Abismo oscuro

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Pov megumi
Habían pasado ya dos años desde la derrota del terrible hechicero ryomen sukuna.

Se podría decir que la vida después de esto fue mucho menos complicada pero sería una muy clara mentira.

O al menos para mí.

Tras la derrota del poderoso hechicero quise mostrarme tranquilo, sereno, sin complicaciones. Y se puede decir que estuve así al menos un tiempo, pero no había tenido un verdadero golpe de realidad.

Mi hermana y mi maestro se habían ido para siempre.

Al principio quise no pensar en eso, necesitaba  continuar con mi vida sin mayor preocupación, quería seguir adelante, mejorar como persona y hechicero, pero su recuerdo era imposible de olvidar me estaba quedando atascado.

Intenté hacer casi de todo para seguir adelante pero era imposible, caí en tristeza muchas más veces de las que puedo contar y lo único que hacía al respecto era culparme a mí mismo de sus muertes.

Por orden de la academia de hechicería había comenzado a recibir terapias tanto psicológicas como psiquiátricas, todo esto para “ayudarme” a superar mis traumas. Aunque era obvio que no lo hacían por una  preocupación real, solo querían evitar repetir el caso de suguru geto, él cuál al no recibir una ayuda suficiente cuando estaba mal termino volviéndose  loco y una amenaza. Lo sabía, los rumores corrían rápido.

A decir verdad yo tampoco tomaba muy enserio estás terapias, recuerdo cómo me habían recetado unas pastillas para poder sobrellevar la tristeza de forma sana pero podía pasar meses sin comprar una hasta que shoko venía a recordarme.

Y no me malinterpreten, quería tomarme enserio la terapia. Y no era por los vejetes cómo él sensei gojo solía decirles, si no que quería hacerlo por mí, para mejorar y poder continuar con mí vida de manera tranquila.

Pero había algo que no me dejaba avanzar en paz.

Las pesadillas.

Cada noche sin falta, tenía una pesadilla distinta sobre todo lo que había pasado en el tiempo que mi cuerpo fue poseído. La muerte de mi hermana, de gojo y de todas las personas que habían muerto por mis manos me atormentaban durante todas las noches sin falta.

También solía tener pesadillas sobre sukuna, diciéndome lo mucho que había disfrutado de romperme desde adentro, la manera en la que le encantó usarme hasta dejarme casi muerto.

Odiaba este sentimiento por completo.

Está sin dudas era la peor tortura para mí. Un recuerdo constante de esa horrible época y de cómo había sido tan inútil durante esos oscuros días.
Había intentado hablarlo en terapia, pero era muy obvio que no les importaba realmente. Incluso intenté buscar pastillas para no dormir pero fue imposible.

A las únicas personas que realmente les importaba ya estaban muertas.
O bueno. Habían dos personas más.
Una era kugisaki nobara una compañera que había “revivido” de una forma milagrosa. Apresar de no hablar de una forma directa sobre mis problemas con ella, siempre estaba ahí para mí, casi siempre hablándome de cualquier cosa extraña o de algún chisme que tenía que ver con gente que no conocía. Al menos no me dejaba solo y me invitaba a salir de ves en cuando, era lindo estar con ella, su sola presencia me animaba bastante.

Y por otro lado estaba yujji itadori.

¿Qué podía decir sobre él?

Principalmente tenía que decir que era gracias a él que todavía vivía. Fue por sus palabras diciéndome que se sentiría solo sin mí que decidí pelear por mi vida en primer lugar.

Después de eso no sé quedó atrás.
El tipo continuaba estando a mi lado a pesar de que yo nunca se lo pedía.
Recuerdo cómo me acompaño durante primer aniversario de muerte de mí hermana sin dejarme solo por ningún momento, además de que estuvo a mi lado mientras lloraba durante horas. Me sentía terrible y sin embargo él nunca me abandonó.

Además de que me había acompañado en mis primeras citas de psicología y psiquiatría. Esperándome en la sala de estar como si fuera uno de mis familiares o algo por el estilo
Casi todos los días recibía llamadas de su parte para hablar conmigo sobre nuestro día y esas cosas.

Y para complementar todas las cosas que había hecho por mi, me había ayudado a enterrar a mis shinigamis, después de todo él era de las pocas personas que sabia lo mucho que me importaban estos animales.

Itadori me había ayudado de muchas maneras y a veces me sentía mal por eso. Después de todo el también había pasado por una gran cantidad de traumas y se podría decir que él era quien realmente necesitaba ayuda, después de todo le ocurrieron cosas impensables.

Sin embargo itadori sonreía de manera genuina.

Apresar de haber pasado por tantas cosas continuaba con su vida de una forma normal. A decir verdad le tenía un poco de envidia pero al mismo tiempo me encontraba feliz por él.

Realmente extrañaba a mi hermana y mi maestro.

Me arrepentía completamente por no haberle dicho nada a mí hermana, sobre lo mucho que la quería y cómo era la persona más importante de en vida. Ojalá pudiera devolverme en él tiempo para poder abrazarla con todo él amor que nunca le exprese que le tenía.

También me arrepentía por no haberle dicho nada al sensei gojo, sobre lo mucho que le agradecía por haberme dado un hogar junto con tsumaki para darnos lo más parecido a una familia que pudimos conocer.
Posiblemente si muriera los volvería a ver.

No estaba claro pero de cierta forma tenía una pequeña esperanza de volver a ver sus rostros tras partir.
Al principio si quería luchar por mí vida, no por nada hice algo contra sukuna aquella vez pero estaba cansado, quería descansar de esas horribles pesadillas.

Mi vida no iba exactamente mal la mayoría del tiempo, me había acostumbrado a muchas cosas mientras crecía y la soledad era una de ellas. Pero las pesadillas continuaban y era insoportable vivir así.

Pero.

¿Y itadori?

Él me había acompañado durante todos mis momentos oscuros, había estado para mí cuando estaba a punto de rendirme. Dios, incluso seguía vivo por él.

Sin embargo no era justo.

Sabía que quería estar conmigo, pero las cosas habían cambiado, el necesitaba vivir su vida y yo necesitaba dejar de vivir.

Después de la tormenta/ Itafushi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora