CAPÍTULO 10: LA ULTIMA CLASE

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Habían pasado unos días desde aquella conversación cargada de tensión, el ultimátum de Yotsuba que resonaba aún en la mente de Futaro. A pesar de sus dudas, él había conseguido dar una última clase a Ichika, justificándose con que debían repasar algunos temas cruciales antes de los exámenes. La clase sería en una biblioteca, un lugar neutral, donde nada fuera de lo académico debería ocurrir. Para Yotsuba, eso había sido suficiente... o al menos, eso quería creer Futaro.

—¡Sensei Futarooo! ¿Me va a dejar sin clases? —Ichika rompió el silencio del lugar, haciendo un puchero, mientras sus ojos brillaban de manera juguetona. Estaba sentada frente a él, pero su actitud hacía que esa distancia física se sintiera como un delgado velo, a punto de rasgarse.

—Emm... Ichika, por favor, silencio... estamos en una biblioteca —respondió Futaro, tosiendo nerviosamente mientras intentaba disimular el calor que subía por su cuello. Dentro de él, algo palpitaba, algo que no había sentido con la misma fuerza antes. Ella lo atraía de una manera que lo desarmaba. La forma en que lo miraba, en que jugaba con sus palabras, lo hacía sentir vulnerable, atrapado en una telaraña que él mismo había tejido y en el caso de Ichika ella sentia exactamente lo mismo que el.

—Sensei... —Ichika se inclinó un poco hacia él, con una sonrisa en sus labios— ¿Cuándo me dará esas "clases especiales" de nuevo? —susurró, sin dejar de observarlo, mientras pasaba sus dedos por el borde del libro que sostenía.

—Ichika... silencio. Emm... ya veremos —respondió Futaro, evitando su mirada y tratando de centrarse en las notas delante de él. Pero era inútil.

—Ahora... por favor, toma nota de algunos puntos importantes —continuó Futaro, esforzándose por mantener la compostura—. Podrían preguntarte estos temas en los exámenes.

—Sí, Futaro... —respondió Ichika, con una obediencia que contrastaba con la chispa traviesa en sus ojos. Comenzó a escribir, pero su sonrisa nunca desapareció.

Pasaron varios minutos en un silencio tenso, donde la única comunicación real eran las miradas furtivas y los pequeños gestos. Mientras Ichika anotaba, Futaro revisó su celular. Yotsuba le había enviado otro mensaje, preguntando cómo iba la clase. Algo en su tono escrito le inquietaba. Esa transformación en Yotsuba... su nuevo comportamiento posesivo lo desconcertaba profundamente. No sabía si se trataba de un sexto sentido, de una intuición que ella misma no comprendía del todo porque ella no sabia nada de que el le fue infiel pero aún así se comportaba como alguien a la que su instinto le indica que se vuelva así porque algo está sucediendo.

De repente, su celular vibró nuevamente. "Otro mensaje de Yotsuba", pensó, pero al mirar la pantalla, vio que era de Ichika. Con una mezcla de curiosidad y preocupación, abrió el mensaje. Era una foto de él, tomada sin que se diera cuenta. Debajo, un mensaje que decía: "Te saqué esta bella foto para recordar el día que recreamos actoralmente el *Vatsyayana Kama Sutra* 😊."

Un rubor intenso cubrió las mejillas de Futaro, y el calor subió por su cuello. El nerviosismo y la incomodidad lo envolvieron de inmediato, mientras Ichika, desde su asiento, lo miraba divertida, con una sonrisa que irradiaba picardía.

—Ichika... —murmuró, con la voz apenas controlada.

—¿Sí, sensei Futaro? —respondió ella con fingida inocencia, su sonrisa ampliándose aún más.

—¿Te das cuenta de que si Yotsuba ve este mensaje... nos mata!?

Ichika no pudo contener la risa, su diversión era evidente en cada una de sus palabras. Había algo en esa situación que parecía alimentarla, como si el peligro inminente no la asustara, sino que la motivara a empujar los límites.

—¡Ja, ja, ja! ¡Futaro, te sonrojaste! —dijo, burlona— ¡Qué lindo cuando te enojas!

Futaro intentó fruncir el ceño, pero la risa contagiosa de Ichika y su mirada brillante lo desarmaron por completo. El enfado, el miedo, todo parecía desvanecerse ante la realidad de lo que habían creado. Sabía que ya no había vuelta atrás. Las mentiras y los engaños habían sido sembrados, y las espinas ya estaban en el camino. Todos saldrían heridos, eso era inevitable. Quizá, pensó en ese momento, era mejor seguir caminando hacia adelante, aceptando que las espinas eran parte del trayecto.

 Quizá, pensó en ese momento, era mejor seguir caminando hacia adelante, aceptando que las espinas eran parte del trayecto

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