025| A DISCUSSION AROUND THE CORNER

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UNA DISCUSIÓN A LA VUELTA DE LA ESQUINA

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AQUELLA MAÑANA, EN LA SALA COMÚN DE GRYFFINDOR, EL ESPÍRITU NAVIDEÑO ESTUVO AUSENTE

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AQUELLA MAÑANA, EN LA SALA COMÚN DE GRYFFINDOR, EL ESPÍRITU NAVIDEÑO ESTUVO AUSENTE. Hermione había encerrado a Crookshanks en su dormitorio, pero estaba enfadada con Ron porque había querido darle una patada. Ron seguía enfadado por el nuevo intento de Crookshanks de comerse a Scabbers. Harry junto con Isabella desistieron de reconciliarlos, ambos decidieron a examinar las ambas Saeta de Fuego que habían bajando con ellos a la sala común. Ni ellos sabían por qué, esto también parecía poner a Hermione de malhumor (Isabella nunca lo uso por miedo que estuviera hechizado o algo parecido, por eso Mione la ayudaba buscar alguna información en la biblioteca, pero no encontraron nada.) A pesar que ella no decía nada cerca de los chicos, solo con su mejor amiga, pero no dejaba de mirar con malos ojos a ambas escobas, como si ella también hubiera criticado a su gato.

A la hora del almuerzo bajaron al Gran Comedor y descubrieron que habían vuelto a arrimar las mesas a los muros, y que ahora sólo había, en mitad del salón, una mesa con doce cubiertos.

Se encontraba allí los profesores Dumbledore, McGonagall, Snape, Sprout y Flitwick, junto con Filch, el conserje, que se había quitado la habitual chaqueta marrón y llevaba puesto un frac viejo y mohoso. Sólo había otros tres alumnos: dos del primer curso, muy nerviosos, y uno de quinto de Slytherin, de rostro huraño.

—¡Felices Pascuas! —dijo Dumbledore cuando Harry, Isabella, Ron y Hermione se acercaron a la mesa—. Como somos tan pocos, me pareció absurdo utilizar las mesas de las casas. ¡Sentaos, sentaos!

Harry, Isabella, Ron y Hermione se sentaron al final de la mesa.

—¡Cohetes sorpresa! —dijo Dumbledore entusiasmado, alargando a Snape el extremo de un grande de color de plata. Snape lo agarró a regañadientes y tiró. Sonó un estampido, el cohete salió disparado y dejó tras de si un sombrero de bruja grande y puntiagudo, con un buitre disecado en la punta.

Isabella, acordándose del boggart, miró a su hermano y junto con él y Harry se rieron. Snape apretó los labios y empujo el sombrero hacia Dumbledore, que enseguida cambio el suyo por aquél.

—¡A comer! —aconsejó a todo el mundo, sonriendo.

Mientras que miraban que servía patatas asadas, las puertas del Gran Comedor volvieron a abrirse. Era la profesora Trelawney, que se deslizaba hacia ellos como si fuera sobre ruedas. Dada la ocasión, se había puesto un vestido verde de lentejuelas que acentuaba su aspecto de libélula gigante.

—¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! —dijo Dumbledore, poniéndose en pie.

—He estado consultando la bola de cristal, señor director —dijo la profesora Trelawney con su voz más lejana—. Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con vosotros. ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prosa, pero os ruego que me perdonéis por la tardanza. . .

Isabella y el prisionero de Azkaban³ [. . .]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora