8. el momento antes del desorden

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La semana pasó rápido, sin ningún inconveniente lo suficiente importante como para contar. Juanjo trató de centrarse en su trabajo, ignorando todo lo demás. Se despertaba temprano y cumplía con su rutina, aprovechando las tardes libres para él mismo. Llamaba a su madre y, ya de paso, a sus amigos. Se aseguraba de mantenerse informado de todo lo que pasaba en la ciudad que había dejado atrás, informándoles también a ellos sobre lo que hacía en aquella casa. Cocinar mucho y poco más. Ignorando ciertos detalles para evitar preguntas incómodas. A su madre no le importaba si en lo que llevaba de semana ya había ido dos veces con Martin al lago, y no era de la incumbencia de Ruslana si se había cruzado al hijo de su jefe noche tras noche en su cocina.

Porque Juanjo no lo planeaba. Siempre se lo encontraba siguiéndole en silencio, sin dejarle solo en ningún momento, como si de verdad fuera algún tipo de guardaespaldas y no pudiera separarse de él por mucho tiempo seguido. Y le molestaba, le molestaba mucho. ¿Pero qué iba a hacer él para impedirlo? Martin era un niñato, pero era listo. A Juanjo se le hacía casi imposible decirle que no.

Porque de verdad, ¿qué iba a hacer él si se lo encontraba sentado en el borde de su cama después de acabar de recoger la cocina, cuando el viernes por fin había acabado y la noche había acabado cayendo?  Pues nada, Juanjo no podía hacer nada. Nada a parte de sobresaltarse, claro. Porque el corazón casi se le salió del pecho al verle ahí, tan tranquilo sentado sobre sus sábanas, esperado a que apareciera con una mueca calmada en el rostro. ¿Qué iba a hacer Juanjo? No podía matarle, no era tan fácil. Tenía que callarse y joderse, porque no le quedaba de otra.

"¿Qué haces en mi cama?"

"Esperarte" le respondió, como si fuera lo más normal entre ellos.

"¿Como que esperarme?"

"Para la fiesta. ¿Acaso se te ha olvidado? Bueno, no pasa nada. Cámbiate rápido y ya está, que Álvaro llegará en cualquier momento. ¿Quieres ayuda? Con el outfit, digo."

Un suspiro se le escapó de los labios sin poder hacer nada para contenerlo. Juanjo apretó los labios, conteniéndose de muchas cosas, luego dio un paso hacia adelante para terminar de entrar en su habitación, cerrando la puerta a sus espaldas. Le había parecido oír como Violeta hablaba por teléfono con alguien, lo único que le faltaba era que le diera por asomarse y descubrir a Martin ahí. Porque no hubiera tenido manera de justificarlo. Se había colado en su cuarto y parecía bastante despreocupado mientras balanceaba las piernas en el aire, la expresión de su rostro derrochando lo mismo de siempre, algo que Juanjo no fue capaz de leer con exactitud.

"¿Me puedes recordar en qué momento te dije que aceptaba, Martin? Porque no lo recuerdo. De hecho, estoy bastante seguro de que te dije que no."

No supo qué postura adoptar con el cuerpo. Primero intentó quedarse quieto, manteniéndose cerca de la puerta con el ceño fruncido. Luego decidió que aquella pose no era tan intimidante como él había buscado en un principio, optando por cruzar los brazos sobre el pecho y arrugar más aún la piel de su frente. Por último, pensó en que si quería aparentar tener el control de la situación debía acercarse un poco más a Martin, tal vez para dejarle claro que no le daba miedo su presencia ahí, a lo mejor para demostrar que aquella sonrisa ladeada no tenía ningún efecto sobre él. Dio un paso hacia adelante. Se arrepintió al momento. Volvió a quedarse muy quieto. Se sintió inevitablemente estúpido, porque no lo entendía.

"¿Cómo? ¿No te acuerdas? Me dijiste que sí hace nada, antes de ayer. Cuando accedí a volver a escoltarte en tu camino hacia el lago y como agradecimiento me dijiste que vendrías esta noche conmigo."

Volvió a suspirar. Jugó de manera inconsciente con los dedos de su mano y dio a parar casi sin pretenderlo con la tirita que aún le envolvía el índice. Ya habían pasado días, la herida estaba casi curada. Y aún así le fue imposible no recordar aquel sentimiento de rabia cuando ocurrió el accidente. Le había molestado que Martin siempre estuviera en medio, jodiéndole mientras estaba tranquilo.

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