𝐗𝐕𝐈

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Capítulo 𝐗𝐕𝐈

Dos días después de la desafortunada discusión sobre los boletos de avión, todo parecía estar en calma, sin rastro alguno de aquel infortunio. El sol se asomaba ligeramente sobre el cielo de San Petersburgo y, en el ambiente acogedor de la casa, Allan yacía sentado en su estudio, rodeado de papeles y facturas que captaban toda su atención, y en ocasiones, su mirada se centraba en su laptop.

La puerta del estudio se abrió sin previo aviso, y Pilar entró en la habitación sin hacer mucho escándalo, llevando un yogurt en la mano, que dejó sin mucho cuidado sobre el gavetero antes de acercarse a Allan. Sin decir una palabra. Ella se inclinó sobre él y le dio un beso ligero en los labios, al que él correspondió de la misma manera.

—¿Cómo va todo? —susurró ella, sonriendo sobre sus labios y recibiendo el mismo gesto por parte de él, mientras Allan la tomaba de la cintura y la posaba sobre sus piernas.

—Todo bien, mi amor —respondió él en un susurro.

Pilar se acomodó mejor en las piernas de Allan, mientras observaba vagamente la cantidad de papeles que él tenía sobre el escritorio.

—¿No debería la agencia encargarse de todos estos arreglos? —comentó, moviendo algunos papeles.

Allan soltó un suspiro y dejó reposar sus manos sobre las piernas de Pilar, acariciándolas con suavidad.

—Sí, pero hay cosas que también me toca hacer a mí —dijo, su voz adoptando un tono más suave—. Tengo que asegurarme de que todo esté en orden, especialmente con las cuentas. Sé cuánto te preocupas por ese tema y quiero que estés tranquila.

Pilar sonrió, mirándolo embelesada.

—Te adoro —dijo ella, levantándose de sus piernas. Pero en ese momento, un mareo repentino la invadió y volvió a caer sentada sobre las piernas de Allan.

Él, sorprendido, la sujetó con más firmeza, con la preocupación evidente en su rostro.

—¿Qué te pasa, Pilar?

Ella cerró los ojos, tratando de recuperar el equilibrio, enterrando su rostro en el cuello de Allan.

—No es nada —respondió en voz baja—. Solo me sentí un poco mareada de repente. —Luego alzó su rostro y dirigió la mirada hacia el yogurt que había dejado sobre el gavetero—. Debió ser que el yogurt está vencido.

Allan frunció el ceño, sintiéndose más preocupado, mientras sus manos acariciaban la espalda de Pilar con ternura.

—¿Has comido mucho?

—Son los que siempre me compras, mis favoritos.

—Hay que revisarlos, así que es mejor que no comas de eso por ahora.

—Sí, creo que es lo mejor.

—Deberías descansar un poco —sugirió él, manteniéndola cerca.

Pilar asintió lentamente, aunque su rostro aún reflejaba un leve malestar.

—Sí, creo que tienes razón —dijo, apoyando su cabeza en el hombro de Allan mientras él continuaba acariciándola.

—Voy a recostarme un momento —dijo ella, levantándose de las piernas de Allan con cuidado—. Quizás más tarde me sienta mejor.

Allan la miró con preocupación, notando cierta palidez en su rostro.

—¿Estás segura de que no necesitas nada? —preguntó él, observándola desde su silla.

—Sí, amor, está bien. Iré a botar esto —dijo ella, tomando el yogurt.

—Si no logras sentirte mejor, dímelo enseguida.

𝘔𝘈𝘚𝘊𝘈𝘙𝘈𝘚 & 𝘙𝘖𝘚𝘈𝘚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora