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El sonido estridente de la alarma me arrancó del sueño, haciéndome despertar de un sobresalto. A mi lado, sentí a Yuki moverse, apagando el aparato con un quejido bajo, mientras su cálida mano comenzaba a trazar líneas perezosas sobre mi espalda. Su tacto me envolvía como un ancla, sus caricias suaves me envolvían.

Una sensación de fatiga se extendió por mis piernas, recordándome la intensidad del "cardio" que habíamos compartido Yuki y yo la noche anterior. El dolor era sutil, pero inconfundible; una mezcla de agotamiento físico y el eco de una conexión profunda. Habíamos alcanzado una nueva etapa en nuestra relación, una etapa emocionante y peligrosa, donde cada momento juntos era una chispa de pasión que podía encenderse en cualquier instante. Sin embargo, sabía que esa intensidad también exigía cuidado, un equilibrio entre lo que compartíamos y lo que aún estaba por venir.

Afortunadamente, el chip anticonceptivo que llevaba, junto con las pastillas para regular mi ciclo, me daban la seguridad de que nada inesperado surgiría de esta situación.

—¿De verdad es necesario ir a entrenar tan temprano? —murmuró con su voz ronca, aún cargada de sueño. Su susurro resonó en la penumbra de la habitación, como si estuviera tratando de convencerme de que nos quedáramos un poco más acurrucados.

Me acurruqué más cerca de él, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón bajo mi oído. Era un sonido familiar y tranquilizador. Suspiré, sabiendo que no podía permitirme el lujo de quedarme, no cuando las semanas para el europeo se deslizaban entre mis dedos.

—Sabes que sí, Yuki. Me quedan alrededor de 7 semanas para el europeo —dije, alzando la mirada para encontrar sus ojos, buscando en ellos el apoyo que siempre me ofrecía.

Yuki suspiró con exageración —Entonces, arriba. Mi chica es una campeona—respondió con una sonrisa que me hizo reír suavemente, contagiada por su buen humor.

—Me voy a bañar, no tardo —dije mientras me levantaba de la cama y me estiraba un poco.

—Haré el desayuno mientras tanto, luego me baño yo —dijo, mientras se levantaba y comenzaba a estirarse también.

Asentí con una sonrisa y me dirigí al baño, una vez allí me metí a la ducha y dejé que el agua caliente cayera sobre mis hombros, relajando mi cuerpo.

Un suspiro escapó de mis labios mientras me secaba, la toalla absorbiendo la humedad de mi piel mientras mis pensamientos vagaban a lo que se venía. Me vestí con movimientos automáticos. Rocíe un poco de perfume, dejando que el aroma dulce y fresco de la sandía llenara el aire.

Cuando salí del baño, encontré a Yuki en la cocina, concentrado en preparar el café. Su rostro irradiaba una serenidad que siempre lograba reconfortarme, nuestros ojos se encontraron y me dedicó una pequeña sonrisa, cálida y tranquilizadora, que hacía que todo pareciera estar en su lugar.

—Yo me encargo del resto, ve a bañarte. Te dejé una toalla limpia colgada—le dije con suavidad mientras me acercaba y lo rodeé con mis brazos, abrazándolo por la espalda. Sentir su calor, su presencia tan real y cercana me encantaba.

—De acuerdo, gracias preciosa—respondió, girándose para darme un beso rápido en la frente. Su gesto, simple pero lleno de cariño, dejó una calidez en mí que se mantuvo incluso después de que se alejara hacia el baño.

Mientras comenzaba a preparar las tostadas, el crujido suave del pan calentándose llenó la cocina. Saqué una palta, su textura cremosa deslizándose entre mis dedos mientras la trituraba con un tenedor, su vibrante color verde mezclándose con el aroma cálido del pan. Busqué unas rebanadas de jamón de pavo y queso, acomodándolas sobre el pan tostado junto con la palta, creando algo simple pero reconfortante, el tipo de desayuno que sabía que me sostendría antes del entrenamiento.

Love Theory | Yuki IshikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora