Capítulo 5: El Día a Día del Viaje
El sol despuntaba sobre las aguas tranquilas del Tíber, y con él, un nuevo día comenzaba para la tripulación. El barco avanzaba lentamente, impulsado por los remos que marcaban un ritmo constante bajo la supervisión de Bo. Desde la cubierta, el cielo despejado prometía una jornada sin contratiempos, pero la monotonía del viaje comenzaba a pesar sobre todos. Para Leon, cada día era una repetición del anterior, una serie de horas interminables donde su mente se debatía entre el dolor y la incertidumbre.
Bo, por su parte, se mantenía ocupado supervisando a la tripulación y revisando los mapas que delineaban la ruta hacia Egipto. A pesar de la calma, sabía que la travesía sería larga y no estaba exenta de peligros. El mar abierto y las posibles tormentas eran solo algunas de las dificultades a las que se enfrentarían. Sin embargo, su mayor preocupación era cómo lograría mantener a Leon en forma, tanto física como mentalmente, durante el trayecto.
Esa mañana, mientras el joven príncipe se mantenía aislado en la proa del barco, mirando las aguas con expresión sombría, Bo decidió que era momento de cambiar la rutina. Lo encontró como siempre, en silencio, observando el horizonte.
—El agua no va a decirte nada nuevo, Leon —dijo Bo, acercándose con una sonrisa que pretendía romper la tensión.
Leon lo miró de reojo, sin responder. Estaba acostumbrado a los comentarios sarcásticos de Bo, pero aquel día no estaba de humor para más bromas.
Bo suspiró y, tras una breve pausa, decidió entrar en materia.
—No puedes seguir así todos los días. Vamos a estar mucho tiempo en este barco y no puedes pasarlo todo sumido en la tristeza. Así que he pensado en algo. —Bo hizo una pausa dramática—. Es hora de que ayudes a la tripulación.
Leon levantó la mirada con incredulidad.
—¿Ayudar? —repitió, como si no hubiera escuchado bien.
—Sí, ayudar. Estos hombres están remando día y noche. Tú no puedes seguir siendo solo un espectador. —Bo sonrió de nuevo, con un toque de picardía en los ojos—. Además, un poco de trabajo físico te vendrá bien. No puedes estar todo el viaje con esa cara larga.
Leon bufó, cruzándose de brazos.
—¿Qué te hace pensar que quiero unirme a los soldados? Yo soy un príncipe, no un remero.
Bo lo miró fijamente, sin perder su sonrisa.
—Príncipe o no, en este barco todos trabajan. Si no te mueves estaremos más días aquí, y te aseguro que estarás más cuerdo después de hacer algo útil con tus manos. —Bo hizo una pausa y añadió con una mueca burlona—: A menos que prefieras seguir aquí hablando con los peces.
Leon, molesto pero sin muchas opciones, suspiró resignado.
—Como sea, pero no esperes que me guste.
Bo se encogió de hombros.
—No necesito que te guste. Solo necesito que lo hagas.
Con eso, Leon fue dirigido hacia la parte central del barco, donde los soldados estaban ocupados remando. Bo le presentó a los hombres como si fuera un recluta más, lo que no hizo más que aumentar el fastidio de Leon. Sin embargo, a pesar de su desdén inicial, el joven príncipe tomó asiento junto a uno de los remeros y comenzó su nuevo “trabajo”.
Los primeros días fueron agotadores. Leon no estaba acostumbrado al esfuerzo físico tan prolongado. Al principio, sus músculos le dolían y las ampollas en las manos lo irritaban. Se quejaba cada vez que podía, dirigiendo miradas fulminantes hacia Bo, quien solo respondía con sonrisas desafiantes.
—Esto no es vida para un príncipe —refunfuñaba Leon mientras intentaba mantener el ritmo de los remos.
—Piensa en esto como entrenamiento para cuando recuperes tu trono —respondía Bo con tono despreocupado—. Después de todo, serás más útil si tienes algo de fuerza.
Pero a medida que los días pasaban, algo esperado comenzó a suceder. Poco a poco, Leon notó que su cuerpo se estaba adaptando. Los músculos de sus brazos y piernas comenzaron a fortalecerse, y el dolor constante que sentía al principio se convirtió en una sensación de energía renovada. Empezaba a disfrutar el ritmo del remo, encontrando en el trabajo físico una manera de despejar su mente. Las conversaciones con los soldados, aunque simples, también lo distraían, y se sentía menos aislado.
El cambio no fue solo físico. Con cada día que pasaba en el barco, la tristeza que lo había consumido desde su partida de Roma se disipaba lentamente. Aunque el dolor por la pérdida de su padre aún estaba presente, ya no era una herida tan profunda. Había algo terapéutico en el esfuerzo diario, en la rutina de levantarse y trabajar junto a los demás. Los momentos de soledad que antes lo atormentaban ahora se sentían más llevaderos.
Bo, observando el progreso de Leon desde la distancia, no podía evitar sentirse satisfecho. Sabía que el viaje no sería fácil, pero cada día que pasaba veía cómo Leon, sin darse cuenta, comenzaba a transformarse. El joven príncipe, ahora parecía encontrar fuerza en su nueva rutina.
—Estás empezando a parecerte a uno de los soldados —comentó Bo un día, mientras Leon se secaba el sudor de la frente después de una larga jornada de remo.
Leon lo miró, visiblemente más relajado que en los días anteriores.
—¿Eso es un cumplido o un insulto? —preguntó, con una sonrisa chueca.
—Tómalo como quieras, pero es la verdad. Ya no pareces un palo seco. —Bo le dio una palmada en la espalda—. Y eso es algo bueno, créeme.
Leon asintió, ahora se veía a sí mismo de manera diferente. El viaje hacia Egipto, que al principio había parecido una condena interminable, ahora era una oportunidad de reconstruirse, física y emocionalmente.
El sol empezaba a ponerse una vez más en el horizonte, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. El barco continuaba su avance, lento pero seguro, hacia las costas de su destino. Y con cada día que pasaba, Leon sentía que estaba un paso más cerca de ser el líder que su padre había esperado que fuera.
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Capítulo corto pero más corta la tengo🫦 (soy mujer)
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El Último Emperador [Leondy]
FanfictionLeon, príncipe de Roma, busca ayuda para recuperar su reino, invadido por los marcomanos. Desesperado, acude a Egipto, donde el faraón le ofrece comida y refugio junto a sus soldados. Durante su estancia, Leon conoce a Sandy, el príncipe heredero de...