La Tragedia Otra Vez.

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El problema era que por más que quisiese y de verdad luchara por aceptarlo, nada podría cambiar el hecho de que su cerebro no estaba listo para enfrentar tal realidad, ella no estaba lista. Pero cuando recibió esa llamada y de pronto vio el cuerpo de su hijo tendido sobre el suelo con las venas hinchadas en su rostro pálido, algo parecido al cristal se quebró muy dentro de ella, tan dentro que era imposible remover los restos.

Tomó el mantel húmedo sobre la mesa que semanas antes había sido la camiseta de Dean y se secó las manos mojadas para luego lanzar el trapo sucio dentro del lavavajillas. Dejó caer todo el peso de su cuerpo en la mesa con finos tallados que meses antes probablemente habría sido remplazada por una moderna, sin embargo, el despido de Oliver llegó como un balde de agua fría dejando a su paso deudas infinitas a pagar, desde la universidad de Tom hasta apuestas en el villar.

Tomó con sus frágiles y huesudas manos el llavero, en algún momento del pasado esas mismas manos acariciaron el cabello oscuro de su hijo asegurándole que las cosas mejorarían, no debía preocuparse porque "eso ya no le correspondía". Además, su pobre Tommy hacía suficiente con estudiar todas las noches.

Cuando la noche se hacía presente y comenzaban esos programas medianamente chistosos, como el de las ranas con ojos descocidos, esa noche había estado buscando en el computador viejo de la oficina algunas tarifas para su próximo viaje, viaje en el que su esposo y Dean no estaban incluidos.

En fin, detestaba pensar. No en la forma de matemáticas o letras, en la forma de muertes y "si hubiera".

Lo tomó entre sus manos y vaciló al pensar en que eso no podría ser parte de su hijo, sino de lo que sea que haya terminado con su vida. De igual forma todo podría estar en su cabeza.

Pero qué le aseguraba que el llavero era de su hijo, ¿los mismo oficiales que no encuentran al culpable aún? Si es que lo había... porque debía existir alguien, alguien que no se tocó el corazón dos veces antes de hacerle lo que sea que le hizo a su pobre Tommy.

Su mente no dejaba de preguntarse, una y otra vez, ¿y si hubiera recogido a Tom de la universidad mucho antes de que ese bus partiera? Pero no había manera de saberlo, Oliver había llamado a la oficina ayer por la noche, por el tono de voz que había usado dedujo que estaba molesto, molesto era poco.

- ¡Dónde diablos está Dean! – Había aullado al teléfono.

Anneth se había limitado a colgarle, ya lo arreglarían cuando regresara a casa, pero las llamadas no cesaron hasta por lo menos quince minutos más. Dean había llegado a las doce menos cuarto, mantuvo su semblante serio y desgastado en cuanto vio a su madre salir del edificio. Introdujo una mano por la ventanilla del Cadillac y presionó la bocina del volante dos veces. Su madre dio un sobresalto y se sostuvo el corazón al ver en su dirección, allí en medio del estacionamiento vacío, una figura delgada la observaba con escepticismo.

- ¿Dean? ¿Dean, eres tú? – Se detuvo de pronto ante la extraña sensación que le produjo el observarlo en la oscuridad.

Permaneció observándola, ante el desconcierto encendió la linterna de su teléfono y apuntó en su dirección, su cabello negro cayó sobre su cara tratando de cubrirse los ojos de la luz blanca.

- Tu padre llamó, ¿lo sabías? – Se adelantó antes de que una sola palabra saliera de Dean.

- Mamá... - murmuró entre jadeos.

Una pequeña mancha de sangre reposaba en uno de sus pómulos, su mano izquierda presionaba su abdomen con firmeza, entre sus dedos se escurría líquido carmesí y el volante cubierto en sangre esperaba pacientemente.

Tragó saliva con el dolor que el movimiento de su estómago ocasionaba por la herida abierta. Dean pensó en un órgano perforado por el ardor cegador.

Para Anneth eso había sido sin duda la gota que colmó el vaso, si Dean quería arruinar su vida, ella le enseñaría que no lo haría al menos hasta que se alejara de casa.

- ¿Te drogaste? – Inquirió con ese tono de voz herido – Por dios.

Sus manos cubrieron sus labios delgados por la sorpresa de ver la sangre correr entre sus dedos.

Lo habían apuñalado, ¿con un cuchillo? Un lápiz tal vez, daba igual, estaba perdiendo sangre.

- Me vieron – trastabillo en un débil intento por avanzar.

Su mirada era temerosa, como si sus ojos hubieran visto la blasfemia en persona, eso incapaz de entender pero que existía... y estaba entre nosotros.

Su estado era casi catatónico.

Apenas podía soltar unas cuantas palabras entre todo el shock que se había producido.

- ¿Quiénes?

Las alarmas en el cerebro de su madre se encendieron como dos bolas gigantescas de fuego.

Y sin decir más Dean se había desplomado en el suelo, Anneth lo llevó a urgencias donde pasó la mayor parte de la noche, decidió que Tom había vuelto a casa, y si no lo hacía en algún momento lo haría, siempre era así, después de todo... al menos eso creía.

Dedujo, otra vez, que Dean se lo había buscado, para nadie era una sorpresa su adicción, sólo sabía que había llegado el final de todo, de ahora en adelante y el resto de sus días trataría de arreglarlo.

Entonces pasó lo de la llamada y Dean seguía en urgencias después de ello. Oliver no contestaba el teléfono, pero había una maleta desecha en su habitación.

¿Qué derecho tenía? ¿Por qué desaparecía justo ahora? Cuando uno de sus hijos estaba muerto y el otro agonizaba. ¡Qué derecho! Sus dedos se enroscaron alrededor del llavero y tras un par de lágrimas de dolor este fue lanzado con fuerza en las baldosas de la cocina. El golpe fue seco, aterrizó sobre el suelo y casi al instante un agudo sonido se expandió, sus tímpanos comenzaron arder y se apresuró a sostener la pieza de metal. El sonido continuaba, un fuerte sonido, similar al de un micrófono al permanecer cerca de la radio.

Agachó la cabeza y entendió.

El sonido venía del llavero, no del exterior, del interior que aseguraba ser un simple abre chapas, volvió a lanzarlo sobre el suelo y con un gran pisotón de sus pantuflas grises el sonido cesó, lo que sea que estaba adentro se había roto. Entre la pequeña rendija metálica saltaron unas cuantas piezas de algún pequeño micrófono y aterrizaron sobre el suelo de madera.

Entonces eso volvió a resonar en su cabeza.

"Me vieron..."

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