CAPITULO 8

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A medida que pasaban los días, nuestra conexión se profundizaba más allá de lo que alguna vez había imaginado. Bubby y yo empezamos a encontrar un ritmo propio en nuestra nueva vida juntas. Había algo mágico en cada pequeño momento, en la forma en que nos entendíamos sin necesidad de muchas palabras, como si nuestras almas ya hubieran estado sincronizadas desde mucho antes.

Una mañana, después de una noche tranquila, me desperté temprano y decidí preparar un desayuno especial para Bubby. Quería sorprenderla con algo que le encantara, algo que dijera "te cuido" de una manera dulce y reconfortante. Sabía que le encantaban los panqueques, especialmente cuando los hacía con forma de ositos y les añadía frutas para los ojos y la boca. Así que me puse manos a la obra en la cocina, intentando hacer el desayuno perfecto para mi pequeña.

Mientras cocinaba, no pude evitar sonreír al recordar la primera vez que habíamos hecho esto juntas, cuando todavía éramos amigas en línea. Habíamos compartido fotos de nuestros intentos de panqueques creativos, riendo sobre quién había hecho la cara más divertida. Y ahora, aquí estaba, haciendo panqueques de verdad para ella, en nuestra casa, con la esperanza de hacerla sonreír de la misma manera.

Cuando terminé, arreglé la mesa con cuidado, colocando los panqueques en un plato bonito y agregando un vaso de jugo de naranja fresco. Todo estaba listo. Subí las escaleras en silencio y abrí la puerta de la habitación. Bubby seguía durmiendo plácidamente, su respiración suave y rítmica llenando la habitación.

Me acerqué a la cama y me incliné para darle un beso suave en la mejilla. "Bubby, cariño, es hora de despertar", susurré dulcemente, acariciando su cabello.

Ella se movió un poco, abriendo los ojos lentamente, aún medio dormida. "Mami..." murmuró con una voz adormilada, lo que hizo que mi corazón se derritiera.

"Buenos días, mi pequeña. Te he preparado un desayuno especial. ¿Te gustaría venir a comerlo?" Le sonreí, esperando ver esa chispa de felicidad en sus ojos.

Bubby parpadeó varias veces antes de que una sonrisa somnolienta se extendiera por su rostro. "¿Panqueques de ositos?" preguntó, con la anticipación brillando en su voz.

Asentí, riendo suavemente. "Sí, panqueques de ositos. Y están esperando solo por ti."

Se levantó de la cama con una emoción que solo los pequeños pueden mostrar, su energía matutina empezando a despertar por completo. Le di la mano y juntas bajamos las escaleras hacia la cocina. Cuando vio la mesa preparada, su rostro se iluminó con una alegría pura.

"Mami, ¡es perfecto!" exclamó, corriendo hacia la mesa y sentándose con entusiasmo. "¡Gracias!"

"Me alegra que te guste, Bubby. Lo hice con mucho amor para ti." Me senté a su lado y la observé mientras comenzaba a comer, cada bocado acompañado por una sonrisa o una risita de felicidad.

Verla tan contenta, tan en paz, me hizo sentir más segura que nunca de que estábamos en el camino correcto. No se trataba solo de cuidar de Bubby; se trataba de compartir nuestras vidas, nuestros corazones, de crear recuerdos que durarían para siempre.

Mientras el sol de la mañana llenaba la cocina con su luz cálida, supe que no importaba lo que el futuro nos deparara, siempre estaríamos listas para enfrentarlo juntas, con amor, con cuidado, y con la certeza de que habíamos encontrado algo especial, algo que solo nosotras dos podríamos entender y valorar.

Más tarde ese día, decidimos salir a dar un paseo por el parque cercano. Era uno de esos días donde el cielo estaba despejado, y el aire tenía un fresco toque de otoño. Bubby, vestida con su abrigo favorito y sus botas de colores, caminaba a mi lado, sosteniendo mi mano con fuerza. El parque estaba lleno de hojas caídas, formando un manto dorado bajo nuestros pies.

Mientras caminábamos, ella tarareaba suavemente una melodía, y yo la miraba con una sonrisa. Me encantaba cómo esos momentos simples, como una caminata por el parque, se habían convertido en tesoros en nuestra vida juntas. Cada paso que dábamos parecía llevarnos más profundo en nuestra relación, fortaleciendo los lazos que habíamos empezado a tejer.

Nos detuvimos en un rincón del parque donde solían ir las familias con sus hijos pequeños. Había un columpio que crujía suavemente con la brisa y una fuente donde los pájaros se reunían para beber y chapotear. Me volví hacia Bubby y vi que estaba observando el columpio con una expresión mezcla de nostalgia y deseo.

"¿Te gustaría columpiarte un rato?" le pregunté, viendo cómo sus ojos se iluminaban.

Ella asintió con entusiasmo, y la llevé de la mano hacia el columpio. La ayudé a subir, asegurándome de que estuviera bien agarrada antes de empujarla suavemente. La risa de Bubby llenó el aire mientras se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, su cabello ondeando al viento. Parecía tan feliz, tan despreocupada, que no pude evitar unirme a su risa.

"¡Más alto, mami!" gritó, y yo obedecí, empujándola un poco más fuerte.

Cada vez que el columpio alcanzaba su punto más alto, ella cerraba los ojos y extendía los brazos, como si estuviera volando. Verla así, tan libre y feliz, me llenaba de una profunda satisfacción. Sabía que estos momentos eran importantes para ella, que le daban un sentido de seguridad y pertenencia que había anhelado durante tanto tiempo.

Después de un buen rato, Bubby comenzó a cansarse y le ayudé a bajarse del columpio. Nos sentamos juntas en un banco cercano, y ella se apoyó contra mí, todavía riendo ligeramente. "Gracias, mami", murmuró, su voz suave y contenta.

"De nada, mi pequeña," respondí, envolviéndola con mi brazo. "Estoy aquí para ti, siempre."

Nos quedamos así, en silencio, observando cómo el sol empezaba a bajar, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Era un momento perfecto, uno que sabía que recordaríamos por mucho tiempo.

Eventualmente, decidimos regresar a casa. Mientras caminábamos de vuelta, Bubby no soltó mi mano ni una sola vez, como si temiera que este día tan especial pudiera desvanecerse si lo hacía. Le di un apretón suave, asegurándole que todo estaba bien, que no tenía que preocuparse.

Al llegar a casa, la noche ya había caído, y las luces de la ciudad comenzaban a brillar. Decidimos continuar con nuestro día especial preparando una cena sencilla, algo que pudiéramos disfrutar juntas sin mucha complicación. Cocinamos juntas, riendo mientras intentábamos no quemar la comida, y finalmente nos sentamos a cenar en la mesa de la cocina, disfrutando de nuestra compañía.

Después de la cena, Bubby se veía visiblemente cansada, sus ojos empezando a cerrarse. La llevé a la habitación, y la ayudé a cambiarse para la cama. Como siempre, le di un beso en la frente antes de apagar la luz.

"Buenas noches, mi pequeña," susurré, arropándola con cuidado.

"Buenas noches, mami," respondió, su voz suave y adormilada. "Hoy fue el mejor día."

Sonreí en la oscuridad, sintiendo una vez más esa calidez en mi pecho. "Lo fue, Bubby. Te quiero mucho."

"Yo también te quiero, mami," murmuró antes de caer en un sueño profundo.

Me quedé un momento más, escuchando su respiración tranquila, antes de salir de la habitación en silencio. Mientras me dirigía a la sala de estar, sentí una profunda gratitud por todo lo que habíamos construido juntas, por el amor que habíamos encontrado y cultivado. Sabía que habría desafíos en el futuro, pero también sabía que mientras estuviéramos juntas, podríamos superar cualquier cosa.

Y así, en la calma de la noche, con Bubby durmiendo plácidamente en la otra habitación, me senté en el sofá, sabiendo que había encontrado mi lugar, mi hogar, en esta pequeña familia que habíamos creado juntas.

~𝑴𝒀 𝑳𝑰𝑻𝑻𝑳𝑬 𝑩𝑼𝑩𝑩𝒀~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora