CAPITULO 10

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Al día siguiente, después de aquella noche donde Bubby había entrado en su little space por primera vez en persona, la atmósfera en la casa se sentía más ligera, más tranquila. Había algo nuevo entre nosotras, una conexión más fuerte, como si esa vulnerabilidad que Bubby me había mostrado hubiera profundizado nuestro lazo.

Bubby no se levantó a la hora de siempre. Cuando finalmente bajó las escaleras, aún con su pijama suave y su osita de peluche bajo el brazo, noté que su comportamiento seguía siendo delicado, casi como si todavía estuviera entre ese espacio de su pequeño mundo y la realidad. Su rostro, ligeramente sonrojado, y sus ojos, soñadores, me confirmaron que aún no había salido completamente de su little space.

"Buen día, mi pequeña," le dije suavemente, sonriendo mientras la observaba sentarse en la mesa del comedor.

Bubby, con sus mejillas infladas y sus labios haciendo un leve puchero, me miró desde la silla, abrazando a su osita con fuerza. Sus pequeñas piernas se balanceaban bajo la mesa, incapaces de tocar el suelo. "Ami... e ito," murmuró, su vocecita apenas audible mientras me miraba con esos ojos grandes y llenos de inocencia.

Mi corazón se derritió al escucharla. Estaba pidiendo su biberón, algo que solo hacía en su little space. "Claro que sí, cariño. Ahora mismo te lo preparo," respondí, dándole un guiño mientras me dirigía a la cocina.

Tomé su biberón favorito, ese que tenía dibujitos de animalitos, y lo llené con leche tibia, tal como a ella le gustaba. Mientras lo preparaba, me di cuenta de lo especial que era para ella este momento, cómo estos pequeños gestos le ayudaban a sentirse segura y cuidada.

Cuando regresé con el biberón, Bubby ya se había acurrucado en una de las sillas del sofá, con su osita entre sus brazos. Me senté a su lado, envolviéndola con una manta suave mientras le ofrecía el biberón. "Aquí tienes, mi amor," susurré, acariciándole el cabello con ternura.

Ella tomó el biberón con ambas manos, sus pequeños dedos rodeando la botella mientras comenzaba a beber lentamente, con los ojos medio cerrados. Verla así, tan relajada y confiada, me llenaba de una profunda sensación de satisfacción. Sabía que estos momentos eran preciosos para Bubby, y para mí también.

Después de un rato, cuando terminó de beber, Bubby apoyó la cabeza en mi regazo, susurrando algo que no pude entender del todo. "¿Qué dijiste, cielo?" le pregunté suavemente, inclinándome para escucharla mejor.

"Oneito empie omio," dijo con voz baja y algo adormilada. Sonreí al escuchar su petición, tan pequeña, tan llena de esa dulzura que solo ella tenía.

"¿Quieres ver a tu conejito?" repetí, asegurándome de haber entendido bien. Ella asintió lentamente, con una sonrisa tímida. Me levanté con cuidado, y busqué su peluche de conejito favorito en su habitación. Sabía lo importante que eran estos pequeños detalles para ella en su little space, así que quería asegurarme de que lo tuviera todo a su disposición.

Cuando regresé con el conejito, Bubby lo abrazó con fuerza, acurrucándose más en mi regazo. "¿Estás mejor ahora, mi amor?" le pregunté, acariciándole la espalda.

"Mmm," fue todo lo que respondió, con los ojos cerrándose lentamente mientras su respiración se hacía más suave. Sabía que estaba a punto de dormirse otra vez, así que me aseguré de que estuviera cómoda, envolviéndola mejor con la manta y ajustando el conejito contra su pecho.

Nos quedamos así por lo que parecieron horas, en ese silencio cálido y reconfortante. No había necesidad de palabras, solo la seguridad de estar juntas, de compartir ese momento tan especial. Mientras la sostenía, sentí una oleada de gratitud por poder ser parte de su vida de esta manera, por poder cuidarla y protegerla en estos momentos de vulnerabilidad.

Después de que Bubby se quedara profundamente dormida, me quedé un rato más observándola. Sus rasgos delicados y su expresión serena me hicieron sonreír. Estaba en paz, completamente inmersa en su little space, y yo estaba lista para acompañarla en cada paso de su camino, sin importar lo que el día trajera.

Hacia la tarde, cuando Bubby despertó de su siesta, supe que el día seguiría siendo tranquilo. Decidí que pasaríamos el resto del día en casa, sin prisa alguna. Le preparé una merienda ligera, con sus galletas favoritas y un poco de leche caliente. Mientras comía lentamente, con su conejito siempre a su lado, encendí la televisión y le puse su programa de dibujos animados preferido.

Ella se acurrucó de nuevo en el sofá, viendo los colores y las formas danzar en la pantalla, mientras su manita sostenía la mía. Era un gesto simple, pero uno que me llenaba el corazón.

A medida que avanzaba el día, me di cuenta de que estos pequeños momentos, como compartir una tarde tranquila o simplemente estar presentes la una para la otra, eran lo que definía nuestra. Era en estas pequeñas cosas donde realmente se fortalecía nuestro lazo, y donde Bubby podía sentirse segura para ser ella misma en su totalidad.

Ya avanzada la noche, cuando la llevé a la cama y la arropé con su peluche, supe que había sido otro día especial, uno que marcaría un antes y un después en nuestra relación. Bubby me miró con esos ojos llenos de confianza y amor antes de murmurar en voz baja: "Ami... empie e amu."

Mi corazón se llenó de alegría. "Yo también te amo, Bubby. Siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase."

Ella sonrió, cerrando los ojos con una expresión de absoluta paz. Mientras salía de la habitación, me sentí más conectada que nunca a mi pequeña, sabiendo que juntas podíamos superar cualquier cosa. Y con ese pensamiento, me fui a descansar, sabiendo que el amor que compartíamos solo seguiría creciendo con cada día que pasara.


~𝑴𝒀 𝑳𝑰𝑻𝑻𝑳𝑬 𝑩𝑼𝑩𝑩𝒀~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora