2. un intruso en su cocina

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"Es el cocinero, gilipollas. ¿Y cómo es que habéis tardado tanto, joder?"

Juanjo frunció el ceño, porque aquella forma de dirigirse al hijo de Víctor no había sido ni con respeto ni tratándole de usted. ¿Eso significaba que él podía también insultarle? Tenía un par de cosas que decir, la verdad. Porque él ya había tenido que tratar muchas veces con gente del estilo de Martín, o algo así se llamaba. En el instituto. Cuando los pijos de su clase se metían con su mochila desgastada o el color de sus zapatillas. Se preguntó qué pasaría si en su primer día de trabajo le pegaba un puñetazo al hijo de su jefe. En realidad sería buena idea, porque así no tendría que renunciar él solo. Lo echarían y punto, adiós olor a detergente y sofás de cuero.

Lo soltó, porque aún lo tenía tomado por la muñeca. Sintió ganas de lavarse las manos. El movimiento pareció recordarle a Martin que él aún seguía ahí, escuchándolo todo, a punto de pegarle una patada al gato que ahora le arañaba la tela de sus calcetines, con la frente arrugada en disgusto y los labios apretados. No le dijo nada, lo esquivó para poder dirigirse a la nevera, sirviéndose un vaso de agua bien fría.

"Me llamo Juanjo" dijo, y no supo si se sintió mejor o si de repente la vergüenza le atacó las mejillas ante la forma que aquel chico tuvo de mirarle por encima del hombro.

Porque Martin lo miró de soslayo, mientras tragaba, escaneándole una vez más de arriba a abajo, como si la última vez no hubiera sido suficiente. Y esta vez se detuvo en sus piernas descubiertas y en sus manos hechas puños. Y a Juanjo se le escaparon los ojos a su garganta, que se bebía aquel agua casi con urgencia, como si fuera a quedarse deshidratado si no lo hacía. Y de repente el silencio que hubo entre que depositaba aquel vaso en el fregadero y su respuesta se sintió terriblemente incómodo.

"Vaya, pues qué nombre más bonito" dijo el chico del bigote, y él no supo identificar con claridad cuál había sido la intención oculta en su tono de voz.

"Pues a ver si te lo aprendes pronto."

"Qué pasa, ¿quieres que seamos amigos?"

"Con que no entres a la cocina de esas formas me vale."

"A la próxima puedo hacerlo con un ramo de flores, perdona. Es que no sabía cuando llegaría el nuevo cocinero. Pero vamos, que estoy contentísimo con la elección que ha hecho Álvaro."

"¿Que?"

"¿Vas a estar todo el verano?"

La pregunta lo descolocó un poco. Tardó unos segundos en responder.

"Si."

"Pues genial."

La chica que antes había visto bajar del coche los interrumpió. Vestía unos pantalones similares a los de su hermano, sonreía mucho y tan solo la parte superior de un bikini la cubría de cintura para arriba. Era guapa, pensó. Y andaba de manera muy graciosa, como con los talones en el aire. Se detuvo a saludar a Álvaro y, acto seguido, lo miró a él. Sus ojos se parecían a los de Martin. Martin. El mismo maleducado con el que acababa de entablar una conversación. Juanjo intentó sonreír. Aún estaba cabreado, asqueado del lugar que lo rodeaba. Incluso con el corazón algo acelerado, se dio cuenta. La mirada de aquel chico se clavó sobre su nuca, pero él decidió que lo ignoraría, que no le apetecía ni mirarle a la cara. Se sentía tan frustrado por no poder mandarle a la mierda que no volvería a hablar con él nunca más. Puto rico.

"Anda, hola. No sabía que el nuevo cocinero llegaría tan pronto."

Y Juanjo no pudo evitarlo. Miró de reojo hacia el chico apoyado contra la encimera, encontrándose con unos labios apretados en una sonrisa contenida y unos ojos brillantes de picardía. No habló, pero trató de dejarle claro lo que pensaba. Algo así como que su hermana había sido mucho más educada que él, que podría aprender un poco. Y Martin se encogió de hombros, casi de manera imperceptible, como si quisiera responderle que se la pelaba. Juanjo se sintió mosqueado de nuevo.

Cowboy Like meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora