿Tienes miedo a otro escándalo? —preguntó Minho.

—No. Aunque, por naturaleza, tiendo a conducirme con discreción siempre que es posible.

—Siempre tan caballeroso —se burló Minho, que levantó los brazos para que le anudara el cinturón de la bata—. Deberías casarte con un joven que fuera tan discreto como tú.

—Ya, pero esos jóvenes no son ni la mitad de entretenidos que los perversos.

— ¿Eso soy? —preguntó Minho mientras le rodeaba los hombros con los brazos— ¿Un chico perverso?

—Sin duda alguna —respondió Christopher antes de cubrir la boca del muchacho con la suya.

—Sin duda alguna —respondió Christopher antes de cubrir la boca del muchacho con la suya

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Blossom in Autumn ⏐ChanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora