capítulo diecinueve

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A los cuatro vientos

Hinata tenía un problema bastante grande. Y es que mientras más intentaba dejar de pensar en lo fatídica que fue su noche, más se molestaba al recordar los comentarios de ese hombre ebrio.

Estaba segura de que si había sonado tan seguro en sus dichos, era por algo.

Cuando llegó a casa esa noche, cerca de la una de la mañana, Naruto estaba esperando por ella en la sala. Caminaba de una esquina a otra con los ojos fijos en el teléfono mientras insistía en mordisquear su pulgar.

Al cerrar la puerta, Naruto pareció reaccionar. Él detuvo su caminata ansiosa de golpe, dejando el teléfono de lado cuando descubrió a Hinata ante sus ojos.

—Por fin llegas —le había dicho en un susurro que sonó bastante temeroso para ella.

Hinata jugó con el juego de llaves por largo rato.

—Sakura no se sintió muy bien —murmura.

—Ya veo —Naruto se pasó insistentemente una mano por la nunca. Su mirada nerviosa intentó encontrarse con la de Hinata, pero ella parecía estar necia en no mirarlo de vuelta. — ¿Quién te trajo a casa?

—Kiba, por supuesto —responde tras un suspiro.

—Genial...

—Sí —Hinata asiente, deja las llaves sobre la mesita a un lado de la puerta y se dirige hasta las escaleras con el fin de irse a dormir de una vez.

Está demasiado cansada como para seguir en pie después de una noche tan caótica.

—Hinata, yo... —intenta detenerla cuando ella pasa por su lado, pero Hinata sigue fuerte y derecho sin siquiera mirarlo de reojo.

Naruto sigue sus pasos muy de cerca. Al llegar a la habitación se detiene en la puerta cuando ella continúa haciendo sus cosas como si él estuviera en cualquier otro lugar del mundo, menos ahí.

—¿Podemos hablar? —pregunta temeroso.

Hinata le da la espalda en todo momento. Ella no responde. Naruto respira con fuerza.

—Hinata —le llama. Ella rodea la cama en busca de algo. Una fuerte exhalación escapa desde lo más profundo de su garganta. La situación poco a poco comienza a desesperarle. — ¿Puedes dejar de fingir que no estoy aquí?

Hinata levanta su rostro inexpresivo hacia él. Sus ojos se encuentran finalmente, y aunque eso es lo que Naruto estuvo esperando todo ese tiempo, no logra sentirse tranquilo al ver ese tono apagado en la mirada de su esposa.

—¿Qué? —pregunta notoriamente molesta.

Naruto ruega porque las cosas no empeoren.

Por lo cuál va directo al grano.

—Sobre lo de hoy...

—No quiero saber —Hinata desvía la mirada hacia la cama una vez más.

—¿Qué? ¿Por qué no?

Hinata alza sus hombros, dándole la espalda una vez más. En realidad no lo sabe, las palabras se escapan de su boca sin consultar, actuar de una manera desconocida que tampoco logra controlar.

La esposa del Profesor [NaruHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora