5. nuestras charlas nocturnas

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Martin aceptó el cigarrillo que Álvaro acababa de encender, bajando un poco la ventanilla para que el humo pudiera salir al exterior. Se lo llevó a los labios, dándole una calada profunda, devolviéndoselo para pasarle el turno. Luego echó el asiento hacia atrás, ganando espacio para poder cambiarse de ropa por fin. Empezó quitándose el polo, sacándolo por la cabeza para poder reemplazarlo por aquella camiseta negra de tirantes, la misma a la que él le había recortado las mangas hace poco. Después siguió con los pantalones, importándole poco que su mejor amigo le estuviera viendo en ropa interior, envolviéndose las piernas con aquellos vaqueros anchos y reemplazando las sandalias que le rodeaban los pies por unas deportivas blancas mucho más cómodas.

Iban a salir de fiesta, como cada viernes. La discoteca que solían frecuentar no estaba ubicada en el mejor sitio, pero era la más barata de todos los alrededores. Ya habían bebido algo antes, así que se sentían animados, con ganas de entrar cuanto antes. Martin se dio aún más prisa.

"Joder, ¿sólo has conseguido eso?" le reclamó el chico a su izquierda, justo después de que Martin le extendiera frente a la cara los pocos billetes que había conseguido robarle a su padre esa misma tarde, aprovechando que se había despistado saliendo a ligar con la jardinera, teniendo que ser rápido por si a Denna le daba por pillarle, siendo justo que había estado aspirando el pasillo principal cuando se había colado en la habitación de Victor.

"¿Qué más quieres? Se me complicó la cosa, ¿vale?"

"Pensaba que ibas a aprovechar la fiesta para conseguir más. Con esto no nos da ni para tres copas."

"Bueno, pues tendremos que ser listos. Te ligas al camarero y punto."

"A ti se te dan mejor esas cosas."

"Ya, bueno, pero es que a mi no me apetece esta noche. Confía en ti, eres guapo y estás bueno, sé listo y aprovecha el culo que tienes para conseguirnos bebidas gratis."

Se suponía que Martin debía de haberles conseguido el dinero para aquella noche el martes pasado. El asunto se había torcido cuando, sin habérselo esperado, se había encontrado a Juanjo adelantándose a él y aprovechando la misma ventaja de la fiesta para colarse en sitios en lo que normalmente no debería estar. Se había distraído, se le había olvidado la razón principal por la que él había entrado en la casa. Porque Víctor no solía dejarle dinero para ir a ese tipo de discotecas, ni tampoco le dejaba estar fuera de casa tan tarde. Era a lo que se refería Martin con lo de contradecirse a sí mismo. Su padre quería que saliera, que conociera gente. Pero por alguna razón le molestaba que su hijo no conociera a la gente que a él le interesaba.

"No me jodas que de verdad fuiste a buscar al cocinero para molestarle. ¿Por eso te distrajiste?"

"¿Que? Que va. Juanjo me la pela, solo digo todas esas cosas para molestarle. No fui a buscarle a él, me distraje porque Violeta aún estaba despierta y me dio miedo que me pillase" había partes de verdad y partes de mentira en lo que había dicho. Ni él supo diferenciar qué frases correspondían a cada grupo.

"Más te vale, porque yo paso de tener que volver a hacer quince entrevistas de trabajo hasta dar con alguien medio decente. Enserio, ¿sabes lo difícil que es? La gente es rara, da miedo. Ni se te ocurra cagarla con Juanjo porque ya suficiente tengo con todo el trabajo que conlleva ser asistente de tu padre. Esta mañana me ha hecho cancelar tres veces la misma reserva en el mismo restaurante. Al final ha decidido a última hora que le apetecía verse con su socio en otro sitio. No sabes el mareo que llevo."

Acabó de retocarse el pelo. A su lado, Álvaro hizo lo mismo. Martin solía peinarlo hacia arriba cuando estaba con su familia, pero cuando salía le gustaba dejarse el flequillo hacia abajo, sin ningún producto que lo resecase. Era mucho más cómodo. Luego buscó su teléfono móvil, comprobando que sus otros amigos ya hubieran avisado de que estaba dentro. Así fue. Ya los estaban esperando. Salieron del coche y comenzaron a andar. No habían aparcado muy lejos, pero si lo suficiente como para que ningún borracho se cruzara con el coche de Álvaro. No era excesivamente lujoso, pero seguía destacando entre los demás vehículos de la gente de aquella zona, por eso era mejor ser precavidos.

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