Capítulo 8

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Jisung revisaba la sección de clasificados del periódico, decidido a encontrar otro trabajo cuando su mamá y Ryo entraron. Supo de inmediato que algo no estaba bien.

—Sube las escaleras y acuéstate —le dijo a Ryo. Jisung observó cómo su hermano pequeño subía las escaleras sin su despedida habitual. Ryo se veía cansado y arrastraba su muñeco detrás de él, como si no le importara la cosa.

Y Ryo amaba sus muñecos.

La mamá de Jisung se sentó ante la mesa, cruzando las manos frente a ella. Las lágrimas llenaron sus ojos, pero ella no las dejó caer. Miraba a todas partes, pero no a Jisung.

—¿Mamá?

Su madre se aclaró la garganta y le dio a Jisung una débil sonrisa. —Los resultados de la prueba de Ryo estuvieron hoy.

Jisung dejó el periódico a un lado. Podía sentir su corazón latiendo más rápido mientras tragaba. Si los resultados de su hermano hubieran sido buenos, su madre tendría una sonrisa de oreja a oreja. No lo eran. Sus ojos tenían la verdad y Jisung no se atrevía a preguntar.

—Tengo que preparar la cena. —Se puso de pie, mirando alrededor de la cocina, como si nunca hubiera estado allí antes. Jisung se quedó allí en silencio mientras su mamá colocaba una olla en la estufa y luego la retiró. Ella la bajó de golpe, y luego la golpeó de nuevo. 

Pero ella no lloró.

Soltando un suspiro, fue al fregadero y sacó un poco de limpiador, poniéndolo sobre el mostrador. Miró alrededor de la cocina. —Este lugar es un desastre.

La cocina estaba impecable.

Jisung tragó sus miedos y se levantó, acercándose a la mujer que lo había criado, que le había dado un hogar y todo el amor que un niño pudiera pedir. Puede que no fuera su sangre, pero era todo el mundo para él. —Mamá, habla conmigo.

Ella acarició su mejilla, frotando su pulgar sobre su piel. —Dime por qué siempre encuentro pelo de mascotas en la habitación.

Jisung se sintió temblar. Nunca supo que ella entraba allí. Él hacía todo lo posible para mantener su cuarto aspirado, sabiendo que su lobo blanco soltaba una gran cantidad de pelo. Pero ella no había limpiado su habitación en años. Él quería mentir, negarlo todo. Su temor a que ella lo rechazara llegó corriendo, haciendo que la boca de su estómago se girara causándole dolor.

—Eres diferente —afirmó—. Una madre sabe estas cosas. —Ella acarició su mejilla—. Pero eso no significa que voy a amarte menos, Jisung. Te he amado desde el momento en que puse los ojos en ti y nada va a cambiar eso.

Ella evitaba decirle lo que pasó con el médico. Jisung podía verlo. Su mamá estaba agarrándose a otra cosa, para negar lo que fuera que ella sabía.

—Respóndeme y te responderé —le dijo—. Lo prometo.

—Yo-yo no puedo —logró decir con voz temblorosa, e inestable—. Si lo digo en voz alta, entonces significa que es verdad. 

Jisung conocía esa manera clínica de pensar. Era lo mismo que él utilizó cuando se convirtió en un lobo. La primera vez que cambió, pensó que, si no admitía lo que había pasado, entonces no sería real. Pero así no es cómo funcionan las cosas. El esconder la cabeza en la arena no evita que la verdad sea la verdad. —¿Mamá?

Como si el piso se hubiera movido entre ellos, su madre cayó, abrazándose las rodillas a sus pechos mientras se balanceaba de atrás a adelante, dejando escapar sollozos. Jisung se arrodilló a su lado, apartando el cabello a un lado y sintiéndose tan malditamente desvalido.

Por siempre tuyo -KunSung-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora