Capítulo 3.- Misión de rutina.

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Reginald conducía aquel amplio coche de nueve plazas con el que transportaba a su numerosa familia a cualquier punto de la ciudad donde se estuviera cometiendo un delito. 

Luther se sentaba a su lado al frente, en el asiento del copiloto, lugar de honor y privilegio para el líder de la academia. Justo detrás Diego, Allison y Ben, el cual había cambiado su lugar con Klaus para dejar que este se tumbara en los asientos libres de detrás.

Allison uso el reflejo del retrovisor interior para ver como iba la hinchazón de su cara bajo la mascara.

- ¿Te duele?.- pregunto Luther a su hermana, sintiéndose culpable de haber tirado a Diego sobre ella. 

- Muy poco, lo que me fastidia es que va a ponerse morado.- respondió Allison.

- ¿Te preocupas por su golpe? ¡Es a mi al que han cosido la cabeza!.- Le recordó Diego.

- Tú te me tiraste encima.

- ¡Alguien tenía que pararte!

- ¡Estamos en una misión, comportaros!.- exigió Reginald cortando la discusión.- Pongan atención, niños. Se trata de detener una banda de falsificadores. La semana pasada robaron un juego de planchas para imprimir billetes en Washington, la pista les sitúa en un almacén abandonado de a las afueras de la ciudad, tienen tintas y papel, si fallamos miles de dolores falsos llenaran las calles. Las ordenes son detener a los delincuentes y recuperar las planchas. ¿Alguna pregunta?

Se hizo un silencio y Reginald dio por sentado que nadie tenía dudas. Les dio las ultimas indicaciones por el camino, antes de detener el coche y dejar que sus hijos se comportaran como un escuadrón bien entrenado. Se deslizaron entre los edificios y  tomaron posiciones  hasta llegar a las inmediaciones del almacén. 

Cinco desapareció, apareciendo detrás de uno de los vigilantes al que dejo fuera de combate con un fuerte golpe por la espalda mientras Diego se ocupaba del otro con un certero lanzamiento de cuchillo. 

Luther se acerco a la entrada del almacén, asomando la cabeza por una rendija. Se giro a sus hermanos y mostro cuatro dedos.

- ¿Qué?.- susurro Klaus dándose por aludido.

- Significa que hay cuatro tipos dentro, zoquete.- murmuro Cinco.

- Ben y Klaus, vigilar.- susurro Luther organizando a sus hermanos.- El resto atentos a mi señal.

Cinco se adelanto sin esperar a la orden de su hermano y se teletransporto detrás de unas cajas. A Diego no le gusto que se le adelantaran y siguió los pasos de Cinco obligando al resto a entrar para cubrir a sus imprudentes hermanos. 

Klaus y Ben tomaron posiciones para vigilar el exterior. El sonido de los disparos no tardo mucho en resonar entre las paredes del almacén, llamando la atención de un par de docenas de tipos armados que aparecieron de repente como salidos de debajo de las piedras.

- ¡Mierda! ¿De donde salen?.- pregunto Klaus.

- Eso no importa, yo los entretendré tu avisa al resto.- dijo Ben.

- ¿Estas loco? ¡Son demasiado!.- repuso Klaus nervioso, viendo una manada de hombres adultos enfadados correr hacía el almacén.

- ¡Ve! Si los cogen desprevenidos los aniquilaran. 

Klaus odio la idea de dejar a Ben solo pero al verlo liberar su poder y sacar cuatro enormes tentáculos de su abdomen, se autoconvenció de que su hermano era capaz de hacer frente a los criminales por si solo y corrió al interior del almacén.  

Dentro la situación no era mucho mejor. Los cuatro hombres que Luther vio estaban derrotados en el suelo pero resulto que no estaban solos y la pelea continuaba. 

Cinco desarmo a uno de los criminales y lo golpeo en la cara con la culata de su propia arma, mandando al criminal al país de la inconsciencia mientras Allison corría el rumor de que los mal hechores debían atacarse entre ellos. 

- ¡Luther!.- llamo Klaus al líder de la umbrella mientras este peleaba a puñetazos con un tipo el doble de grande que él.

- ¡Idiota, nada de nombres, estamos en una misión!.- Le recordó Diego lanzando uno de sus cuchillos demasiado cerca de su cara.

El cuchillo paso a dos centímetros de la mejilla de Klaus, encontrando su blanco justo a su espalda. Un quejido sordo le hizo darse cuenta de que cuchillo de diego estaba clavado en uno de los delincuentes, que habiéndole ganado la espalda amenazada su vida con una enorme machete.

El tipo cayo hacia atrás como un tronco, con el cuchillo clavado entre los ojos, dejando un desconcertado espectro que miraba su cuerpo sin comprender lo sucedido. 

- ¡Cuatro, espabila!.- le grito Cinco.

Klaus se giro sintiendo un sudor frío recorriendo su espalda, suplicando que el fantasma no se hubiera dado cuenta de que podía verlo y se le ocurriera seguirlo, trago saliva y se concentro en el problema.

- ¡Vienen más! ¡Montones de ellos! Seis los esta conteniendo pero son demasiados.

Luther lanzo un gancho, desencajando la mandíbula de su contrincante con un terrible crujido que puso fin a la pelea. 

Al mismo tiempo, en el exterior, las cosas se complicaban para Ben.  El problema no era que los enemigos fueran un pequeño ejercito bien armado, si no que había perdido el control de sus poderes por completo. 

Sus tentáculos absorbían una lluvia plomo mientras se lanzaban en lo que estaba siendo una autentica matanza. Ben sufría ver como aquellos hombres eran desmembrados o partidos a la mitad como simples guiñapos, aunque fueran criminales, nadie merecía morir de una forma tan horrible. 

Quiso pararlos y contenerlos pero nada funcionaba, ni cuando el ultimo de aquellos hombres cayó a pedazos en el suelo pudo conseguir regresar los tentáculos a su interior.




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