CAPÍTULO 13: PROMESAS MENTIROSAS

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Futaro se encontraba afuera, exactamente en la calle. Aunque se siente mal por lo que causó, también está desorientado, ya que, en su fuero interno, él había decidido enfrentar a Yotsuba en su confesión conjunta. Sin embargo, después de revelar la verdad, Ichika, quien hasta hace unos dias había sido su amante y ahora era oficialmente su pareja, intervino, pidiéndole que saliera de la casa y esperara en la calle. Aunque él se negó mientras Yotsuba acomodaba sus pensamientos en un estado claramente catatónico, Ichika insistió con un tono definitivo.

—Yo me encargo. Debo hablar con mi hermana —expresó Ichika, firme pero con una sonrisa hacia Futaro, a lo cual él tuvo que aceptar.

Ya a solas en la casa, Yotsuba decidió finalmente retomar las riendas después de esa confesión traicionera de ambos.

—¿Cómo... cómo pudiste, Ichika? —murmuró la cuarta de las hermanas.

—¿Por qué, Ichika? ¡Me habías prometido no robarme nada más! ¡Lo prometiste esa noche en el tejado, cuando te conté que, de niña, siempre me robabas todo lo que yo quería! —vociferó, señalándola alterada, refiriéndose a la noche de la visita a la casa de su abuelo durante el viaje a las aguas termales que él gestionaba—. ¿Por qué me hiciste est...?

Gritó Yotsuba, pero fue interrumpida antes de terminar la frase con una palabra fuerte, acompañada de una mirada aún más dura.

—Cállate... cállate, basura —comentó Ichika con una expresión muy diferente de la que mostró hace unos momentos con Futaro—. Ya no me engañas. Te quedaste con Futaro haciéndote la mosquita muerta.

Prosiguió Ichika, con un gesto que atravesaba a Yotsuba, dejándola petrificada por las palabras y, sobre todo, por los gestos de su hermana

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Prosiguió Ichika, con un gesto que atravesaba a Yotsuba, dejándola petrificada por las palabras y, sobre todo, por los gestos de su hermana. La traición era un hecho, pero aún así, no pensó que vería esa actitud en quien consideraba su "hermana mayor".

Luego de una pausa en la que el silencio tenso reinó entre ellas, como un muro de concreto que las separaba, Ichika prosiguió frente a una Yotsuba parada, con una mirada de odio.

—No sé si Dios es un maldito japonés que escribe nuestro destino pésimamente y por eso ganaste hace tan solo unos meses, pero ahora Futaro... es mío.

Yotsuba, mientras tanto, solo podía murmurar maldiciones.

—Ichika... maldita... —dijo mientras se mordía el labio, mientras Ichika, ignorando lo que dijo, o simplemente sin oírla, plasmó en su rostro una mirada de locura para decir lo último que tendría que decir—. Así que... aléjate de Futaro.

 aléjate de Futaro

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