2 | Atardeceres.

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Los atardeceres en Isla Ballena siempre eran algo especial. Similares a una pintura, el color anaranjado del sol contrastaba con el azul profundo del mar, el cielo se exhibía en cientas de tonalidades de colores cálidos que lograban formalizar un hermoso paisaje que no se podía encontrar en ningún otro lugar. Tal vez Killua hablaba desde la nostalgia, desde el favoritismo desvergonzado, pero los atardeceres de Isla Ballena tenían ese algo especial que no sabía cómo nombrar.

Cada vez que se quedaba afuera hasta tarde con Gon, siempre se apuraban en llegar a la orilla de la playa para acomodarse sobre la arena cálida y contemplar el horizonte, admirar el final de cada día cómo si no hubiera otro.

Las olas rompían contra la orilla, muchas veces el agua salada terminaba mojandolo, pero a Killua no le importaba demasiado terminar con sus tobillos empapados. La brisa soplaba, la corriente de aire guiaba a la multitud de gaviotas que volaban sobre sus cabezas a un lugar muy lejos de allí que no conocían, la salitre del mar se adhería a la piel y creaba una capa pegajosa difícil de ignorar, a Killua se le dificultó acostumbrarse. Pero después, pudo aprender a vivir con el olor salado y con los chirridos molestos de las aves, encontró cierto consuelo en esos pequeños detalles. Isla Ballena estaba repleta de ellos; las particularidades abundaban y cada una aportaba una pizca de encanto a la isla, ya de por sí acogedora.

Gon se sentaba al lado de Killua, Killua se ponía cómodo —en silencio— junto a Gon. Había días donde era más atrevido que en otros, se animaba a arrimarse más cerca de su amigo y, a veces, sus hombros chocaban y la sensación de piel con piel mandaba corrientes eléctricas por todo su cuerpo. En esos momentos, en realidad no hablaban mucho, mantenían sus ojos en el horizonte y guardaban silencio en respeto a la maravilla que tanto les gustaba presenciar; los ojos de Gon se clavaban en el sol, dos fuentes de luz infinitas mirándose cara a cara, ninguna sin parpadear. Killua, por otro lado, no podía evitar sentirse cegado…

Así que miraba a Gon, el perfil de su rostro, admiraba la curvatura de su nariz y vislumbraba cómo las luces cálidas se posaban en sus rasgos y realzaban los bordes suaves de su cara de bebé. Cuando la belleza de Gon lo cegaba, miraba el sol, y así en viceversa, hasta que la noche finalmente llegaba. Hasta que Gon era el primero en levantarse y le ofrecía una mano para ayudarlo.

—¡Vamos, Killua! Mito-san de seguro nos está esperando —Casi siempre eran las mismas palabras, pero había cierto encantó en ellas. La forma en que Gon le sonrió en cada ocasión, hizo que el corazón de Killua se estremeciera.

Se devolvían a casa caminando a la par, en los mejores días Gon sostenía la mano de Killua sin razón aparente, sin ofrecer ninguna explicación ni ninguna oportunidad de escapar de su agarre.

Tal vez los atardeceres en Isla Ballena eran especiales porque Gon estaba en ellos. Acompañando al sol, brillando, deslumbrando a Killua con su existencia.

𝑭𝒍𝒖𝒇𝒇𝒕𝒐𝒃𝒆𝒓 𝟐𝟎𝟐𝟒: "A Medias" | Gonkillu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora