Mira ||cuestionable||

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El sol apenas brillaba en aquella tarde de invierno en Tokio. Mizuki tenía cita con "su psiquiatra", pero vaya, que iría y habría alguien nuevo, Como todas las veces que iba, citas tardías, profesionales nefastos, y básicamente todo lo que hay que acarrear en el sistema de salud público. Sin embargo agradecía esto en esta ocasión, pues el psiquiatra anterior le cayó como le caería una patada en los ovarios, nada bien.

Con un vestido de vuelo rojo, unos zapatos de charol a juego al estilo Mary Jane y su cabello suelto cayendo con gracia sobre su espalda, se dispuso a salir de casa y tomar un taxi a unas cuadras más allá.

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Llegó al lugar y no tuvo que esperar su turno porque a esa hora ya no había nadie, eran las seis pm y las citas normalmente son por la mañana, pero qué se le iba a hacer si esos hijos de perra se la ponían por la tarde, peor era esperar dos meses más.

Entró a la consulta luego de que desde la misma, la mujer de dentro la llamara por su nombre.

Mizuki entró, tan tranquila como siempre.

Sentada en la silla frente a la psiquiatra, le dijo
-"Quiero el certificado de diagnóstico, siempre dan largas, ya no quiero esperar, he escuchado segundas y hasta terceras opiniones, no están equivocados con el diagnóstico" con un tono de reproche en su voz.

La mujer frente a ella asintió y dijo mirándola de arriba a abajo
-"Comprendo que la demora es desesperante pero no puedo hacer nada, puedo darle el certificado si tanto lo desea"

Mizuki asintió aliviada, no más malabares por ahora con su cabeza, ni comentarios de mierda con un "No eres autista porque no actúas como mi hijo de cinco años", definitivamente un holocausto para esas personas no sonaba mal. Pero bueno, no podía decirlo en voz alta, la sociedad es muy sensible últimamente con tanto progre y esto no era precisamente Twitter.

El papel se imprimía en la ruidosa impresora, mientras que la psiquiatra no podía evitar sentirse un tanto curiosa. Una vida solitaria y no solamente por elección, una vida de la que nada se sabe realmente. Si bien en Japón se vive una soledad tan exasperante por diversos motivos, su mente se torcía un poco cuando pensaba en que Mizuki lucía tierna desesperándose por el tiempo que tardaba la impresora y la experiencia en sí, también pensaba en cuánto le gustaría llevársela a casa, como lo haría con un gato, incluso si éste tenía dueño o no.

Su mente vagaba por los prejuicios, su vida, el rostro de la mujer menor frente a ella, el bien y el mal y las mil filosofías detrás de dicho concepto. Era un mar de pensamientos, entonces, decidió simplemente hacerlo, harta de esperar algo que ni llegaría ni conocía verdaderamente.

Tomó de un cajón de su escritorio unos fuertes calmantes musculares que le habían recetado meses antes por una caída y lesión en el hombro, y que tenía allí para tomar cada ocho horas cuando se lo recetaron en su momento, ya no los tomaba. Entonces dijo

-"Te ves tensa, todos tenemos problemas que solucionar, por eso estamos aquí, tengo pastillas relajantes, te ayudarán a estar más tranquila, ya sabes, menos ansiosa"

Mizuki dijo

-"No quiero tomar nada de eso"

Tras varias insistencias, Mizuki accedió con tal de que se callara

Una pastilla fue pasada con un vaso plástico con agua, desechable.
Los minutos pasaron y de repente empezó a sentirse más lerda, sabía que eran esas dichosas pastillas, pero no podía hacer nada más que intentar no ceder al sueño que le estaba entrando poco a poco.
Luego, todo negro...

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Bajaba escaleras por un lugar lleno de señales de "salida de emergencia", pero no podía moverse, solo veía el cabello largo y negro de una mujer que la sostenía. Caminó torpe por el parking y esa persona la ayudó a subir al asiento trasero, donde se durmió completamente.

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No tenía noción del tiempo o algo así. ¿Qué era siquiera el tiempo?

Y ese brazo la sacó con delicadeza y la ayudó a subir unas escaleras y la metió a un departamento.
Pintoresco, solitario y simple era el espacio en el que se encontraba, acostada en el sofá de la estancia mientras unas finas, largas y femeninas manos acariciaban su cabello como si la conociera de toda la vida. Pudo pensar en que era su madre, quién sabe, aunque, ella bien sabía que su madre no usaba el color rojo en las uñas...

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Pocas horas pasaron, o a lo mejor no fueron horas.

Poco a poco se sentó, indefensa...

La mujer de negro no hizo amago de esconder su cara, parecía darle igual. Se dejó ver a su lado. Diciéndole un

-"¿Ya despertaste? Tenías sueño, quería que estuvieras segura, así que te traje a mi casa"

Mizuki confusa le dijo
-"¿Por qué? Quiero irme"
tratando de levantarse

Mira la detuvo agarrando su muñeca, se metería en un buen lío si ella se iba sin más. No, ella no se iría, y punto.

Mira la tomó a la fuerza y la encerró en la habitación con ella. Le gritaba, no quería gritarle pero sentía que lo ameritaba...

A lo minutos, en los que Mizuki se tapaba los oídos, se sentó en la cama y con cuidado junto a Mizuki, le quitaba las manos en los oídos. Con una piedad que por otro no habría tenido.

Mizuki rompió a llorar con desespero. Aunque Mira no cedió del todo. Con delicadeza la tumbó en la cama y la abrazó firmemente.

Ahora sería suya

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⏰ Última actualización: Sep 02 ⏰

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One shots con Mizuki ||Aib Smuts||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora