capítulo dieciséis

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Un buen enfermero

La calidez y comodidad rodea su cuerpo, a tal punto que despertar sería un desperdicio. Aún así, Hinata abre sus ojos lentamente. La luz de la habitación se encuentra apagada pero está más que segura que no es de noche.

¿Qué hora es? se pregunta entre sueños, intenta descubrirlo pero el despertador está lejos de ella y para poder tomarlo tendría que pasar por encima de Naruto.

Naruto... ¿Por qué está tan cerca de ella? Se vuelve a preguntar, notando la cercanía que existe entre su cuerpo y el suyo, la poca distancia entre sus rostros, por un segundo, le asusta, lo cuál le hace retroceder con torpeza todavía enredada entre las sábanas.

Aquel movimiento lleno de bruquedad mueve la cama ocasionando el despertar del hombre que duerme a su lado, quién abre sus adormilados y cansados ojos azules con pesadez y lentitud.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? —su voz de recién despertado causa estragos en Hinata, lo grave de su tono de voz es algo que hasta la fecha no había tenido el agrado de escuchar.

—No, no... —niega rápidamente, cubriendo su rostro hasta la nariz con la primera manta que se atravesó en su camino. La mirada confusa que Naruto le entrega le hace sentir tonta, pero no más que el haberse avergonzado por un par de palabras en una voz ridículamente masculina. — Sólo... m-me preguntaba qué hora es... —murmura, casi como si no le saliera la voz.

Naruto suspira, estirando su cuerpo para poder salir de la comodidad en la que se encontraba hace tan sólo unos momentos. Saca un brazo de las mantas para encontrarse con su teléfono en alguna parte de la mesita de noche que está de su lado de la cama. Al hacerlo, la luz de su móvil le ciega por un pequeño momento hasta que por fin se acostumbra a ella.

—Son las nueve y treinta y seis.

—Ya veo... —asiente, pero de inmediato sus ojos se abren como si Naruto acabara de hacerle la revelación de su vida. — ¡¿Las nueve y treinta y seis de la mañana?!

—Sí, ¿por qué? —asiente dudoso.

—¡Voy tarde a la universidad! —se desespera, quitando rápida y torpemente las mantas que cubren su cálido cuerpo. — ¿Cómo es posible que me haya quedado dormida?

—Porque apagué tu alarma.

La tranquila voz de Naruto no deja de llamar su atención, pero más lo hacen sus palabras. Hinata voltea para poder verlo por encima de su hombro, él se encuentra recargando una mejilla sobre la palma de alguna de sus manos, luce tan tranquilo que aquello inquieta a Hinata.

—¿Hiciste qué? —pregunta creyendo que hasta ahora había entendido mal.

—Apagué tu alarma —repite.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunta entre dientes.

—Hinata, no sé si lo notaste, pero tuviste fiebre toda la noche.

Aquello sin duda la deja sorprendida.

—¿Yo?

—Sí, tú —asiente con la misma tranquilidad.

—Pero...

—No tienes que preocuparte, estás justificada por hoy —Naruto se deja caer de espaldas sobre el colchón con los ojos cerrados.

La esposa del Profesor [NaruHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora