Capitulo 11: La vida en espera

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El embarazo de Julián avanzaba con cada día que pasaba, y aunque los cambios físicos se hacían más evidentes, eran los cambios emocionales los que más lo impactaban. La vida que crecía dentro de él no solo transformaba su cuerpo, sino también su conexión con Enzo. Cada mirada, cada caricia, y cada momento compartido parecía adquirir una nueva profundidad.

Era una mañana tranquila cuando Julián despertó antes de lo habitual. Enzo aún dormía profundamente a su lado, su brazo descansando protectoramente sobre el vientre de Julián. El Omega observó el techo, sintiendo los movimientos suaves dentro de él. Cada día el bebé era más activo, y eso llenaba a Julián de una mezcla de emociones: emoción, miedo y una extraña sensación de estar completo.

Se giró lentamente para no despertar a Enzo, disfrutando de la paz del momento. Sabía que pronto todo cambiaría de manera irrevocable cuando su bebé naciera, pero en ese instante, estaba decidido a disfrutar de la calma. Julián bajó la mirada hacia su vientre, acariciándolo suavemente, y sonrió.

"¿Te imaginas cómo será cuando llegue?" pensó en voz baja, hablando más para sí mismo que para el bebé. La idea de tener un hijo había sido inesperada, pero ahora no podía imaginar su vida de otra manera. Todo parecía encajar de una forma que antes no entendía.

Minutos después, Enzo comenzó a moverse a su lado. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con la mirada suave de Julián.

—Buenos días, amor —murmuró, su voz ronca por el sueño.

—Buen día, Enzo —respondió Julián con una sonrisa, moviéndose para quedar frente a él.

Enzo lo abrazó suavemente, y sus manos instintivamente buscaron el vientre de Julián. Era algo que hacía sin pensar, como si su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer.

—¿Cómo te sentís hoy? —preguntó Enzo, dejando un suave beso en la frente de Julián.

—Mejor que ayer —respondió Julián—. El bebé estuvo moviéndose mucho esta mañana.

Enzo sonrió, bajando su mano hasta el lugar donde había sentido los primeros movimientos de su hijo días atrás. Aunque aún no lo podía creer completamente, la realidad de que serían padres se volvía más tangible con cada día que pasaba.

—¿Estás nervioso? —preguntó Julián de repente, buscando la mirada de Enzo.

Enzo soltó una leve risa, pero sus ojos reflejaban honestidad. —Un poco, sí. No sé si alguien está preparado para algo así, ¿no? Pero creo que lo vamos a hacer bien.

—Lo sé. También tengo miedo... pero te tengo a vos —respondió Julián, su voz suave pero firme.

Los días seguían avanzando, y mientras el cuerpo de Julián cambiaba, también lo hacía la dinámica entre ellos. Enzo se volvía cada vez más protector, y aunque Julián apreciaba su cuidado, había momentos en los que necesitaba recordarle que no estaba tan frágil como parecía.

Una tarde, mientras preparaban la cena juntos, Julián intentó alcanzar un plato de la repisa superior, pero Enzo rápidamente lo detuvo.

—Dejá, lo hago yo —dijo, estirándose para agarrarlo antes de que Julián pudiera protestar.

Julián rodó los ojos, aunque una sonrisa se asomaba en sus labios. —Enzo, no estoy hecho de vidrio.

—Lo sé, pero quiero que descanses —respondió Enzo, colocando el plato sobre la mesa con una sonrisa.

Julián lo miró, fingiendo una expresión de molestia, pero pronto ambos rompieron en risas. Era difícil mantenerse serio cuando el amor y la complicidad entre ellos brillaban tan intensamente.

A medida que la fecha del parto se acercaba, comenzaron a preparar el cuarto del bebé. Pintaron las paredes de un suave color neutro y compraron muebles sencillos, pero con cada pequeño detalle, sentían que estaban más cerca de su nueva vida como padres. Para Enzo, este proceso era una forma de asegurarse de que todo estuviera perfecto, de demostrarle a Julián que lo cuidarían, no solo a él, sino también a su bebé.

Una tarde, mientras Julián descansaba en el sillón, Enzo entró con una pequeña caja en sus manos.

—¿Qué es eso? —preguntó Julián, curioso.

Enzo sonrió y se sentó a su lado, abriendo la caja para revelar una pequeña prenda de bebé, un body con el dibujo de un balón de fútbol. Julián soltó una risa al verlo.

—¿Ya pensando en el futuro futbolista? —bromeó.

—Bueno, si va a ser hijo nuestro, es probable que tenga talento natural, ¿no? —respondió Enzo con una sonrisa.

Julián tomó la prenda entre sus manos, su corazón acelerándose al imaginar al pequeño que pronto llenaría su vida. La emoción era palpable, pero también lo era la realidad de lo que estaban a punto de enfrentar.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Julián se recostó sobre Enzo, su cabeza descansando en su pecho. Enzo lo abrazó con fuerza, como si con ese simple gesto pudiera protegerlo de todo.

—No importa lo que pase, siempre vamos a estar juntos, Julián —susurró Enzo, su voz llena de determinación.

—Lo sé, Enzo. Y eso es lo único que necesito.

El futuro seguía siendo incierto, pero en ese momento, con Enzo a su lado y una nueva vida en camino, Julián sintió que todo estaba exactamente donde debía estar.

Entre el instinto y el amor AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora