Dean Thurston.

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Todo habría sido armado mucho antes de que Landon naciera, o Auggie, incluso Sam o Jack Hansen.

En algún punto de la historia algo se había resquebrajado y habría estallado en fragmentos de lo que fue y será.

Había esperado por doce días la llegada de alguien cuyo único objetivo fijo era desaparecerlo por completo, entonces lo decidió, no lo dejaría de intentar, aunque eso le costara, a la larga, la pérdida de su vida.

En algún momento de su vida había decidido que era mejor esperar a hacer cualquier cosa tonta, pero alguien en el hospital había tratado de asesinarlo, lo que le indicó que tal vez esperar no era lo mejor.

Así que si su madre, Anneth Thurston, no creía en nada de lo que él decía, se encargaría de desmantelarlo todo.

La primera parada era la casa de Hansen, pues estaba casi seguro que algo sabían, no por nada el nombre de Samira Hansen estaba entre esos papeles, ese secreto que le había costado la vida a Tom. Él no sería tan tonto como para permitir que ellos lo asesinaran, pero ahora estaba en peligro y debía marcharse lo antes posible.

Por la noche planeó en el silencio de su habitación cómo lograría sacar información tan valiosa de los Hansen, su madre lo había intentado, pero apenas la vio con los ojos llorosos acercándose con el almuerzo del día supo que no había logrado nada, ahora él se encargaría.

- Se lo diré a Ferris – había dicho Anneth cuando terminó de contarle a Dean como Sam Hansen se había visto tan desconcertada luego de preguntarle sobre Tom.

- Ellos no harán nada – dijo de pronto.

Ya no podían hacer nada, ahora le correspondía a él.

Al instante en que comenzaba a sentir los párpados pesados, algo había caído en uno de los pasillos, de pronto comenzó a sentir ese temor del que uno no podía escapar.

Algo lo observaba en la oscuridad, lo sentía.

La herida del estómago todavía le dolía, aún la sentía palpitar bajo la bata de hospital, puede que eso lo llevó a concluir que había sido su imaginación.

¿Cómo podía sentirse observado?

Era imposible.

Tal vez estaba teniendo una crisis de ansiedad o algo parecido, entonces su mano dejó de responder y permaneció pegada a la cama como si una fuerza invisible le ordenara que permaneciera quieto, un escalofrío tan grande le recorrió el cuerpo desde la médula, como si el diablo mismo lo abrazara.

Podía moverse, pero ¿qué pasaba? Decidido a ir en busca de los Hansen se puso de pie y caminó hacia el sillón donde lo esperaba una de sus maletas.

Anneth le había traído ropa limpia para unos días más, pues el alta se lo darían todavía en una semana.

De inmediato se dirige al baño sosteniendo ropa limpia, se mira al espejo en un inútil acto de asegurarse así mismo que está bien.

No ha sido grave, se dice.

Sus ojos se ven cansados, la barba le ha crecido un poco y por las ojeras bajo sus ojos recuerda lo que por tanto tiempo dentro del hospital se había permitido olvidar, ¿cómo se había creído tan listo? No podía huir de esas cosas, eran parte de él desde hace mucho, levantó las mangas de la bata y pudo observar el tono amoratado que había obtenido sus brazos tras varias inyecciones, no eran sus favoritas, prefería por la nariz, sin embargo, eso ya no era suficiente, recordó entonces lo drogado que había estado cuando su madre lo encontró en el estacionamiento, aún entonces el dolor de su herida bajo el pecho le pareció insoportable.

Levantó la mirada al espejo una vez más esperando encontrarse con ese hombre cansado, cuyos veintipocos años se ocultaban para dar paso a los cincuenta. Cuando volvió a mirar el espejo notó al hombre tras él, en la habitación de hospital, justo frente a la puerta de baño, giró entonces consumido por el terror de su repentina aparición.

Lo supo tan de pronto que sintió desmayarse, era él y lo estaba siguiendo.

- Sabes que no puedes irte – le dice de pronto en voz baja, casi amable, como si aconsejara a un amigo que perdió el rumbo.

Recuerda entonces la salida, justo junto al baño, planeado o no, le sería fácil escapar, entonces dio un paso al frente presa del miedo.

- No hagas esto más difícil – continúa dando un paso hacia adelante, sus movimientos son lentos, medidos, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Sabe que es cuestión de tiempo, debe actuar o no tendrá otra oportunidad, escapó por poco, pero esta vez ellos venían a él. En un movimiento rápido, lanza la melta hacia el hombre, no para herirlo, sino para ganar tiempo. Esquiva el ataque improvisado, pero esa fracción de segundo es todo lo que Dean necesita.

Abre la puerta de golpe y siente su herida chocar con el marco de la puerta y plantarse en el seguro, el dolor le resulta insoportable, la herida le palpita y comienza a sentir la humedad de la sangre recorrer sus piernas hasta llegar a sus pies, corre por el pasillo con cada punto desgarrándole la piel.

Sabe que él no lo perseguirá de inmediato, no es su estilo. Pero eso no importa ahora, debe seguir adelante.

Mientras se aleja escucha sus pasos lentos y calculados resonando en el pasillo, cada vez más lejos, pero nunca desapareciendo del todo. Sabe que esto no ha terminado, pero por ahora, ha ganado una pequeña ventaja. 

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