❪ 13. the confrontation ❫

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CAPÍTULO TRECEla confrontación───※ ·❆· ※───

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CAPÍTULO TRECE
la confrontación
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  El día había llegado, ese del cual intento escapar, detener y prevenir de todas las formas sin éxito. El día en el que, gracias a sus mentiras, había perdido a la única chica que en verdad le había gustado tanto como para hacer a un lado su parte vikinga y enseñarle lo maravilloso que el mundo podía ser.

Hipo estaba deprimido, pero sobre todo, estaba dolido. Y si, había sido su culpa por no haber sido sincero en un inicio, pero tal vez era precisamente eso lo que lo ponía de peor estado.

Ya no había vuelta atrás.

Pero, por Odín, sus esperanzas por volver a verla aún no se desvanecían.

Sus amigos le pasaron por un lado deseándole buena suerte y jugando entre sí, pero fue una en particular la que espero a que ellos siguieran de largo para caminar hacia aquella habitación abierta en la que descansaba el vikingo para sentarse a su lado y dejar salir el aire.

—¿Estás listo? —le preguntó Astrid.

Hipo ni siquiera se animó en responder lo obvio, porque con tan solo verle la cara cualquiera podía saberlo.

—Algo me dice que tuviste problemas en el paraíso del amor... —canturreó la rubia con algo de diversión, intentando sacarle una sonrisa pero solo se ganó una muy mala mirada. Acabó por aclarar su garganta,— Lo siento, creí que ayudaría.

—Esto es un desastre, Astrid. —finalmente, el castaño se dignó a hablar y tal vez en desahogarse un poco,— Estoy apunto de hacer algo que no quiero y es muy tarde para disculparme con Eva de lo que hice.

—Así que ya lo sabe. —intuyó,— Y por lo que veo, no lo tomó bien.

—No debí mentir en primer lugar. Si tan solo hubiese dejado en claro quién era en realidad, tal vez pude haberla convencido sin engaños. —suspiró.

—Si, es una posibilidad.

—Ahora ya no quiere saber de mi, ni siquiera sé si volveré a verla. Soy un idiota.

—Sí, lo eres.

Hipo la miró fastidiado. Se supone que tenía que darle ánimos, no recordarle lo hijo de troll que había sido. Sin embargo, la rubia no se inmutó ante esos ojos esmeralda y más bien se puso a ojear sus uñas como si fuesen interesantes.

—La cosa es, Hipo, —siguió hablando como si nada,— ¿Qué vas a hacer al respecto para enmendar las cosas?

El pecoso pensó bien en sus palabras antes de decirlas, porque tomó las suyas como algo superior y hasta inteligente que lo dejó absorto en sus pensamientos por un largo rato.

Sí, enmendar las cosas era lo justo, pero, ¿cómo?

¿Cómo podría hacerle saber a la Andrácula que estaba arrepentido y que sus palabras, de cierta forma, eran reales?

Soul and Dragon ; Hiccup HaddockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora